Eduardo Andaluz
Como parte de
los festejos de la edición 2020 del festival veraniego Merola Summer Program
-que realiza diversas galas operísticas con arias, escenas y actos de diversas
óperas- en la sala de conciertos
Caroline Hume Concert Hall del Conservatorio de Música de San Francisco, se
realizó la puesta en escena de el libertino castigado o Don Giovanni de Mozart,
sin duda una de las obras más representativas y populares del repertorio operístico
estándar de la actualidad, o quizás
siempre lo fue desde su estreno ya que mezcla elementos de la ópera bufa, de la
comedia, del melodrama, la tragedia e incluso podría decirse que contiene
también elementos sobrenaturales. No se
debe olvidar que el Merola Opera Program, está vinculado y pertenece a la Opera
de San Francisco, el segundo teatro estadounidense en importancia, aunque a
decir de la actual temporada que esta por iniciar en el mes de septiembre,
ha sufrido una considerable reducción en
la cantidad de producciones y funciones presentadas. Sin embargo, el prestigio del programa Merola
permanece intacto – ya que es el
programa que prepara a jóvenes cantantes que son elegidos entre una minuciosa y
rigurosa selección en la que se elige a los destacados cantantes profesionales,
para pulirlos y después lanzarlos a carreras internacionales, y sus miembros
son elegidos con frecuencia para formar parte de los elencos de la temporada
estelar de San Francisco; por ello, no se debe olvidar que -entre tantos
artistas que han pasado por aquí- encontramos
nombres como el de: Nadine Sierra, Janai Brugger, Rene Barbera, Amanda Majeski, Ailyn Pérez, Elza van der Heever,
Lucas Meacham, Simon O'Neill, Bryan
Hymel, Rolando Villazón, Charles Castronovo, Joyce Di Donato, Norah Amsellem,
Anna Netrebko, Bryan Azawa, Carol Vaness, Dolora Zajick, Debora Voigt por
mencionar algunos de una lista en verdad extensa. En
primera impresión al asistir a esta función, es que se podría pensar que se
trataría de una función de un nivel discreto, pero, todo lo contrario, el nivel
mostrado por los participantes dejó muy satisfechos a quienes ahí estuvimos
presentes y muestra de que varios de estos artistas podrán hacer una buena
carrera en escenarios estadounidenses e internacionales. Al frente de la puesta en escena estuvo la
soprano Patricia Racette, en su momento una destacada interprete y
cantante, quien demostró ser una esplendida y perspicaz directora de escena,
quien supo llevar la escena con cohesión dramática, con enfoque en el carácter
y psicología de los personajes, haciendo que la función no se convirtiera en
una tediosa sucesión de bonitas arias, como suele suceder en muchas puestas de
esta obra. Racette, también egresada del
programa Merola, situó la escena en lo que parecía mitad de los años 20 del
siglo pasado, así indicaban los vestuarios de Annie Smart, y las
funcionales escenografías, en dos niveles, y con el uso de proyecciones,
algunas de diseños arquitectónicos de Andrew Boyce, lograron que la
puesta fuera un plus para la visión del espectador. Lo
que hay que destacar es que Racette, puso énfasis en las palabras con relación
a la trama, y énfasis en la interacción de los personajes, en los sentimientos
y expresividad de cada personaje. Un
punto de vista interesante, de una artista que ha estado allí mismo y entiende
el fondo del libreto. En el centro de la
acción se pudo escuchar y presenciar al barítono coreano Hyungjin Son,
con una voz amplia, de buen control y grato color vocal. Notable el trabajo que
han hecho los conservatorios de los países asiáticos generando tantos
artistas. La altitud del barítono le
confirió presencia escénica y seducción. También originario de Corea, se
escuchó al bajo barítono Donghoon Kaan,
como un divertido y malicioso Leporello, consistente en su canto y proyección.
Como Donna Anna, la soprano Lydia Grindatto, demostró una madurez y comodidad
en escena, muy desenvuelta con una voz muy maleable y oscura. Sin duda una
sorpresa con un digno desempeño. El
tenor Michael John Butler, tuvo un correcto desenvolvimiento actoral en
el papel de Don Ottavio, aunque es evidente que sus cualidades vocales
pertenecen ya a otro tipo de repertorio, algunos papeles más exigentes, y su
voz pareció estar desfasada con los requerimientos del papel, y la exclusión de
su aria Il mio tesoro, lo privó de la posibilidad de ver un personaje mas
completo en escena. Por el contrario, la soprano Viviana Aurelia Goodwin,
lució muy bien en el personaje de Donna Elvira, especialmente en su aria “mi
tradi quell’alma ingrata’ y actuó con aplomo alejada de la típica
caracterización que se hace del personaje, que la muestra como mentalmente
inestable, que es donde se notó la mano de Racette, quien se rigió por
experiencia escénica propia y no clichés siempre vistos. La soprano Moriah Berry fue una
delicada y vulnerable Zerlina, quizás dentro de las practicas comunes del
personaje, aunque personalmente no imagino como podría ser actuado o
representando de otra manera.
Completaron Benjamin R. Sokol quien cantó con un brío por
momentos desmedida y una emisión áspera y poco pulida, para un papel tan corto
como lo es el Comendador. La sala de
conciertos Caroline H. Humo no cuenta con un foso por lo que una orquesta
reducida de miembros de la San Francisco Opera Center Orchestra se colocó frente
al escenario y con unas pasarelas que los rodeaban y por donde se desplazaban
los artistas se resolvió este inconveniente. La conducción del maestro Stefano
Sarzani, fue pausada, atenta y entusiasta. Mostró cuidado con las voces,
aunque algunas arias y sus intérpretes sufrieron por contener demasiada
dinámica y pulso; pero en términos generales el resultado fue satisfactorio y
los músicos lograron un adecuado trabajo.
Resta dar seguimiento a varios de estos cantantes para conocer su
progreso y quizás, más adelante, se pueda encontrar a alguno de ellos en
importantes teatros o producciones.
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