Monday, September 9, 2024

Il Cappello di Paglia di Firenze en Milán

Fotos: Brescia & Amisano

Massimo Viazzo

Il Cappello di Paglia di Firenze de Nino Rota volvió al Teatro alla Scala después de las aclamadas funciones de 1998, en la que se dio a conocer al gran público el entonces jovencísimo Juan Diego Flórez, quien cantó el papel protagónico.  La ópera es realmente muy divertida y el proyecto anual Progetto Accademia hizo bien en apuntar hacia este título. Su historia se desarrolla en París durante el día de la boda de dos jóvenes enamorados, donde una serie de equivocaciones, situaciones embarazosas y divertidos malentendidos, relacionados principalmente con la búsqueda frenética de un sombrero de paja hecho en Florencia, le dan un ritmo frenético que genera una imparable alegría, capaz de arrancar con frecuencia sonrisas. Su música, brillante e ingeniosa, sigue la historia a la par, subrayando situaciones, amplificando sensaciones y preparando ambientaciones, de una vertiginosa serie de citas extraídas de la historia de la ópera (Rossini, Verdi, Wagner, Puccini), como también de las propias partituras del cine.  Es así, porque Nino Rota (1911-1979) es conocido por el público sobre todo como compositor de bandas sonoras cinematográficas.  Su música para el cine representa una pieza fundamental en la história de este género. Basta, para ello, pensar en su célebre colaboración con el director italiano Federico Fellini.  Compuesta en 1945 con libreto suyo y de su madre, Il Cappello di paglia di Firenze fue representada por primera vez en el Teatro Massimo de Palermo, diez años después, teniendo gran éxito.  Para valorizar esta pequeña joya farsesca del siglo XX se requieren un director de orquesta y otro de escena que conozcan de memoria los mecanismos de la ópera bufa, sus ritmos, clichés, dimes y diretes y confusiones, pero sin excederse con exageraciones e histrionismos, además de tener la capacidad de llevar con extrema atención su frenético paso teatral, y sin caer nunca en la vulgaridad. En tal sentido, la Scala dio en el blanco, confiándole la baqueta a Donato Renzetti, director de orquesta preparado y experto, que supo comunicar frescura y vitalidad, guiando con elegancia y musicalidad a la Orchestra dell’Accademia Teatro alla Scala.  También el espectáculo firmado por Mario Acampa (con un escenario giratorio y perfectamente funcional de Riccardo Sgaramella, los apropiados vestuarios de Chiara Amaltea Ciarelli, la iluminación creada por Andrea Giretti y los divertidos movimientos coreográficos curados por Anna Olkhovaya) gustó por su comicidad y la forma de transmitir exuberancia, dinamismo y brío sin nunca caer (¡por fortuna!) en la indecencia o la ordinariez. Además, Acampa mostró buena actitud para guiar a los cantantes en la actuación, que fue siempre de trato fácil y natural, además de que gustó también su idea de presentar la história como si se tratara de un largo sueño (o pesadilla) del protagonista Fadinard; un sueño en el que los extraños acontecimientos del libreto pudieron tomar vida y en los que todo lució mucho más verosímil.  El elenco constituido por alumnos (y algún exalumno) de la Accademia Teatro alla Scala, se vieron eficientes y metidos en sus roles. Se notó un buen trabajo de equipo en la preparación de este título, apreciándose seguridad técnica, adecuados timbres, comunicación, clara y precisa dicción, y una muy cuidada actuación, características que se pudieron admirar en prácticamente todos los miembros del elenco, que cuyos nombres son: Andrea Tanzillo (Fadinard), María Martín Campos (Elena), Xhieldo Hyseni (Nonancourt), Chao Liu (Beaupertuis), Marcela Rahal (la baronesa de Champigny), Greta Doveri (Anaide), Wonjun Jo (Emilio), William Allione (un caporale delle guardie), Paolo Antonio Nevi (lo zio Vezinet), Fan Zhou (una modista), Haiyang Guo (Felice), Tianxuefei Sun (Achille di Rosalba) y Daniel Bossi (como el violinista Minardi). El Coro dell’Accademia Teatro alla Scala fue dirigido por Carlo Sgrò. Al final hubo aplausos para todos por una velada de alegría y diversión.



 


 

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