Fotos: Jean-Louis Fernández
Ramón Jacques
La Dama de Picas ópera en tres actos
(cuyo título original en ruso es Píkovaya dama, Op. 68) con música del
compositor ruso del periodo romántico Piotr Ilich Tchaikovsky (1840-1893), que
se basa en el cuento homónimo de Aleksandr Pushkin (1799-1837) es una de las
tres interesantes e intensas óperas que reunió la Ópera Nacional de Lyon como parte de la
edición 2024 de su festival de primavera que llamó “Festival Rebattre les cartes” porque
sus historias giran en torno al tema las cartas, una manera de decir que sus heroínas o
protagonistas contradicen o rebaten los clichés de su tiempo, o quizás del
tiempo actual; de títulos como: La Fanciulla del West de Puccini, el estreno
mundial de Otages del compositor francés Sebastián Rivas, y de esta obra
maestra del repertorio ruso. Hace tiempo que este teatro decidió enfocarse en
títulos poco habituales, que tienen una temática similar que las agrupa, como
en esta ocasión, y con montajes, poco tradicionales y novedosos. Aunque la obra fue bien recibida en su estreno
en el Teatro Mariinski de San Petersburgo, en diciembre de 1890, y es
considerada como el mayor éxito en la carrera operística del compositor,
lamentablemente no se programa con la frecuencia que merecería. En el escenario
de Lyon se estrenó apenas en el año 2003, para y fue repuesta en el 2008 y el
2010 con la producción del director alemán Peter Stein, para después
desaparecer de sus temporadas hasta este 2024, donde se revivió con un nuevo
concepto confiado al director de escena ruso Timofeï Kouliabine, en su primer
trabajo operístico en Francia; y con las sorprendentes escenografías de Oleg
Golovko, los elegantes vestuarios de Vlada Pomirkovanaya y la
iluminación de Oskars Pauliņš. La historia de la ópera transcurre a
finales del siglo XVIII, pero Kouliabine decidió situarla en una época actual sacando
a relucir su dimensión contemporánea de temas como el amor, la adicción, la
locura, y lo hizo a través de escenas de inquietante expresionismo, ironía y
sarcasmo, hasta llegar al oscuro y trágico destino de los protagonistas, pero
siempre con apego a la dramaturgia de original. Las escenas y la acción
transcurrieron en un cuarto aledaño al escenario de un teatro donde se
presentan obras de ballet, de teatro, música; en la sala de un opulento
palacio, que regaló escenas muy estéticas; en una estación donde muere trágicamente
Liza, y con las proyecciones de Alexander Lovanov etc; en un montaje
escénico que agradó por su cuidada realización.
Sobre el pequeño escenario, el director de escena plasmó su visión
política: la del rechazo a la guerra, que lo llevó a dimitir a la dirección de
un teatro en Rusia; y esto se hizo mediante pancartas y protestas que
interrumpían los espectáculos que realizaban en ese pequeño escenario. El elenco de cantantes y personajes, compuesto
explícitamente por cantantes rusos, ucranianos y bielorrusos, con la intención,
según afirmaron el teatro y el director de escena -de darle autenticidad
idiomática y dicción al montaje y para utilizar el arte para unir lo que se
encuentra desnudo- brilló a lo largo de la función, comenzando con el tenor Dmitry Golovnin,
quien personificó al intenso y neurasténico Hermann, personaje que llevó hasta al
nivel de desenfrenada locura como lo requiere su parte con un convincente
desempeño artístico. A la par de su
actuación, cantó con intensidad, ímpetu y arresto. De igual manera, convenció en personificando a
Lisa, la soprano Elena Guseva, recreando un personaje afligido y
adolorido, con brillante coloración en su timbre al que supo impregnar de
dramatismo y emoción. La legendaria
mezzosoprano rusa Elena Zaremba derrochó su experiencia en escena para
darle lucimiento vocal y actoral al papel de la Condesa, y el Prince Yeletsky
fue bien interpretado por el barítono Konstantin Shushakov así como al
Conde Tomsky por el barítono Pavel Yankovsky dos personajes relevantes
para la historia. Agradó por la
intensidad y el color en el canto de la mezzosoprano Olga Syniakova como
Polina, y por su delicadeza como Masha y como Chlöe la soprano Giulia
Scopelliti, solista del estudio de la ópera de Lyon. Cabe mencionar el trabajo del tenor ruso Sergei
Radchenko como Tchekalinski, de Alexei Botnarciuc Sourine y el resto
de los papeles menores encomendados a cantantes del coro del teatro. Valioso fue el aporte del coro y de los
artistas que tomaron parte en la escena, y el éxito de la función lo redondeó
la Orquesta de la ópera de Lyon que bajo la segura y expresiva conducción de su
titular Daniele Rustioni, extrajo con pericia el sentido de lirismo, regalando
pasajes de poesía y de fantasía que se desprenden de la rica y grata partitura
dejando a todo el público satisfecho.
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