Massimo Viazzo
«Manon Manon Manon» es el título del muy
original proyecto que el Teatro Regio de Turín ha preparado para el mes de
octubre. En una especie de tríptico inédito, en el que se podrán escuchar de
manera rápida y sucesiva (y en orden cronológico inverso) las tres óperas
líricas enfocadas en el personaje de Manon, ideado en el siglo XVIII por el
escritor e historiador francés Antoine François Prévost, que son: Manon Lescaut
de Puccini (1839), Manon de Massenet (1884) y Manon Lescaut de Auber (1856).
Tres visiones complementarias de la protagonista, siendo la de Puccini la más
pasional y rebelde, la de Massenet que a la vez es introspectiva y atormentada,
mientras que en la de Auber era más frívola. El trait de unión de las
tres producciones es el director de escena Arnaud Bernard quien, en la
búsqueda de homogeneidad y congruencia, se inspiró en tres diversas épocas
del cine francés. Quizás, por casualidad, justamente aquí en Turín, es donde se
encuentra uno de los Museos de Cine, absolutamente más hermosos. Manon Lescaut
de Giacomo Puccini (185401925), compositor a quien el teatro Regio le ha
dedicado en esta temporada un robusto homenaje al corolario de las celebraciones
del centenario de su muerte, la montó en escena por primera ocasión, justo aquí
en Turín, la noche del 1 de febrero de 1893, con la presencia del compositor y
que fue todo un triunfo. Para el título pucciniano, el primero de este original
tríptico, Bernard lo compensa con el realismo poético, la corriente
cinematográfica que se desarrolló en Francia en los años 30 del siglo pasado.
Por lo tanto, la ambientación jugaba mucho con el blanco y el negro, los
claroscuros y mientras más avanzaba la ópera, se notaba más la intimidad del
rasgo de dirección entre continuas referencias entre las
proyecciones cinematográficas y las escenas en vivo. En el fondo aparecían
imágenes maravillosas de Les Enfants du Paradis (Amantes Perdidos) y Le Quai des
Brumes, (El puerto dela niebla), ambas de Marcel Carné, así como La Bête
humaine (La Bestia Humana) de Jean Renoir y Manon de Henri-George Clouzot para
lograr una combinación entre el escenario y el cine, en general, acertada,
aunque especialmente en la parte final de la ópera, la presencia de imágenes
proyectadas lució tan potente (fue emocionantemente perturbador el final de la
película Manon de Clouzet) que provocó una cierta desorientación en el
espectador que no sabía si concentrarse más en las imágenes o en el canto.
Sin embargo, en un balance, el espectáculo estuvo equilibrado, fino en
muchos puntos, y encontró una vía segura y eficiente entre la tradición y
la innovación. El elenco fue elegido de manera adecuada, con Erika Grimaldi
quien interpretó a Manon con voz lírica, de timbre luminoso, y dio lo mejor de
sí en las piezas cerradas (arias y duetos). El Des Grieux generoso y
voluntarioso de Roberto Aronica convenció sobre todo cuando la tesitura salivaba
y el canto se hacía más pasional. Viril y extrovertido fue el Lescaut
esbozado por Alessandro Luongo con voz sana y timbre rotundo. Además, fue un
lujo tener a Carlo Lepore como Geronte di Revoir. Entre los comprimarios,
se puede recordar especialmente, la prueba de Didier Pieri, en el doble papel
del farolero y del profesor de baile, un tenor con una voz bien timbrada y
homogénea, y con una musicalidad franca. Renato Palumbo dirigió sin destellos
particulares, pero fue capaz de mantener un ritmo teatral convincente, mientras
que las intervenciones del Coro del Teatro Regio fueron coordinadas con atención
y cuidado por UlisseTrabacchin.
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