Massimo Viazzo
El legado a nombre de Italo Motemezzi
(1875-1952) se debe prácticamente a un solo título: L’Amore dei Tre Re. La ópera tuvo su primera representación justo
en el Teatro alla Scala en 1913 y la idea de reponerla para concluir esta
temporada es realmente interesante en cuanto a que la obra más importante del
compositor veneto ha salido un poco por todas partes, como en algún tiempo
estuvo fuera del radar de los teatros, salvo esporádicos montajes, después de
haber sido interpretada por grandes cantantes, principalmente en Estados
Unidos, hasta los años cincuenta del siglo pasado. En la Scala había estado ausente desde 1953, y Tulio
Serafin, que dirigió su estreno en 1913, Arturo Toscanini que condujo
musicalmente su debut americano en 1914, así como Gino Marinuezzi y Victor de
Sabata, son algunos de los directores de orquesta que apoyaron la partitura que
contiene un drama de tintes fuertes, obscuro, eróticamente obsesivo y sobretodo
musicalmente estimulante. La historia
está ambientada en la edad media en un remoto castillo italiano en el cual se
encuentra confinada Fiora la protagonista, la mujer disputada por tres hombres
que la desean de morbosamente. L’Amore
dei Tre Re es un drama de amor y muerte sin salida, y el director de escena
español Àlex Ollé, uno de los
directores artísticos de La Fura dels Baus, propuso un espectáculo
claustrofóbico realizando una escena fija poblada de un tétrico y laberintico
bosque en el que, en lugar de los árboles, colocó cadenas que colgaban desde lo
alto. Con pocos elementos escénicos
(como una cama y una escalera), vestidos principalmente oscuros (salvo el
vestido blanco de Fiora) y con el escenario a menudo oscuro, Ollé logró
transmitir la angustia, la inquietud, el tormento que evidenciaba la soledad y
la prisión de la protagonista femenina. Desafortunadamente, el espectáculo careció
de una verdadera dirección escénica en los personajes y en el elenco, que
estuvo vocalmente discreto, y que en tal sentido no fue ayudado, ya que, como
resultado, los gestos estereotipados se fueron apoderando gradualmente,
limitando un involucramiento más directo en los hechos narrados en el libreto dannunziano (deteriorado de estilo) de
Sem Benelli. Los papeles principales fueron interpretados con empeño y
dedicación como: Chiara Isotton, que
hizo como personaje una Fiora de fuerte carácter, y mostró un hermoso timbre
pastoso a pesar de cierta aspereza en la parte aguda. Giorgio Berrugi dio voz a un Avito musical, aunque no muy incisivo,
y Roman Burdenko, esbozó un Manfredo
viril y vigoroso, con una línea de canto no siempre fluida. Evgeny Stavinsky personificó al
tenebroso y despiadado Archibaldo con una cierta autoridad, mientras que lució
muy comunicativo el Flaminio de Giorgio
Misseri. El estilo de Montemezzi es variado y muestra un evidente legado
verista, aunque también contiene algunas referencias de los timbres y los
matices impresionistas, así como de la harmonía wagneriana en el que Pelléas y
Tristán aparecen por aquí y por allá. Pinchas
Steinberg es al día de hoy el máximo experto en esta obra y su lectura
seca, lucida, esculpida, y nunca enfática convenció a todos. La orquesta del Teatro alla Scala sonó de
manera impecable, sobretodo Steinberg,, pareció concentrarse justo sobre el
rendimiento de las tramas orquestales. Finalmente, se debe señalar la óptima
contribución del coro (en el tercer acto) guiado por la segura mano de Alberto Malazzi.
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