Foto: Andrea Ranzi
Roberta Pedrotti
El último estreno. Hacía
tiempo que se hablaba de ello y ha llegado el momento de despedirse de la sala
Bibiena, con la esperanza de que el optimismo de las autoridades esté bien
puesto y podamos volver a la sede dentro de unos años (tres o cuatro, se ha
dicho) de renovaciones. Antes de pasar al EuropaAuditorio para La traviata y
luego a la Fiera, la despedida se celebró con un título emblemático en la
historia del Comunale, Lohengrin que se estrenó aquí en Italia en 1871, cuando
nunca se había representado una ópera de Wagner en nuestro país. Aquí había
estado desaparecida durante exactamente veinte años, desde noviembre del 2002,
cuando fue dirigida por Daniele Gatti
bajo la dirección de Daniele Abbado.
Entonces como ahora Telramund fue Lucio
Gallo, quien se ha confirmado, a pesar del paso del tiempo, como un
intérprete de gran autoridad que encuentra en el antagonista del Caballero del
Grial a uno de sus personajes favoritos. Altivo, orgulloso, se deja influenciar
por Ortrud sin dejarse dominar por ella y dibuja un carácter fuerte y
equilibrado. En el podio estuvo Asher
Fisch, que propuso un Wagner seco, ágil, lúcido y bien tirante en la
narración, con la orquesta siguiéndolo diligentemente sin abrumar el escenario
y más bien jugando con colores translúcidos opuestos a las sombras del mundo de
Ortrud y la solemnidad de las escenas del conjunto. Excelente también, en todos
sus apartados, el ensayo del coro dirigido por Gea Garatti Ansini, muy presente y bien redondeado en sonido y
articulación. Un poco menos interesante estuvo el espectáculo de Luigi De Angelis de la compañía Fanny
& Alexander, con la dramaturga y diseñadora de vestuario Chiara Lagani. Todo aparece un tanto
anónimo y aséptico, entre el cisne proyectado, las gradas y los banquillos de
jueces y acusados como escenario escénico. Si acaso, la presencia de un
Wagner (Andrea Argentieri) que, envejeciendo de acto en acto, primero sueña,
luego concibe y finalmente escucha su obra, parece un mero y superfluo relleno;
asimismo, dado que no tenemos un tenor que sea exactamente el prototipo físico
del príncipe azul y el caballero inmaculado e intrépido, hacerlo subir y bajar
por el escenario descalzo y en pijama al comienzo del tercer acto no parecía
una muy buena idea Desafortunadamente, Vincent
Wolfsteiner no es ni siquiera el elemento principal del elenco, no pudiendo
presumir del canto cortesano y poético que uno esperaría de Lohengrin ni de la
resistencia en las notas altas y en el arco de los tres actos, con más de un
signo de cansancio en el crucial Cuento del Grial. Por otro lado, destacó la
excelente Ortrud de Ricarda Merbeth,
que sin ceder en lo más mínimo lució un metal brillante en los agudos, todo el
poder feroz, arcano y luciferino, melifluo si es necesario, de un personaje
contemporáneo de Lady Macbeth de Verdi (primera versión de 1947, mientras que
Lohengrin debutó en 1850) y recuerda a la Englatina de Euryanthe de Weber
(1823). El contraste con la pequeña Elsa de Martina Welschenbach también fue adecuado. En el papel de Heinrich
der Vogler siempre es un placer redescubrir la clase y la experiencia de Albert Dohmen, mientras que Lukas Zeman quizás no sea el más
autoritario de los Heraldos, pero cumple bien su cometido, al igual que los
nobles brabantinos Manuel Pierattelli.
, Pietro Picone , Simon Schnorr y Victor Shevchenko y los pajes (aquí damas) Francesca Micarelli, Maria
Cristina Bellantuono, Eleonora
Filipponi y Alena Sautier. Simone Cetera y Alessandro Antonino se alternaron en el papel del pequeño
Gottfried. Al final, hubo aplausos para todos. Y sobre todo aplausos para el
Comunale y a su sala Bibiena: deseando muchos éxitos en las nuevas ubicaciones
y un pronto regreso a casa.
Recensione in italiano
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