Wednesday, March 13, 2024

El Rapto en el Serrallo en el Teatro alla Scala

Foto: Brescia&Amisano

Massimo Viazzo

Volvió al Teatro alla Scala el Rapto en el Serrallo (Die Entführung aus dem Serail) en el histórico montaje de Giorgio Strehler con escenografías y vestuarios de Luciano Damiani y la cuidada curada de Marco Filibeck, en un espectáculo que nació en Salzburgo en 1965, y que fue repuesto por última vez en Milán en el 2017 con la conducción de Zubin Mehta.  El montaje luce un poco viejo, pero aún es muy encantador (muy grata y bien lograda fue la reposición hecha por Laura Galmarini) porque juega con el uso de sombras chinas con alas pintadas, algunos gags afables, con los cantantes reducidos a simples siluetas en poses plásticas cuando avanzan en el proscenio y se retiraban a plena luz hacia el fondo blanco, envuelto en un tono pastel, como si se todo se tratara de teatro de cámara. El espectáculo de Strehler, cuyo nombre está estrechamente ligado a la historia del teatro milanés de 1947 a 1990 con 35 direcciones escénicas de 33 títulos diferentes hasta alcanzar un total de 480 funciones, conserva su fascinación convenciendo todavía por el toque ligero y de elegancia con la que se traza la historia amorosa del Singspiel, cuyo libreto se considera que nunca ha estado a la altura de la música, ya que es además una historia de formación con un bosquejo de crecimiento interior de los personajes para los cuales Mozart escribió páginas generalmente arduas técnicamente, y entre cuyos pliegues se inicia a entrever el inimitable talento dramático de sus obras maestras futuras. En el podio debutó Thomas Guggeis, director principal de la Ópera de Frankfurt, quien dirigió con despojo y aplomo, mostrando un buen paso teatral y musicalidad.  El joven director alemán, puso en relieve la lucidez para conducir la rica partitura mozartiana sin perder nunca de vista el escenario, y logrando encontrar una sonoridad brillante y un ritmo incisivo, como también con liviandad y suavidad.  El elenco elegido para esta producción estuvo unido y homogéneo. Jessica Pratt personificó una Konstanze noble y refinada mostrando sin embargo algunas indecisiones para afrontar las agilidades pirotécnicas que esparce su parte; pero pudo ser también expresiva (como en Traurigkeit en el segundo acto) cosa nada simple cuando se está lidiando con una escritura vocal tan virtuosa.  Daniel Behle fue un Belmonte quizás demasiado educado, de un timbre indudablemente viril y de buena proyección, no obstante, su indisposición, anunciada desde el inicio de la función. Cantó con cierta actitud y seguridad. Por su parte, Peter Rose trazó un Osmin simpático e impertinente, un poco desgarbado en su andar, pero divertido en su actitud, todo con un timbre suave y una voz extrovertida pero siempre atenta a la escritura mozartiana. La Blonde de Jasmin Delfs de cualidad clara y ligera en el timbre gustó por la facilidad en la coloratura y por la soltura mostrada en la escena; mientras que el Pedrillo de Michael Laurenz convenció por solidez vocal, comunicación y valentía, como también por la manera correcta en su definición de las frases musicales. Al final, el papel actuado de Selim fue hecho de manera sobria por el notable director teatral y lírico alemán Sven-Erich Bechtolf.



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