Foto: Cory Weaver
Ramón Jacques
Madama Butterfly de G. Puccini
no ingresó al repertorio de la Ópera de San Francisco en 1923, año de la
fundación de la compañía, sino hasta la temporada siguiente cuando se estrenó
el 26 de septiembre de 1924, pero fue incluida en la temporada del centenario
porque es uno de los títulos más escenificados y gustados aquí, donde se ha presentado en 38 temporadas (al igual que dos títulos
conocidos del propio compositor como: Tosca presentada también 38 temporadas y
La bohème en 45, ausentes en esta ocasión). De la innumerable cantidad de
funciones quienes más veces cantaron el rol principal en este escenario –entre
los años 40 y 60- fueron las
sopranos Dorothy Kirstens (estadounidense)
y Licia Albanese (italiana), pero lo que marcó un significativo vínculo con el título
fue que el 30 de agosto de 1953, en uno de los conciertos de verano que la
compañía realizaban en un anfiteatro al aire libre, su director musical y
fundador Gaetano Merola falleció en el momento en el que dirigía una escena de
la ópera. En esta ocasión, la escena transporta al espectador al año 1929 donde
un convaleciente y moribundo Pinkerton, herido en combate de guerra, le entrega
a Trouble, su hijo adulto, un diario con sus vivencias y su paso por Japón. Es
allí donde inicia la acción, que en la idea del director japonés Amon Miyamoto, intentó crear una
secuencia de lo sucedido a los personajes después de la muerte de Cio Cio San,
que al final, recuenta la trama original vista a través de los ojos e
imaginación de Trouble, un personaje que aparece recurrentemente en cada escena
y que expresa sentimientos, interpretado por el actor John Charles Quimbo. Una idea original, quizás novedosa, pero que
en escena no logro desarrollarse o lograr el efecto totalmente convincente que
habrá concebido el director, y que con un personaje más en cada escena, añadió un
distractor, cuya presencia por momentos no concordaba con lo que sucedia en
escena. Algunos puntos válidos y actuales que toca aquí la idea de Miyamoto, que
se deben mencionar son: el choque de culturas, la imposición o creencia de la
superioridad de algunas razas o valores sobre otros, o la discriminación a una
persona por su original racial y étnico (no olvidar que Trouble es un joven mitad
japonés mitad estadounidense). Todos estos conceptos forman parte de la
producción escénica ideada por la Tokyo Nikikai Opera de Japón (en coproducción
con la ópera Real Danesa, Semperoper Dresde y la Ópera de San Francisco) con
escenografías del diseñador Boris
Kudlicka, sencillas, pero llamativas, y los elegantes vestuarios del
diseñador japonés Kenzō Takada, creador de la marca de moda y perfumes
Kenzo, quienes le infundieron a la escena apropiado, sencillo pero sugestivo
toque japonés a cada escena, con un fundamental y bien realizado trabajo en las
proyecciones vistas al fondo del escenario de Bartek Macias con la iluminación de Fabio Antoci. Los dos artistas principales convencieron por su
desempeño vocal y actoral comenzando por la protagonista, interpretada por la
soprano coreana Karah Son que supo
gestionar bien en cada registro las cualidades liricas de su voz, y con buena
proyección y color supo imprimir y transmitir, tanto en su canto como en su
actuación, la dulzura y el candor esencial de su joven personaje; y el tenor Michael Fabiano, como Pinkerton, que es
sobresaliente para este repertorio, mostró brillantez y un tono dorado, fresco
con el que cantó con sentimiento y
emoción, y en escena se movió con desenvoltura y libertad. El barítono Luchas Meacham, dio autoridad y
seguridad vocal al personaje de Sharpless. Nada que reprocharle a un cantante
como el, aunque cambiaria ciertos manierismos y posturas que le dan un aire de
innecesaria insolencia y malicia a la caracterización de sus personajes. Buen
desempeño y una voz amplia mostró la joven mezzosoprano coreana Hyona Kim; y cumplieron en cada uno de
sus intervenciones el resto de sus compatriotas, el bajo-barítono Jonwon Han, como un arrogante y mordaz
Bonzo, el tenor Julius Ahn como
Goro, y el barítono Kidon Choi como
Yamadori; así como la soprano Mirayla
Sager en su interpretación de la joven y mayor Kate Pinkerton. Sólido y
seguro, como siempre, estuvo el coro del teatro que dirige John Keene; así como la orquesta, una de las fortalezas de este
teatro, de la que se extrañan sus ciclos y conciertos de música sinfónica, bajo
la conducción de su titular Eun Sun Kim que
hizo una buena lectura de la partitura con sus fluidas melodías y tonalidades
orquestales.
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