Salome en el Teatro alla Scala de Milán
Foto: Brescia & AmisanoMassimo Viazzo
En una palabra: ¡inquietante! Así estuvo Salome con la puesta en escena
de Damiano Michieletto en el Teatro alla Scala, en la primera nueva producción
después del confinamiento, y que fuera probada de manera parcial el año pasado. El director de escena véneto confeccionó un espectáculo
dramáticamente eficaz en el que el simbolismo y la psicología viajaban hombro con
hombro. Esta Salome debe entenderse como una verdadera hermana de Elektra, una Salome
que en los abusos y más abusos sufridos desde su juventud encontró la fuente
para alimentar su histérica exaltación. Michieletto no inventó ni distorsionó nada
del libreto diseñado por Oscar Wilde, si no que logró un trabajo de análisis en
el subconsciente de Salome, que nunca, como en este espectáculo, hizo que emergieran
sus propios impulsos de la monstruosidad vivida en su adolescencia. El espectáculo debió ser dirigido
musicalmente por Zubin Mehta (quien debutó con esta ópera en la Scala en
1974) pero su estado de salud lo obligó a renunciar. Fue así como tuvo que salir al podio Riccardo
Chailly que por primera vez dirigió esta obra maestra de Strauss en forma escénica.
Aquí, Chailly firmó una de las conducciones más eficaces que se le hayan
escuchado en Milán. El director milanés concertó la ópera con gran transparencia,
extrema atención a la trama interna, exaltando también los aspectos camerísticos
y calibrando a la perfección los puntos culminantes, con orquesta completa.
Cierto que se trató de una dirección de impronta sinfónica, pero nada menos que
estuvo muy atenta al dramatismo que ocurría sobre el escenario. Extraordinaria
estuvo la intérprete del papel principal, Elena Stikhina, que dio vida a
una Salome muy bien cantada desde la primera hasta la última nota, con vigorosa
voz de buena entonación, firme y con un timbre claro, que complementó con una seductora
presencia escénica. Quizás no sea una voz voluminosa, pero estuvo muy bien
proyectada. Una agradable sorpresa en su debut scaligero. El Jochanaan de
Wolfgang Koch pareció un poco estentóreo, aunque estuvo robusto y
seguro. Gerhard Siegel delineó un Herodes menos caricaturesco, con
timbre penetrante y convicción, mientras que Linda Watson se mostró como
una experta y algo lasciva Herodes. Esta
Salome será sin dudas repuesta en una futura temporada, cuando el público pueda
finalmente volver a la sala del Piermarini, y será una cita que no debe
perderse.
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