Sunday, February 21, 2021

Salome en el Teatro alla Scala de Milán

Foto: Brescia & Amisano

Massimo Viazzo

En una palabra: ¡inquietante! Así estuvo Salome con la puesta en escena de Damiano Michieletto en el Teatro alla Scala, en la primera nueva producción después del confinamiento, y que fuera probada de manera parcial el año pasado.  El director de escena véneto confeccionó un espectáculo dramáticamente eficaz en el que el simbolismo y la psicología viajaban hombro con hombro. Esta Salome debe entenderse como una verdadera hermana de Elektra, una Salome que en los abusos y más abusos sufridos desde su juventud encontró la fuente para alimentar su histérica exaltación. Michieletto no inventó ni distorsionó nada del libreto diseñado por Oscar Wilde, si no que logró un trabajo de análisis en el subconsciente de Salome, que nunca, como en este espectáculo, hizo que emergieran sus propios impulsos de la monstruosidad vivida en su adolescencia.  El espectáculo debió ser dirigido musicalmente por Zubin Mehta (quien debutó con esta ópera en la Scala en 1974) pero su estado de salud lo obligó a renunciar.  Fue así como tuvo que salir al podio Riccardo Chailly que por primera vez dirigió esta obra maestra de Strauss en forma escénica. Aquí, Chailly firmó una de las conducciones más eficaces que se le hayan escuchado en Milán. El director milanés concertó la ópera con gran transparencia, extrema atención a la trama interna, exaltando también los aspectos camerísticos y calibrando a la perfección los puntos culminantes, con orquesta completa. Cierto que se trató de una dirección de impronta sinfónica, pero nada menos que estuvo muy atenta al dramatismo que ocurría sobre el escenario. Extraordinaria estuvo la intérprete del papel principal, Elena Stikhina, que dio vida a una Salome muy bien cantada desde la primera hasta la última nota, con vigorosa voz de buena entonación, firme y con un timbre claro, que complementó con una seductora presencia escénica. Quizás no sea una voz voluminosa, pero estuvo muy bien proyectada. Una agradable sorpresa en su debut scaligero. El Jochanaan de Wolfgang Koch pareció un poco estentóreo, aunque estuvo robusto y seguro. Gerhard Siegel delineó un Herodes menos caricaturesco, con timbre penetrante y convicción, mientras que Linda Watson se mostró como una experta y algo lasciva Herodes.  Esta Salome será sin dudas repuesta en una futura temporada, cuando el público pueda finalmente volver a la sala del Piermarini, y será una cita que no debe perderse.

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