Foto: Lynn Lane
Ramón Jacques
Inició la
segunda parte de la temporada de la Houston Grand Opera con La Bohème de
Giacomo Puccini, obra que desde su estreno en 1896 en el Teatro Regio de Turín
bajo la conducción de Arturo Toscanini, y es hoy en día uno de los títulos
representados con mayor frecuencia por los teatros del mundo. Es indudable que la historia es conmovedora y
apreciada y que musicalmente contiene los argumentos necesarios que le dio el
compositor para hacerla atractiva. Después de asistir a una nueva presentación
de la obra, y de escuchar el repetitivo argumento utilizado por los teatros, de
que se trata de un título muy solicitado y querido por el público; me hace pensar
si verdaderamente es una excusa para que las organizaciones se mantengan en su
zona de zona de confort, y con poco, pretender dar mucho porque es un título que
difícilmente falla; ya que en base a mi experiencia personal, no he sabido que
los teatros programen títulos de acuerdo a encuestas o preguntas al público sobre que es en realidad lo que le gustaría presenciar
y escuchar. Esto último adquiere mayor relevancia
en un mercado operístico, como lo es el estadounidense, donde el público aporta
una considerable cantidad de recursos necesarios para el funcionamiento de los
teatros. Por otro lado, una nueva producción de La Bohème debe contar con los mejores
elencos posibles para un escenario del nivel que tiene el de Houston, lo cual no parece
ser ya el caso en este teatro. Los nombres que alguna vez brillaron aquí, hoy
se mantienen alejados. De cualquier
manera, los artistas escuchados en esta función son los menos culpables de
cuestiones y decisiones propias del teatro, y salieron a dar lo mejor de sí, en
esta noche de estreno; así, se pudo escuchar a la delicada y comprometida Mimi
de la soprano chilena Yaritza Veliz – a quien ya había escuchado en el
Sueño de Frida y Diego en San Francisco- y que es una cantante sensible que emitió
sus notas con delicadeza, brillantez y expresividad, y poseedora de una voz por
momentos más resonante de lo requerido. A su lado, el tenor Michael
McDermott, miembro del estudio del teatro, que sustituyó al inicialmente anunciado tenor Joshua
Guerrero, mostró buenas cualidades vocales, aunque debe pulirlas, y por
momentos fue cubierto por la emisión de Veliz, y no estuvo a la altura de las
circunstancias para convencer plenamente en lo actoral como en lo escénico en
un papel principal como Rodolfo. Por su parte, la soprano Brittany Renee
descolló con su explosiva y brillantez interpretación de Musetta, con una voz
de grato color, flexible y una actuación acorde con la volubilidad y frivolidad
que requiere el personaje; y el barítono Edward Parks actuó con
simpatía, cierta explosividad y una colorida, y robusta tonalidad
baritonal. Simplemente cumplieron en cada
una de sus partes el bajo Cory Mcgee como Colline y el barítono Navasard Hakobyan como Schaunard. En su doble interpretación de los personajes
de Alcindoro y Benoit sobresalió el notable y experimentado barítono Héctor
Vázquez, con muchos años a cuestas en el ambiente operístico local, su
interpretación no solo se basa en tablas adquiridas con el tiempo, si no con
verdaderos medios artísticos empleados para realizar un personaje creíble y
verosímil. La producción escénica del
teatro, en cuya creación forman parte la Canadian Opera Company y San Francisco
Opera, lució poco atrayente y sugerente, si bien se apega al tiempo y el lugar
que indica la trama, careció de cierto brillo y vivacidad, algo pálida y
oscura, quizás porque la dirección escénica de John Caird careció de foco
y atención a los detalles y movimientos artísticos, cayendo en los conocidos
clichés y sobreactuación asociados a este título y que aquí poco ayudaron. La conducción musical de Karen Kamensek al
frente de la orquesta fue una de las fortalezas de la función, musicalmente
cada nota estuvo en su lugar, con matices Puccinianos – si se puede utilizar la
expresión- con cohesión entre los músicos de la orquesta, seguridad y adecuada dinámica. En lo que corresponde al
coro del teatro, este despuntó en los momentos en los que fue requerido, y lo
hizo de manera seria y profesional. Al final fue una bohéme a la que le
hizo falta pasión, que no es mucho pedir, y aunque el público aplaudió al finalizar
con cierto entusiasmo, sigue en el aire la incógnita planteada anteriormente.
¿Es este el título que tanto quiere tanto y solicita el público? ¿Son estas las
condiciones en las que se le debe ofrecer? Lo que se sabe es que indudablemente
el público merece más.


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