Massimo Viazzo
Il Cappello di
Paglia di Firenze de Nino Rota volvió al Teatro alla Scala después de las
aclamadas funciones de 1998, en la que se dio a conocer al gran público el
entonces jovencísimo Juan Diego Flórez, quien cantó el papel protagónico. La ópera es realmente muy divertida y el
proyecto anual Progetto Accademia hizo bien en apuntar hacia este título. Su
historia se desarrolla en París durante el día de la boda de dos jóvenes
enamorados, donde una serie de equivocaciones, situaciones embarazosas y
divertidos malentendidos, relacionados principalmente con la búsqueda frenética
de un sombrero de paja hecho en Florencia, le dan un ritmo frenético que genera
una imparable alegría, capaz de arrancar con frecuencia sonrisas. Su música,
brillante e ingeniosa, sigue la historia a la par, subrayando situaciones,
amplificando sensaciones y preparando ambientaciones, de una vertiginosa serie
de citas extraídas de la historia de la ópera (Rossini, Verdi, Wagner,
Puccini), como también de las propias partituras del cine. Es así, porque Nino Rota (1911-1979) es
conocido por el público sobre todo como compositor de bandas sonoras
cinematográficas. Su música para el cine
representa una pieza fundamental en la história de este género. Basta, para
ello, pensar en su célebre colaboración con el director italiano Federico
Fellini. Compuesta en 1945 con libreto
suyo y de su madre, Il Cappello di paglia di Firenze fue representada por
primera vez en el Teatro Massimo de Palermo, diez años después, teniendo gran
éxito. Para valorizar esta pequeña joya
farsesca del siglo XX se requieren un director de orquesta y otro de escena que conozcan de memoria los
mecanismos de la ópera bufa, sus ritmos, clichés, dimes y diretes y
confusiones, pero sin excederse con exageraciones e histrionismos, además de
tener la capacidad de llevar con extrema atención su frenético paso teatral, y
sin caer nunca en la vulgaridad. En tal sentido, la Scala dio en el blanco,
confiándole la baqueta a Donato Renzetti, director de orquesta preparado y
experto, que supo comunicar frescura y
vitalidad, guiando con elegancia y musicalidad a la Orchestra dell’Accademia
Teatro alla Scala. También el
espectáculo firmado por Mario Acampa (con un escenario giratorio y
perfectamente funcional de Riccardo Sgaramella, los apropiados vestuarios de
Chiara Amaltea Ciarelli, la iluminación creada por Andrea Giretti y los
divertidos movimientos coreográficos curados por Anna Olkhovaya) gustó por su
comicidad y la forma de transmitir exuberancia, dinamismo y brío sin nunca caer
(¡por fortuna!) en la indecencia o la ordinariez. Además, Acampa mostró buena
actitud para guiar a los cantantes en la actuación, que fue siempre de trato
fácil y natural, además de que gustó también su idea de presentar la história
como si se tratara de un largo sueño (o pesadilla) del protagonista Fadinard;
un sueño en el que los extraños acontecimientos del libreto pudieron tomar vida
y en los que todo lució mucho más verosímil.
El elenco constituido por alumnos (y algún exalumno) de la Accademia
Teatro alla Scala, se vieron eficientes y metidos en sus roles. Se notó un buen
trabajo de equipo en la preparación de este título, apreciándose seguridad
técnica, adecuados timbres, comunicación, clara y precisa dicción, y una muy
cuidada actuación, características que se pudieron admirar en prácticamente
todos los miembros del elenco, que cuyos nombres son: Andrea Tanzillo
(Fadinard), María Martín Campos (Elena), Xhieldo Hyseni (Nonancourt), Chao Liu
(Beaupertuis), Marcela Rahal (la baronesa de Champigny), Greta Doveri (Anaide),
Wonjun Jo (Emilio), William Allione (un caporale delle guardie), Paolo Antonio
Nevi (lo zio Vezinet), Fan Zhou (una modista), Haiyang Guo (Felice), Tianxuefei
Sun (Achille di Rosalba) y Daniel Bossi (como el violinista Minardi). El Coro
dell’Accademia Teatro alla Scala fue dirigido por Carlo Sgrò. Al final hubo
aplausos para todos por una velada de alegría y diversión.
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