Eduardo Andaluz
Mucho se ha dicho, y he escuchado decir, que el teatro y la
ópera son o pueden ser un reflejo de la vida misma, ya que los personajes de
muchas de las obras y sus historias o tramas pueden parecerse o a
personas que conocemos o situaciones que hemos experimentado o de las que hemos
escuchado cualquier día En principio estaría de acuerdo con ese
argumento, pero agregaría yo ¿Cuántos actores -o directores de escena- están
verdaderamente dispuestos a llevar al escenario la vida y las complicadas
situaciones que se viven en un mundo convulsionado? Este cuestionamiento
me surgió después de presenciar la nueva propuesta escénica de Carmen del
compositor francés Georges Bizet, con la que inició la temporada de la Ópera de
Nashville, que el teatro decidió llamar “De los lazos que unen” y
que por desgracia ofreció solamente dos funciones. Carmen es un título
conocido, y atractivo para el espectador, pero del cual existe ya una
concepción formada y arraigada en la mente del público, con una historia está
llena de clichés, preconcepciones e ideas fijas, en base a lo que hemos
visto a lo largo del tiempo, que se podría escenificar sin contratiempos
para un director de escena, apegándose a la cigarrera sensual que se
enamora del soldado ingenuo para dejarlo por un torero. Añadiéndole
además aquellas ideas de que se trata de una mujer libre, determinada, sin
límites, fuerte, libre. Etc. Esa sería la manera fácil y directa de montarla en
escena sin complicaciones y polémicas. Pero el director de escena John
Hoomes, director artístico de la compañía desde 1995, se ha salido de la
zona de confort y ha propuesto una Carmen, exitosa, parecida a un personaje de
la vida actual, situando la historia en una región fronteriza, donde Don José
es una agente de la patrulla fronteriza de Estados Unidos, y los personajes y
residentes de esa región, compuesta de inmigrantes, con las tensiones,
prejuicios, diversidad racial, diferencia de costumbres alusivas a esas regiones. La puesta no esta exenta de su dosis de romanticismo,
liberación y exotismo, siendo la brutal historia de amor que es. El trabajo
actoral fue detallado y llevado con naturalidad. Además, la propuesta aborda un
tema actual, que es candente, polémico y político, ya que es un tema
fundamental, casi crucial, de cara a las próximas elecciones presidenciales de
este país, que es el de la inmigración, los inmigrantes, diferencias raciales,
y los problemas que ocurren en una frontera Ahí radica el mérito de
Hoomes, que fue optar ir por un caminar espinoso para contar su historia, su
visión. Situado en una época actual, con pocos elementos escénicos, la
ambientación en un pueblo o ciudad pequeña, y vestimentas como jeans, ropa de
cada día, y como se mencionó, un Don José vestido como oficial de
inmigración, tantas veces visto en este país y que se sale de su mundo
convencional y enamorarse, quizás de la persona equivocada, y Carmen ataviada
con ropa de cuero. Desde mi perspectiva, este montaje es la
representación de la vida misma sobre un escenario operístico. Fueron
fortuitas, inesperadas, pero laborales, las razones que me trajeron por
primera vez a esta moderna ciudad de Nashville, situada a las orillas del rio
Cumberland, y que es un fuerte bastión de la industria musical, muy
trascendental e importante en Estados Unidos, como lo es la música
Country. La ciudad cuenta con un teatro muy funcional y cómodo como lo es
el Tennessee Performing Arts Center, donde se han ofrecido al menos tres
estrenos mundiales. Se le considera un exitoso ‘compañía regional’, como
se catalogaría en el ranking de teatros estadounidenses, y un término que no me agrada, porque me quedó claro, que no son los recursos en las grandes
ciudades lo que hacen una buena compañía de ópera si no que son las ideas, el
talento y un buen elenco de cantantes. En esta función hubo varios de ellos
comenzando con la mezzosoprano Marina Costa-Jackson, una interprete que cantó por primera vez en su carrera el papel de Carmen en esta Produccion, le dio frescura a su caracterización,
sensual en la justa medida, y extrovertida y desenvuelta en escena. Sacó
adelante su personaje con arrojo y buenos medios vocales, con una voz amplia,
tersa, y esa característica oscura, sombría, diría yo, que le da atractivo a su
personaje. Al tenor Zach Borichesvky le ayudó su
presencia escénica, porte y estatura para crear un adecuado Don José. Su voz es
amplia con buena dicción y color. Mención aparte merece la soprano Kathryn
Lewek por la nitidez y agilidad con la que cantó su parte de Micaela,
muy aplaudida, querida y afable por su dulce apariencia, fue un acierto contar
con ella para esta producción. Apuntando que los buenos cantantes
estadounidenses, están siempre abiertos a presentarse con cualquier teatro una
orquesta sea pequeña, mediana o grande, haciéndolo con profesionalismo.
Una sorpresa fue también escuchar al barítono mexicoamericano Richard
Ollarsaba, en su correcta actuación como Escamillo, torero pero más
parecido a un motociclista o pandillero, y por sus cualidades vocales,
que tiene muchas y las sabe explotar para destacar en la escena Un
reconocimiento para el coro del teatro, como para los intérpretes de los
partiquinos, pero sobre todo a la orquesta que bajo la conducción del
maestro Dean Williamson, mostró fibra, nervio, y exaltando la
suntuosa orquestación con complicidad de sus músicos.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.