Sunday, December 31, 2023

Adriana Mater en San Francisco

Foto: © Brittany Hosea-Small

Ramón Jacques

Adriana Mater, ópera en dos actos y siete cuadros con libreto en lengua francesa, es la segunda obra lírica de la compositora finlandesa Kaija Saariaho, cuyo libreto fue escrito por su colaborador, el escritor y periodista franco-libanés Amin Maalouf.  La obra, que fue estrenada en la Ópera de Paris (el 3 de abril del 2006 en el teatro Bastille) y que fue coproducción con la Ópera Nacional de Finlandia, nació gracias a la insistencia y persuasión que Gerard Mortier, entonces director del teatro francés, logró sobre la propia K. Saariaho quien había expresado que después de L’Amour de loin, no tenía mayor interés ni inspiración para dedicarse a componer más óperas. Después del estreno de Adriana en Helsinki, ciudad natal de la compositora, y en el Reino Unido en el 2008, el verano de ese mismo año la ópera tuvo sus primeras representaciones estadounidenses en la Ópera de Santa Fe, no fue después programada por algún teatro importante. A pesar de que Saariaho cuenta con un amplio y rico catálogo de composiciones orquestales, vocales, además de óperas y oratorios, en general su trabajo permanece en una especie de injusto limbo, ya que tampoco recibe la difusión y reconocimiento que merece. Por ello, la reposición de su ópera Adriana Mater, ejecutada por San Francisco Symphony, dirigida por dos promotores de su obra como el director de orquesta Esa Pekka-Salonen y el de escena Peter Sellars (el mismo que se encargó del montaje del estreno de Adriana Mater en Paris) era una oportunidad única, histórica e imperdible. Se percibía un cierto halo de misterio y sorpresa cuando se anunció que su ópera había sido elegida para ser escuchada, en la sala de conciertos Davies Symphony Hall de San Francisco, al igual casi que el anuncio de la la Ópera de San Francisco, tan solo unos días antes de las funciones de Adriana Mater, que como parte de su próxima temporada, en el mes de junio del 2024, realizará el estreno estadounidense de la ópera Innocence, proyecto que se estrenó en Aix-en-Provence, Francia en el 2021. Es difícil imaginar que el estado de salud de la compositora le hubiera permitido estar presente en alguna de las representaciones de sus dos óperas en San Francisco, y desafortunadamente se supo que el día 2 de junio, apenas seis días antes de la función de estreno en San Francisco de Adriana Mater, falleció en su casa en Paris.  Con cierta contrariedad y desilusión, me sorprendió que la orquesta no haya emitido un comunicado haciendo eco de la noticia, y que lo mencionara días después en un email entre noticias generales y el calendario de eventos futuros.  A la función a la que asistí, únicamente se insertó en el programa de mano una hoja blanca que decía “In Memoriam Kaija Saariaho (1952-2023)” e indicaba que la orquesta dedicaba los conciertos en honor a su vida y trabajo, y contenia dos breves y escuetos párrafos firmados por Esa Pekka-Salonen y por Peter Sellars, redactados de manera fría e impersonal, probablemente por algún publirrelacionista y ni durante la representación no se mencionó nada. Pienso que, tratándose de una importante e influyente compositora de principios del siglo XXI, conocida a nivel mundial por sus composiciones, y méritos, como el de haber sido la primera compositora en escenificar una ópera suya en el Metropolitan de Nueva York en casi cien años, y considerando que la obra a ejecutar por la orquesta esa semana era suya, sorprende que el triste acontecimiento pasara prácticamente desapercibido. En lo que respecta a la obra, Saariaho ofreció más que una interesante ópera, una profunda exploración sobre lo que es el amor maternal, inspirándose para ello en las memorias personales de su primer embarazo. La trama transcurre en un país ficticio de la actualidad que atraviesa por una guerra civil, donde la joven Adriana queda embarazada después de ser violada por un militar llamado Tsargo; pero ella decide tener al hijo a pesar de la insistencia de su hermana Refka, por impedirlo. Todo esto transcurre en el primer acto. En el segundo acto, donde han transcurrido 17 años, Adriana ve a su hijo Yonas crecer con la inquietud y la duda si se convertirá en un hombre violento como su padre o será una persona considerada y amable como ella. Es una historia que se centra en las relaciones humanas, sobretodo familiar y el significado de la maternidad, al margen del contexto bélico y político en el que se desarrolla, que fue la aportación de Maloouf al libreto dada su experiencia como corresponsal y periodista de guerra.  Me gusta la visión que Peter Sellars ha dado a sus recientes puestas en escena, frecuentemente en salas de concierto dada su cercanía laboral con la LA Philharmonic, donde en diciembre dirigió Tristán e Isolda; y con la San Francisco Symphony, donde dirigió Oedipus Rex de Stravinski y ahora Adriana Mater. Sellars ha mencionado que, para transmitir, la parte escénica el centro del espectáculo debe ser la música, el canto, y la actuación,sin elaborados montajes y pocos elementos, que el mismo ha descrito como  una manera de “dramatizar conciertos” y que esa debería ser la tendencia futura en los teatros.  Esta vez, colocó cuatro pequeñas tarimas cuadras, dos al frente del escenario, y dos en un nivel superior en la parte trasera derecha de la orquesta, creando un espacio propio para cada uno de los 4 personajes. Lamentablemente, las tarimas complicaron la manera como tuvo que colocarse la orquesta y el desplazamiento de los artistas cuando descendían entre los músicos desde las tarimas superiores. El director de orquesta fue colocado por un lado del escenario dirigiendo de manera diagonal, dificultando la visión sobre el de algunos músicos y los solistas en movimiento. Más allá de la logística, el enfoque de Sellars fue inapropiado, apuntando hacia la dirección equivocada: el la de la guerra y la violencia, en vez del tema central que es la maternidad y las relaciones familiares. Los protagonistas son en realidad: Adriana y su hermana Refka, y en menor nivel Yonas. Al ubicarse cada y cantar cada uno desde su propio espacio los cantantes carecían de cercanía y pocas veces coincidían sobre la misma tarima. Hubo sobreactuación y muestras de violencia, de parte de Yonas, y Tsango, por el constante uso de armas automáticas y sobreactuación, en el primer acto por Tsango, para forzar una violación, que al final no es vista en escena, y en el segundo acto por Yonas que en su furia y desesperación busca asesinar a su padre, que con el paso del tiempo se había convertido en un anciano, invalido, ciego que dormía en la calle.  Los vestuarios de Camille Assaf, al situarse la escena en la actualidad no tuvieron nada especial y consistieron en jeans, botas y sudaderas oscuras para los hombres y sencillos y coloridos vestidos para las mujeres. La iluminación de James F. Ingalls, habitual colaborador de Sellars, no aportó a la escena. Como un detalle adicional a mencionar, en el austero montaje, no se sabe con qué propósito, si el de mostrar que se estaba en el presente, modernidad o de provocar, Sellars es conocido por ello, los personajes cantaban sus partes leyendo sus partituras en un iPad. Esto causó constantes distracciones en los artistas que miraban constantemente a la tableta, y entre el público que no entendía el sentido. Lo que es un hecho es que aquí la música y el cantó superaron, un fallido y prescindible montaje, de una ópera a la que, en mi opinión, se le hubiera sacado mayor provecho en versión de concierto. Orquestalmente, la partitura es suntuosa, con muchos giros dramáticos y suaves o tiernos, en una escritura moderna, por momentos necesariamente atonal e intensa, con ritmos polifónicos, que demuestran en la compositora un entendimiento del instante, emotivo y sentimental por el que atravesarían los personajes. Saariho, comentó que para poder componer una segunda opera debía alejarse de ese mundo íntimo y aislado con el que compuso L’Amour de loin y abrirse a música de hechos que incidieran, en manera positiva o negativa, a lo que sucedía en el mundo, mencionando incluso los hechos del 11 de septiembre del 2001, e incluso abrirse a aceptar colaboraciones e influencias de otros compositores y estilos músicales. Saariajo incorporó a esta partitura rangos vocales distintos a los que ya había trabajado anteriormente como la voz del tenor, o el de una mezzosoprano profunda para la protagonista de Adriana, Esa Pekka-Salonen, dirigió con seguridad y evidente apego a la pieza, demostrando conocimiento de sus partes, de sus matices, con un grupo de músicos que respondió con explosividad, entusiasmo y gozo, consientes que la partitura que tenían frente a ellos representaba una ocasion única.  La pieza requiere de un coro de voces femeninas, y miembros del San Francisco Symphony Chorus, dirigidas por Jenny Wong, y colocadas en las butacas en la parte superior izquierda de la orquesta, por la suavidad y sutileza de su canto, parecían ninfas que transmitían un mensaje de esperanza, creando un balance entre la intensidad y la sensatez. El personaje de Adriana se benefició de la presencia de la espectacular mezzosoprano Fleur Barron, sobresaliente interprete con una voz oscura, apta para la parte, de colorida y especial brillantez en  su timbre, con la que fue capaz de hacerle justicia a la melancólica y dramática orquestación compuesta para su personaje, que es rica a nivel harmónico. Dotada de bella apariencia y presencia escénica mostró un involucramiento emotivo con el papel sobre el escenario, como pocas veces he visto yo.  En el papel de la hermana Refka, la soprano francesa Axelle Fanyo mostró expresividad idiomática, y facilidad para cantar con ligera textura harmónica y amplio rango vocal que supo proyectar entre líneas instrumentales graves y agudas. Su desempeño actoral fue además creible.  Por su parte, el tenor Christopher Purves, personificó bien a Tsargo, actuando, como se mencionó,  con superflua agresividad, pero cantando bien su parte que es musicalmente rítmica, y requería un color grisáceo en el timbre, que, por momentos fue opacado por la intensidad de los contrabajos. No sé por qué los momentos de tensión o dramatismo, que indicados los libretos son entendidos por algunos artistas como sinónimo de innecesaria brusquedad, violencia, sobreactuación y destemplada fuerza vocal, como ocurrió con el tenor Nicholas Phan, quien personificó al personaje del joven Yonas. Insisto que era innecesario porque era evidente que la música que acompaña su papel era energética y ligera, iluminada por las trompetas, como si la intención de la compositora fuera la de aligerar el segundo acto con este personaje. Phan, posee buenos medios vocales, pero en su papel se quedó corto en la relación e interacción con su madre Adriana. Al final, la nutrida presencia del público en estas funciones resultó ser el mejor homenaje al trabajo de la compositora.






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