Friday, November 25, 2022

La Traviata en el Metropolitan

Foto: Marty Sohl / Metropolitan Opera

Fabiana Crepaldi 

Siempre que pienso en La Traviata del Metropolitan, me viene a la mente la bella e inteligente producción de Willy Decker, de muy buen gusto, con su tono azulado, frío, que contrasta con el sofá rojo en el que Violetta vive sus amores y sus penas, y, eso sí, con el emblemático reloj: enorme, amenazador, que no deja de recordarle a la protagonista que sus horas están contadas. Fue en este escenario donde vi, hace prácticamente una década, las brillantes actuaciones de Natalie Dessay, Diana Damrau, Mathew Polenzani, Plácido Domingo, Dmitri Hvorostovsky. Sin embargo, en diciembre del 2018, la producción de Decker dio paso a la de Michael Mayer; la inteligencia y el buen gusto dieron paso a un tradicionalismo caricaturizado y hasta ramplón. Importante director de Broadway, Mayer ya dirigió Rigoletto (aquella producción del Met de 2012 que transportó la trama a Las Vegas en los años 60) y Marnie, en 2017, en ENO y el Met. De estos, el único que vi en vivo (ya por segunda vez) fue La Traviata. Tan pronto como entré al teatro, en la noche del 12 de noviembre, vi la proyección de una flor, una camelia, obviamente, en la pantalla frente al escenario. Se trata de una referencia (de dudoso gusto) a La Dame aux Camélias, de Alexandre Dumas Fils, obra en la que se basó la ópera. Durante el preludio, con la pantalla aun nublando un poco el escenario, Violetta se levanta de la cama, se acerca a cada uno de los personajes presentes en la habitación, pero ninguno de ellos la ve: es, de hecho, el espíritu de Violetta saliendo de la habitación, abandonando la escena, y dando paso al comienzo de la ópera, en retrospectiva.

En el escenario, la cama (en el centro), un piano, dos mesas y unas sillas permanecen a lo largo de la ópera y adquieren distintas funciones. El piano, por ejemplo, servirá como mesa de juego en el segundo acto, lo que indica que todo está siendo recordado en la habitación donde murió Violetta. Estos elementos fueron bien elegidos, ya que Alphonsine Plessis, o, como se la conocía, a Marie Duplessis, la mujer real en la que se inspiraron la Margarita de Dumas Fils y la Violetta de Verdi/Piave, era de origen campesino y extremadamente pobre, pero, una vez en París como cortesana, aprendió a leer, escribir y a tocar el piano. Además, tuvo entre sus amantes a escritores y pianistas, como Dumas Fils y Franz Liszt. No son solo los muebles del dormitorio los que permanecen iguales a lo largo de la ópera, sino todo el conjunto. Lo que cambia son la iluminación y el vestuario. Durante el intermedio de la transmisión en vivo, que tuvo lugar el 5 de noviembre, la escenógrafa Christine Jones y la diseñadora de vestuario Susan Hilferty explicaron que la ambientación se basa en las cuatro estaciones. Durante el preludio, cuando se abren las cortinas con Violetta muerta, tenemos el invierno (frío, oscuro); en el primer acto, colorido, primaveral, amor floreciente; en la primera parte del segundo acto, con Violetta y Alfredo en la quinta, verano; en la segunda parte, en la fiesta, el otoño y un baile macabro; en el tercer acto, con Violetta debilitada, al borde de la muerte, vuelve el invierno con el que comenzó la ópera. La conexión que se hace, a través de este ciclo, entre el preludio y el tercer acto es bastante afortunada, ya que esta conexión también se da musicalmente. La idea es mejor que el resultado visual, que desde el principio parece hacerse eco de la frase que Annina dirá en el tercer acto: “è carnevale”! Colores, adornos excesivos, luces, algo (nieve, pétalos) que parece confeti cayendo… todo el escenario nos hace sentir como si estuviéramos en medio de un desfile de carnaval, y un carnaval brasileño. La dirección escénica también trajo algunas cosas interesantes. Dos ejemplos: en el primer acto, cuando Violetta le va a dar la camelia a Alfredo, ella toca y, mientras canta, le ofrece la flor y se la quita. Al final de la primera escena del segundo acto, después de leer la nota de Violetta, queda claro que Alfredo solo dice "¡Padre mío!" porque vio a su padre, después de que el viejo Germont le puso la mano en el hombro. Por otro lado, que Violeta se exhibiera, en medio de los invitados a la fiesta prácticamente estáticos, en un semicírculo al comienzo de la ópera, fue una idea desafortunada y artificial.

Como Alfredo Germont, el tenor estadounidense Stephen Costello, con su bello timbre, cumplió correctamente el papel, sin por ello emocionar escénica ni musicalmente. Cierto es que Alfredo es un papel ingrato para el tenor, una especie de joven mimado, que vive bajo el reinado de las pasiones. También es cierto que, en la semana entre la transmisión del video en vivo y la actuación del 12 de noviembre, la actuación de Costello creció notablemente, al igual que su interacción con la Violetta de Nadine Sierra. Sin embargo, aún le falto cierta naturalidad para hacer más convincente su interpretación. Luca Salsi, optimo barítono italiano, fue un refinado Giorgio Germont, muy en el espíritu del personaje creado por Dumas y seguido por Verdi. Su “Madamigella Valery”? fue firme, seco, sin caer en la tentación de llegar de forma excesivamente agresiva, pero cantando entre dientes “Sì, dell’incauto, che a ruina corre,/ Ammaliato da voi”. Quedó clara la evolución que sufre el personaje a lo largo del diálogo con Violetta. Salsi resaltó este cambio de tono poco después de descubrir que Violetta vendía todas sus posesiones para sostener su vida con Alfredo. A partir de ahí, el timbre del barítono se hizo más suave, y los pianos y los matices comenzaron a formar parte de su canto. En Dumas, en lugar de Giorgio Germont, tenemos a M. Duval, que es un hombre mediocre, falto de fuerza y ​​coraje para enfrentarse a la sociedad en la que vive. Dumas lo describe como justo, tierno con Marguerite y sensato, prácticamente disculpándolo. Al principio distante, Duval, después de hablar con Marguerite, se deja convencer por la sinceridad y las buenas intenciones de la ex cortesana. Él explica, sin embargo, que, para la sociedad, ella siempre será una cortesana, su pasado nunca será olvidado, ella y Armand (o Alfredo de Dumas) nunca serán aceptados y la situación se volverá insostenible. Además, tiene una hija "pura como un ángel", ¡muy diferente, entonces, de la contaminada Marguerite! —, cuyo compromiso se verá amenazado si su hermano sigue viviendo con una cortesana. En la ópera, es en “Pura siccome un angelo” que Germont le explica a Violetta la situación de su hija. Con un hermoso piano, Salsi destacó las rosas del amor (Le rose dell'amor), que, según Germont, le correspondía a Violetta evitar que se convirtieran en espinas. En opinión de Germont, por tanto, el amor puro y verdadero era el que existe entre la hija y el novio, sujeto a una condición externa, y no el amor incondicional existente entre el hijo y la cortesana. Eso es lo que Salsi logró transmitir con su canto.

Típica ópera de soprano, el éxito de La Traviata depende de una buena Violetta, y Nadine Sierra tiene atributos importantes que la califican para el papel. Dueña de una voz poderosa, perfectamente audible en un teatro del tamaño del Met, nunca oculta, con peso en los medios y agudos estratosféricos, brillante y segura, encaja en los tres actos, en las tres fases distintas de la vida de Violetta, algo que no siempre ocurre, incluso con grandes artistas. Además, ha desarrollado un altísimo nivel técnico, es musicalmente consistente y tiene una excelente dicción. Justo al inicio, ya en el famoso brindisi, Nadine Sierra puso en acción su hermoso fraseo, con riqueza dinámica y legato, pero al final de este famoso pasaje, la diva aguantó demasiado los agudos, y terminó por detrás de los demás. . Si esto fuera un mero accidente, ni siquiera sería digno de comentario. El problema es que no solo pasó el día 12, sino que también se pudo ver en el vídeo del día 5, y se repitió en todas las demás situaciones del escenario. No me parece razonable suponer que es un problema musical, de tiempo, ya que Sierra ha demostrado su competencia en este campo. Cosa de diva deslumbrada con sus propios agudos... Una pena.

Enferma, en medio de la fiesta, Violetta no se siente bien y se retira. Es un punto en el que es necesaria cierta demostración de debilidad, de fragilidad, algo que, dirigido por Mayer, Sierra no pudo hacer. Riendo, dando vueltas, fue una Violetta coqueta y totalmente sana durante todo el primer acto. Musicalmente, sin embargo, no hay nada que reclamar. En su dueto con Alfredo (Un dì felice, eterea), no repitió de la misma manera la misma melodía, fue musicalmente rica, en la línea de la interpretación de Mariella Devia, una cantante que, según declaró Sierra durante el descanso en la transmisión en vivo, fue su inspiración. Lo mismo ocurre con su gran escena, con la que termina el primer acto, donde, por primera vez, Violetta se siente amada por un joven que se preocupa por ella, por su salud, a diferencia de sus “patrocinadores”, que no eran sus amantes por amor ella, sino por el amor a si mismos. En Dumas, Marguerite le dice a Armand: "Tú me amas por mí y no por ti, mientras que los demás siempre me han amado solo por sí mismos". En Verdi, en un soliloquio durante el recitativo, Violetta ensalza la alegría que no conoció, la de ser amada, amando. En este recitativo sobraba dramatismo, y la dirección escénica carecía de sensibilidad (¡lo que hizo que Sierra fue tirar con rabia una almohada!), defecto más que compensado en el andante (Ah, fors' è lui) y en la cabaletta (Sempre libera), que fueron magistrales. El andante, con un llamativo legato, un fraseo pulido y elegante, con sus notas sostenidas, algunas incluso un poco prolongadas –cuando Violetta dice que tal vez sea el hombre con el que su alma siempre ha soñado–, contrastaba con el sabroso toque belcantista de la cabaletta, con todos los agudos a las que tenemos derecho y que Verdi no escribió, incluido el famoso Mi bemol final, subrayando una frivolidad casi histérica, cuando la heroína niega el amor y dice que siempre quiere ser libre. A partir del segundo acto, Sierra empezó a emplear un estilo más verista, que funcionó bien. Su confrontacion con el Giorgio Germont de Salsi fue uno de los grandes momentos de la ópera, con perfecta sincronía entre los intérpretes. Lo único que faltó, tanto a Sierra como en la conducción de Callegari, fue cierta delicadeza, cierta sensibilidad, en la conmovedora “Dite alla giovine”, cuando Violetta dice que se sacrificará por una joven tan bella y pura. No es que Sierra la cantara sin sentimiento, el problema fue que, con un tempo acelerado, sin hacer el piano, sin que ese canto indicara resignación, la entrega, casi una derrota, sonaba como un vals indiferente, como si eso no significara que estaba sacrificando su vida. Tras la marcha de Germont, la Violetta de Sierra fue pura emoción. No recuerdo haber visto nunca un “Amami, Alfredo” como el de ella, nunca he visto a una Violetta despedirse de su amado de una manera tan verdadera, tan sufrida. Además de la emoción, la interpretación, la voz firme, afinada, con los agudos penetrantes e irresistibles, se escuchaban y distinguían todas las sílabas, lo cual es raro.

En un fragmento transcrito en el ineludible artículo The Violettas of Patti, Muzio and Callas: Style, Interpretation and the Question of Legacy, de Magnus Tessing Schneider, la soprano Luisa Tetrazzini (1871-1941) dice que, para sugerir el agotamiento físico y la proximidad de la muerte, el último acto de la ópera requiere el uso de la voz blanca, sin apoyo suficiente para dar una cualidad vitali al canto. Eso fue, para mí, muy llamativo en la actuación de Nadine Sierra, y su Addio del passato fue conmovedor. Persistiendo en su Traviata verista, Sierra empleó, en este acto, la bien construida respiración sofocada de un enfermo terminal de tuberculosis. Esta característica, sin embargo, funcionó mucho mejor en video, cuando se captaba con el micrófono, que, en vivo, en el enorme Met. Mientras observaba, desde el dress circle, me pregunté si, de no haber visto el video, habría sabido qué era ese gruñido distante y fantasmagórico. En resumen, Nadine Sierra es una gran cantante, tiene una voz aterciopelada, con consistencia y proyección en todas las regiones que utilizó en La Traviata, desde los graves hasta los agudos, pasando por las coloraturas, y tiene una técnica sólida. Esté o no de acuerdo con Violetta que creó, no se puede negar: que ella construyó un personaje con total maestría musical, estuvo atenta a los detalles más pequeños y su interpretación fue muy personal y consistente. Cargó de bel canto en el primer acto y de verismo en los dos actos siguientes. Fue una Violetta agitada, más jovial y dueña de la situación que frágil, debilitada. Con algunas exageraciones, una cierta dosis de exhibicionismo, por momentos parecía totalmente acorde con la producción carnavalesca. ¿Faltó un poco de profundidad? Parece, pero era una Violetta impresionante, y era simplemente imposible desviar la atención de ella por un solo minuto. La sensación de constante agitación no procedía solo de Sierra, sino también del foso: fue una elección del maestro Daniele Callegari, quien dirigió a The Metropolitan Opera Orchestra, lo que no quiere decir que no haya habido momentos de delicadeza, de sutileza, sobre todo en el tercer acto. Además, Callegari se mostró como un maestro atento a los cantantes, dando a Sierra y Salsi la libertad necesaria en sus arias. Como escribió Julian Budden, el preludio es un retrato musical de la heroína, y comienza presentándola en su estado de mayor fragilidad física –no por casualidad, se retoma en el tercer acto. A estas primeras frases le sigue la melodía que lo presenta en todo su esplendor. Por eso es fundamental que el comienzo sea pianississimo (ppp), como indica la partitura, seguido de un crescendo. Sin embargo, no fue con ese pianissimo tan verdiano que la Met Orchestra y Callegari comenzaron la ópera. Es cierto que el Met es un gran teatro, y que en el público el sonido de la orquesta es algo apagado, pero, aun así, era perfectamente posible respetar la indicación de la partitura: he escuchado este pianissimo en otras óperas, incluyendo en Traviatas pasadas. Por lo tanto, desde el preludio, la fragilidad de Violetta estuvo ausente. Para cerrar, haciendo un balance general, fue una gran noche, especialmente gracias a la brillantez de Nadine Sierra y la atractiva orquesta del Met.

Ars Lyrica: "The Red Priest" concierto de Vivaldi en Houston

Foto: Lynn Lane 

Ramón Jacques

Como parte de su temporada 2022-2023, la orquesta de música barroca de Houston: Ars Lyrica ofreció un interesante y sugestivo programa titulado “Red Priest of Venice” o (El cura rojo de Venecia) que era el mote con él se conocía al compositor Antonio Vivaldi (1678-1741) por su cabello pelirrojo y por haberse consagrado sacerdote en 1703. El concierto dedicado íntegramente del músico veneciano, se llevó a cabo en la intimidad de la moderna sala de cámara Zilkha Hall, (del Hobby Center for the Performing Arts) de esta ciudad, un recinto apropiado por sus dimensiones y buena acústica, para la ejecución de este repertorio musical.  Del amplio legado de 865 obras que dejara Vivaldi, y de sus casi 500 conciertos, se hizo una cuidada selección de tres de ellos, que se escucharon en esta velada como el Concierto para violín, 2 oboes, 2 cornos de caza y fagot en fa mayor RV 571, que resalta por su alegre y vibrante confección, así como por la sutil, tenue, y casi imperceptible ejecución del violín de Elizabeth Blumenstock, concertina del ensamble, en el segundo movimiento: Largo. Además, Blumenstock enfatizó el resplandor y luminosidad que emanaba de su instrumento en el Concierto en Fa mayor RV 569, obra para diversos solistas: cornos, oboe y fagot, y una amplia sección de cuerdas. En contraste, se pudo escuchar el Concierto para oboe en La menor, RV 463, obra más reflexiva e íntima, con acompañamiento de cuerdas, y la oboísta invitada Kathryn Montoya, que al igual que el laudista Michael Leopold, quien reforzó a la orquesta durante el concierto, son dos reconocidos interpretes estadounidenses en el ámbito de la música antigua, dentro y fuera del país. La orquesta bajo la conducción de su director titular Matthew Dirst, desde el clavecín, se escuchó compacta, ligera, con adecuada dinámica y tempos. El concierto se complementó de una parte vocal, que incluyó el Stabat Mater RV 561, primera obra sacra del compositor, para cuerdas y alto, que contó con la presencia solista de Aryeh Nussbaum Cohen, un nombre que se debe agregar, a la curiosa, pero extensa lista de notorios contratenores de nacionalidad estadounidense. Nussbaum Cohen, a quien ya había escuchado en años anteriores en Saúl y en Orlando ambas de Handel, en los teatros de Houston y San Francisco, respectivamente; agradó por la expresividad y musicalidad en cada uno de sus registros; su voz posee cuerpo, además de ser flexible y comunicativa, con la capacidad de conmover en las partes más solemnes y doloridas de la obra, como el Quis et homo, por mencionar una, de esta breve obra maestra. En su canto mostró claridad y pureza en la pronunciación y en la emisión del texto. Para redondear el concierto, el propio Nussbaum Cohen eligió tres arias virtuosas de la ópera Bajazet RV 703, obra que como el mismo explicó, tenía previsto estrenar en Estados Unidos con la Portland Baroque Orchestra en marzo del 2022, pero que desafortunadamente debió ser cancelada a causa de la pandemia. Las arias elegidas, y bien cantadas dentro del marco musical ofrecido por la orquesta y la conducción del maestro Dirst, fueron: la intensa “Cruda sorte, avverso fato” la muy ágil “Barbaro traditor” y la radiante "In si torbida Procella"



The Wreckers de Ethel Smyth en Houston - Houston Grand Opera

Fotos: Michael Bishop

Ramón Jacques  

Aunque la Houston Grand Opera se caracteriza por ser una compañía, que además de ocuparse del repertorio tradicional, se enfoca en comisionar y estrenar nuevas operas (por ejemplo, en marzo del 2023, realizará su estreno 74 con Another City de Jeremy Howard Beck), como segundo título de su presente temporada, y mirando un poco hacia el pasado, escenificó la interesante y poco conocida ópera The Wreckers de la compositora inglesa Ethel Smyth (1858-1944) con libreto de Henry Bennet Brewster. La obra que originalmente fue compuesta en lengua francesa, con el título Les Naufrages, no logró interesar a los teatros de Francia o de algún país francófono, por ello, fue estrenada el 11 de noviembre de 1906, en una versión en alemán ‘Standerecht’ en la ciudad de Leipzig. Posteriormente, y gracias al interés del director Thomas Beecham, tuvo su estrenó en Inglaterra en 1909, y al año siguiente, en el Covent Garden. La obra nunca logró entrar al repertorio operístico y prácticamente desapareció, a pesar de que se han realizado de manera esporádica algunas producciones en el Reino Unido, en Alemania, y en Estados Unidos, donde se escuchó por primera vez en concierto, en septiembre del 2007, y en el 2015 en versión escénica en el festival Bard Summerscape en Nueva York, ya en una versión modificada del libreto y traducida al inglés por Amanda Holden. Este año 2022, la obra finalmente pudo escucharse en su versión original en francés, en el Festival de Glyndebourne, y las cinco funciones realizadas en el escenario del Brown Theatre de Houston, representan la primera ocasión que una compañía, considerada de las más importantes en el país, se interesó y se ocupó por la obra. La particular historia de Ethel Smyth la sitúa como la primera mujer compositora en recibir el título honorifico británico de dame (dama), quien fue una prolífica creadora musical y literaria,  una aguda luchadora social, que participó en movimientos a favor del voto de las mujeres, además de ser la única mujer cuyas operas se presentaron tanto en Covent Garden como en el Metropolitan de Nueva York (donde en 1902 fue escenificada su opera Die Wald, distinción que duró más de 100 años hasta que el teatro neoyorquino estrenara en diciembre del 2016 la ópera  L’Amour de Loin de la compositora Kaija Saariaho). Lamentablemente los prejuicios nunca permitieron que sus óperas fueran más conocidas y difundidas, a pesar de que se ha afirmado que The Wreckers es la ópera inglesa más importante antes del surgimiento de Britten, y después de Purcell. Musicalmente, se escuchó una partitura musical muy delicada, pero a la vez rica, intensa y dramática, en la que se pueden percibir, pinceladas de la música de Strauss y Berlioz, el tema de su obertura, reminiscente de los canticos de marinos (Sea shanty) y de las olas del mar, especialmente el largo interludio del tercer acto, son pasajes orquestalmente sublimes, además de contener intensos pasajes corales, arias y dúos, los mejores reservados para los personajes de Marc y Thirza. La ópera pavimentó de alguna manera el camino para Peter Grimes (1945), ya que ambas óperas se sitúan en un pueblo costero y cuentan con una comunidad, coral; y contiene esbozos del verismo, ya que su historia se desarrolla entre un triángulo amoroso, infidelidades, pasiones, muerte, tragedia y celos del personaje de Avis, (análogo al personaje de Santuzza). 

La sencilla trama de The Wreckers, se sitúa en los acantilados de Cornwell, donde la comunidad religiosa revivalista que allí reside, vive saqueando los barcos que ahí naufragan en busca de comida y mercaderías, pero el joven pescador Mark, enamorado de Thirza, la esposa del predicador Pascoe, en contra de la que él considera, una depravada manera de supervivencia del pueblo, decide encender el faro para que los barcos no encallen, por ello, y a lado de Thirza  es, condenado por la comunidad a morir ahogado. El teatro se esmeró en crear una producción fiel al libreto, y las escenografías parecían postales extraídas de Cornwall, un típico pueblo costero de Inglaterra, además de los elegantes vestuarios, que también fueron creados, por Christopher Oram. Louisa Muller, ofreció una adecuada dirección escénica, que fluyó con naturalidad sin cargar o sobreactuar los momentos dramáticos por los que atraviesan los personajes. La iluminación de Marcus Doshi, fue un aspecto importante para dar ese aspecto lúgubre y trágico. No debe dejarse de mencionar la última escena, en la que Mark y Thirza, mueren ahogados en una caverna, en la que empieza ingresar el agua por la fuerza de las olas. ¡Una escena teatralmente muy bien realizada! No hay otros teatros anunciados en la coproducción del proyecto, pero con una producción tan bien realizada, no sería extraño pensar que la ópera será estrenada muy pronto en otros teatros estadounidenses. Al frente de la orquesta, Patrick Summers dirigió con convicción y atención a la partitura, resaltando los momentos orquestales más altos que contiene, en un balance entre los instrumentos y las voces. Muy participativo y uniforme se mostró el coro en sus intervenciones, que fueron varias a lo largo de la función.  El elenco, que mostró un buen nivel, fue encabezado por la mezzosoprano Sasha Cooke, quien actuó con convicción al personaje de Thirza, y cantó con una voz bien modulada, oscura, llamativa, y clara en la expresión del texto. El tenor Norman Reinhardt, se notó muy envuelto en el personaje de Mark, y su aria al ser condenado a morir, la cantó con sentimiento y emoción, y colorido timbre. La soprano armenia Mané Galoyan, cantó con ímpetu y brillantes agudos, ofreciendo una convincente personificación del celoso y rencoroso personaje de Avis. Los barítonos Reginald Smith, como Pascoe, y Daniel Belcher, como Lawrence, cantaron bien y actuaron con la justa mediada a sus personajes.  Un lujo fue contar con el tenor Paul Groves, para las breves apariciones que tuvo como Tallan. Redondearon el elenco el barítono Luke Sutcliff como Harvey, y la mezzosoprano Sun-Ly Pierce, con notables cualidades vocales, en el papel de Jack.


Friday, November 18, 2022

Le Convenienze ed Inconvenienze en el Teatro Coccia de Novara, Italia


Foto: Teatro Coccia di Novara (foto Luigi Cerati)

Renzo Bellardone

Sin querer filosofar, creo que la ironía y sobre todo la auto-ironía son una "sal preciosa" para vivir bien nuestro camino. Aquí en la obra de Donizetti no solo transcurre esta ironía, sino que se exalta paso a paso, ¡haciendo que nos divertimos mucho! Ciertamente, es sólo la cultura y el arte de vivir lo que conduce a la sátira y a la ironía propia, y digámoslo francamente con una mirada imparcial: ciertas situaciones operísticas y ciertos comportamientos de algunos artistas se prestan bien para ser ridiculizados con simpatía. En la ópera “Convenienze ed Inconvenienze teatrali”, sobre el escenario de la Coccia en Novara, varios contribuyeron a entretener a través de la sátira y, sin olvidarnos, antes que otra cosa, ¡estuvo Donizetti con su partitura casi rossiniana y un libreto burlón! Alberto Mattioli pareció echar mano de la dramaturgia con el acertado intento de hacerla contemporánea, aprovechando su amplio conocimiento tanto del panorama operístico como del mundo de la ópera, logrando captar los pequeños defectos y caprichos que a veces rondan entre el vestuario. las salas y el escenario. Renato Bonajuto con la mirada de un atento observador de un mundo que conoce bien con un rasgo irónico y brío constructivo, ha creado un espectáculo muy entretenido con una evidente pasión transmitida a los interpretes que diré que, de manera brillante, han dado captado y dado vida a los variados personajes. Con gusto mencionaré a todos los "actores" a partir del arreglo de Vito Frazzi y la apreciada dirección de Giovanni Di Stefano en el podio del teatro Coccia con la Orchestra Sinfonica italiana en el foso. Las escenas, artísticamente originales de Danilo Coppola y el vestuario de Artemio Cabassi han embellecido decididamente todo el espectaculo. El ballet de Romae Capital Ballet fue muy bien recibido con las coreografías de Riccardo Buscarini retomadas por Giuliano De Luca. El Coro del Teatro Coccia dirigido por Yirui Weng fue interesante y compuesto. La caprichosa y voluble prima donna, o Corilla, fue interpretada por Carolina Lippo. Muy brillante, vivaz y ciertamente dentro del papel tanto en lo vocal como en la parte actoral. En el escenario fue apoyada en sus caprichos por su marido Procolo interpretado por Paolo Ingrasciotta que caracterizó al personaje con atención y habilidad vocal. La joven Leonora Tess dio voz y presencia a Luigia a la que infundio de brillo y viveza. Lorrie García estuvo admirable como Dorotea, y Didier Pieri estuvo muy bien en el papel de Guglielmo. Biscroma Strappaviscere encontró su realización en el falsamente serio Vincenzo Bonsignore, quien se expresó con facilidad vocal y hermoso timbre. El animado Prospero Salsapariglia (y sinceramente los nombres de los personajes ya son un programa) fue fácilmente interpretado por Stefano Marchisio quien se adaptó cabalmente al papel. Muy satisfactorios y deslumbrantes estuvieron también Dario Giorgelé como el conocido empresario y Juliusz Loranzi en el papel del Inspector. ¿Hablamos ahora de Simone Albergini en el papel de Mamma Agata? ¡Simplemente estuvo hilarante! ¡Conocido y apreciado por sus variadas y conocidas interpretaciones, sinceramente no esperaba tanta capacidad interpretativa y tan bonachona ironía sarcástica! Cuando la “Signora Coriandoli” entra en escena desde el fondo de la sala, inmediatamente viene a la mente, pero con las actitudes posteriores de gran diva y gran mujer, Alberghini ha exaltado al personaje con perspicacia, gran experiencia y digámoslo como fue, supo involucrarse con mucha profesionalidad: ¡aplausos para él y para todos!



Thursday, November 17, 2022

The Tempest en el Teatro alla Scala de Milán

Foto: Brescia&Amisano

Massimo Viazzo

¡Finalmente! Finalmente, la ópera contemporánea conmueve, conquista y exalta al público. Finalmente, la voz humana se adueña de la melodía. Finalmente, la tonalidad no es vista más como el enemigo número uno para combatir, o para neutralizar desde que nasce. Finalmente, uno sale del teatro con melodías cantables en la cabeza y no con susurros y silbidos, armonías sinuosas y no ruidosas, se desempolvan hasta las certezas de alguna vez, las viejas y sanas arias, dúos, tríos y hasta un quinteto. ¡Qué maravilla!  The Tempest nos ha reconciliado con la ópera y podría constituir un buen punto de partida para que la ópera tome posesión de su propio tiempo y nuestro tiempo recupere la pertenencia de esta extraordinaria forma de espectáculo que justo con su contemporaneidad siempre ha compartido alegrías y tristezas. A partir de la segunda posguerra, las obras que entraron en el repertorio de forma permanente -aparte de las de los grandes especialistas del género como Prokofiev y Britten, y algunos unicum (por ejemplo, los nombres de Stravinsky, Bernstein y Poulenc me vienen a la mente) - son muy pocas. Thomas Adès con su obra maestra inspirada en la homónima obra shakesperiana ¡ha dado en el clavo! Puesta en escena por primera vez en Londres en el 2004, The Tempest ha sido repuesta muchas veces un poco por todas partes (Estrasburgo, Copenhague, Santa Fe, Lübeck, Quebec, Nueva York, Frankfurt, Viena y Budapest). Es con el montaje escénico de Nueva York del 2012, ideado por Robert Lepage, que ha llegado a la Scala, al final de esta temporada, entre otras cosas por una justa cuadratura del círculo ya que esta producción está ambientada en el teatro milanés. «Milan the fair, Milan the artful, Milan the rare, Milan the skilful, Milan my library, Milan my liberty» canta Prospero poco despues del inicio del primer acto, cuando le cuenta a su hija Miranda los transfondos que los condujeron a la isla desconocida. Lepage individualizó justo el Teatro alla Scala como el lugar en el que se coagulan todas las fuerzas racionales y de ingenio de la ciudad. Es, por tanto, que la obra se desarrolla en una metafórica isla encantada, que es en realidad un teatro, por siempre el lugar mágico y fascinante por excelencia, un sutil juego de teatro en el teatro, ya visto muchas veces en verdad (también aquí en la Scala), pero nunca como en esta vez este el recurso ha sido tan acertado. Thomas Adès condujo con una máxima concentración, cada colorido detalle ha sido puesto en evidencia como mejor no se podría hacer, cada astucia contrapuntística ha recibido el correcto énfasis, todo con el objetivo de dar una fuerte cohesión a la grandiosa partitura, que, recuerdo, surge de una única breve célula motívica. La Orchestra del Teatro alla Scala respondió a los requerimientos del compositor, pianista y director inglés con atención y con conciencia.  Del elenco, brillaron Audrey Luna, un acrobático y vertiginoso Ariel, capaz de tocar con su voz picos siderales difícilmente escuchados en el teatro, la conmovedora Miranda de Isabel Leonard, con su timbre bruñido y voz cálida y homogénea, así como Leigh Melrose, un Próspero, siempre en escena, de dicción esculpida, capaz de modular el propio instrumento vocal pasando con facilidad de la melancolía y amargura a la arrogancia y a a la violencia en el acento.  Josh Lovell personifico un Ferdinand justamente soñador, mientras que su padre, el Rey de Nápoles fue cantado por Toby Spence, con penetrante voz britteniana y angustiante. Al sabio Gonzalo, le dio voz con buen color, rotunda y bien timbrada, Sorin Coliban. Por su parte Robert Murray (Antonio). Paul Grant (Sebastian), Kevin Burdette (Stefano) Owen Willetts (Trinculo) y Frédéric Antoun (Calibran), este último, afectado por una indisposición anunciada antes del inicio de la función, completaron una compañía de canto de alto perfil y muy bien engranada. Al final, fue extraordinario el desempeño del Coro del Teatro alla Scala, dirigido como siempre con gran dedicación por Alberto Malazzi. ¡La temporada 2021/22 concluye así con explosión! Ahora todo está listo para la apertura de la nueva temporada, el 7 de diciembre, con la primera versión de Boris Godunov que será dirigida por Riccardo Chailly con dirección escénica de Kasper Holten.

La Traviata en Houston

Foto: Lynne Lane

Ramón Jacques

Con La Traviata de Verdi, una de las óperas más conocidas y representadas del repertorio, inició una nueva temporada de la Houston Grand Opera.  El titulo con la producción escénica utilizada y vista en esta ocasión, trae a la memoria un sinfín de buenos y malos recuerdos, y vicisitudes por las que tuvo que atravesar el teatro para llegar a este día. A lo largo de la historia los teatros de ópera han tenido que sobreponerse a desastres naturales o a decisiones humanas que han causado su cierre como: incendios, terremotos, inundaciones, recientemente una pandemia, o guerras y remodelaciones, para cumplir su propósito de producir ópera; pero quizás ninguno otro, además de Houston, ha sufrido la destrucción causada por la fuerza de un huracán - como Harvey, en agosto del 2017- tan solo unas semanas antes de la inauguración de su temporada, que iniciaría con La Traviata, con la que se estrenaría un nuevo montaje de la directora Arin Bus, y el diseñador Riccardo Hernández, realizado en coproducción con la Lyric Opera de Chicago. Para entender la magnitud de la situación afrontada por este teatro, que debió cancelar su temporada por la inundación y daños a la sala, foso, escenario, oficinas, bodegas de vestuarios y escenografías, estacionamientos subterráneos etc; cabe señalar que Harvey ha sido el huracán de mayor categoría que ha tocado tierra en Texas, con vientos de más de 215 kms por hora, y lluvias, que en solo 4 días, vertieron sobre la región y ciudad de Houston, 54 pulgadas de agua, que equivalen a aproximadamente 41 billones de litros de agua.  Un par de meses después, se pudo rescatar parte de la temporada, y en un escenario creado ex profeso en una de las inmensas salas del centro de convenciones, y pesar de no contar con las condiciones ideales – por acústica, orquesta situada detrás de los intérpretes, falta de espacio para el coro que cantó entre el público, pero con el elenco originalmente anunciado, se llevaron a cabo en versión semi-escénica, ocho funciones de Traviata. Es por ello, que esta inauguración, tiene un valor especial para la compañía y fue obviamente recordada, ya que ¡en una historia digna de un libreto operístico! cinco años después, se vio finalmente la obra con este montaje. Situado en una época y tiempo indefinido, aunque los elegantes vestuarios de Cait O’connor, nos remitían al siglo diecinueve, y bajo la premisa que los hechos que suceden en la ópera pueden suceder en la actualidad, la directora de escena Bus se permitió algunas ocurrencias como el uso de máscaras, marionetas, exagerada actuación a manera de representar los excesos y el libertinaje, cargados simbolismos, que, si bien no eran novedosos, no interfirieron en el desarrollo de la escena.  La escena se desarrolló dentro de un muro semicircular al fondo del escenario, con algunos elementos de utilería, y resaltó el juego de iluminación, con claroscuros de Marcus Doshi.  Vocalmente y en su debut local, la soprano Angel Blue, cargó con el peso de la función, con una voz rotunda, ágil, y nítida en sus agudos y proyección. Escénicamente se le vio involucrada y convincente en su papel y supo administrar y conjugar bien su desempeño vocal con su el escénico.  El tenor Matthew White, que ocupó el lugar del originalmente anunciado Bryan Hymel, mostró buenas cualidades vocales, pero una evidente falta de conexión y química entre su Alfredo y Violetta.  A pesar de su amplia voz y grato timbre baritonal, tampoco logró convencer el barítono ucraniano Andrei Kymach como Giorgio Germont, en escena más preocupado y atento a dar las notas correctas, que por mostrar una conjunción con los demás intérpretes. Emily Triegle dio vida a una sensual y atractiva Flora, y el resto de los interpretes en papeles menores, la mayoría miembros del Houston Gran Opera Studio cumplieron satisfactoriamente.  Por su parte el coro, bajo la experta conducción de Richard Bado, su titular desde 1989, agradó por su intensidad, uniformidad y participación. La conducción musical de Matthew Aucoin, el joven compositor y director de orquesta estadounidense, en su debut local, careció de ímpetu y chispa, sin profundizar en la búsqueda del color y matiz de las óperas verdianas. Su lectura lenta, rutinaria y poco estilizada, causo algunos desfases con el escenario y con los músicos de la orquesta quienes se notaban algo condicionados.

The Tempest di Thomas Adès - Teatro alla Scala Milano

Foto: Brescia & Amisano

Massimo Viazzo 

Finalmente! Finalmente l’opera contemporanea commuove, conquista, esalta il pubblico. Finalmente la voce umana si rimpossessa della melodia. Finalmente la tonalità non viene vista più come il nemico numero uno da combattere, da neutralizzare sul nascere. Finalmente si esce da teatro con in testa melodie cantabili e non fruscii e sibili, armonie sinuose e non rumorose, si rispolverano persino le certezze di una volta, le vecchie e sane arie, i duetti, i terzetti e persino un quintetto. Ma che meraviglia! The Tempest ci ha riconciliato con l’opera e potrebbe costituire un buon punto di partenza affinché l’opera si riappropri del proprio tempo e il nostro tempo si riappropri di questa straordinaria forma di spettacolo che proprio con la contemporaneità ha sempre spartito gioie e dolori. Dal secondo dopoguerra in poi le opere che sono entrate stabilmente in repertorio - a parte quelle dei grandi specialisti del genere come Prokofiev e Britten, e qualche unicum (ad esempio mi vengono in mente i nomi di Stravinskij, Bernstein e Poulenc) - sono pochissime. Thomas Adès con il suo capolavoro ispirato all’omonima pièce shakespeariana ha fatto centro! Andata in scena per la prima volta a Londra nel 2004, The Tempest è stata ripresa molte volte un po’ dovunque (Strasburgo, Copenhagen, Santa Fe, Lubecca, Québec, New York, Francoforte, Vienna e Budapest). Ed è l’allestimento di New York del 2012, curato da Robert Lepage, quello che è approdato alla Scala in coda a questa stagione, tra l’altro per una giusta quadratura del cerchio in quanto questa produzione è ambientata proprio nel teatro milanese. «Milan the fair, Milan the artful, Milan the rare, Milan the skilful, Milan my library, Milan my liberti» canta Prospero poco dopo l’inizio del primo atto, quando racconta alla figlia Miranda gli antefatti che li hanno condotti sull’isola sconosciuta. Lepage individua proprio il Teatro alla Scala come luogo in cui coagulano tutte le forze razionali e di ingegno della città. Ecco quindi che l’opera si svolge in una metaforica isola incantata che in realtà è un teatro, da sempre luogo magico e ammaliante per eccellenza, in un sottile gioco di teatro nel teatro, già visto molte volte in verità (anche qui alla Scala), ma mai come questa volta questo espediente è stato tanto azzeccato. Thomas Adès ha diretto con una concentrazione massima, ogni dettaglio coloristico è stato messo in evidenza come meglio non si potrebbe, ogni accorgimento contrappuntistico ha ricevuto il giusto risalto, il tutto con l’obiettivo di dare una forte coesione alla grandiosa partitura, che, ricordo, scaturisce da un’unica breve cellula motivica. E l’Orchestra del Teatro alla Scala ha risposto alle sollecitazioni del compositore, pianista e direttore inglese con attenzione e consapevolezza. Nel cast hanno brillato Audrey Luna, un acrobatico e vertiginoso Ariel, capace di toccare con la sua voce vette siderali difficilmente ascoltabili in teatro, la commossa Miranda di Isabel Leonard, di timbrica brunita e voce omogenea e calda, Leigh Melrose, un Prospero, sempre in scena, dalla dizione scolpita, capace di modulare il proprio strumento vocale passando con facilità dalla malinconia e amarezza alla tracotanza e alla violenza dell’accento. Josh Lovell ha impersonato un Ferdinand giustamente sognante, mentre suo padre, il Re di Napoli era cantato da Toby Spence, voce britteniana penetrante e angosciante. Al saggio Gonzalo ha dato voce, di bel colore, rotonda e ben timbrata, Sorin Coliban. Robert Murray (Antonio), Paul Grant (Sebastian), Kevin Burdette (Stefano), Owen Willetts (Trinculo) e Frederic Antoun (Caliban), quest’ultimo afflitto da una indisposizione annunciata prima dell’inizio della recita, completavano una compagnia di canto di alto profilo e molto ben affiatata. Straordinaria, infine la prova del Coro del Teatro alla Scala, guidato come sempre con grande dedizione da Alberto Malazzi. La stagione 2021/22 si chiude così con il botto! Tuti pronti ora per l’apertura della nuova, il 7 dicembre con la prima versione del Boris Godunov diretto da Riccardo Chailly con la regia di Kasper Holten

Wednesday, November 16, 2022

Otello en Trieste

Foto: Fabian Parenzan

Rossana Poletti 

"No es un drama de celos...", dijo el director Giulio Ciabatti en la conferencia de presentación de Otello, organizada en el Teatro Verdi de Trieste: los celos son solo la apariencia, pero la escritura musical nos lleva lejos, a un lugar donde no hay justicia social y ni siquiera justicia divina. Giuseppe Verdi reinventa el teatro clásico y traiciona a Shakespeare (corta todos los antecedentes presentes en la tragedia del Bardo, que muestran lo poco que se aprecia la unión entre el moro y la joven veneciana), hace huir a Jago y no lo mata a él. Y la ironía de lo trágico impregna toda la obra. En toda historia hay un mal héroe, Jago traduce un problema político a nivel personal: cuestionar la inocencia y la pureza de Desdémona y Otelo. Aquí asistimos a la disolución del héroe, la apariencia supera a la realidad, un concepto mucho más importante y actual. Y luego está la cuestión de la respetabilidad de Cassio: ¿a qué estamos dispuestos a renunciar en nombre de la respetabilidad, en nombre de la apariencia? Desdémona no es víctima de feminicidio, estos temas actuales nada tienen que ver con Verdi y Shakespeare. Recita su credo de piedad por la debilidad y la locura humana, pero exonera al moro antes de morir. Lo divino permanece invisible, oculto, incomprensible, inaudito; Verdi muestra solo un atisbo de lástima por alguien que recita un guion que otros han escrito.» Es la edad avanzada la que apaga las grandes pasiones que habían caracterizado la obra del compositor de Busseto, que ahora hace gala de una mayor comprensión de la dinámica humana, sin la esperanza de los ideales juveniles, con la resignación que inevitablemente arrastra la madurez, una triste y oscura resignación, como le sucedió a Rossini que durante muchos años no dio señales de vida artística para luego culminar su experiencia operística con Guglielmo Tell. Ciabatti fue criticado por algunos por la elección de los escenarios, vacios iguales para todos los actos: «Una sala azul y alabastro, columnas y tarima en el centro, imprescindible, nada que ver con la tradición, pero tampoco con la contemporaneidad, los jóvenes deben venir al teatro por la magia del mismo, -dijo- no porque las escenas reflejen lo contemporáneo.» Y cómo no estar de acuerdo con él cuando finalmente logra hacer teatro con las masas artísticas, con su movimiento en el escenario, con el uso admirable de los colores de las vestiduras, que, desde el rojo central de los bailarines, que imitan el fuego, degradan a tonos marrones del entorno, y de las luces que, junto a la potencia de la música y las voces, plasman admirablemente el momento del coro entonando “Fuoco di gioia” "Fuego de alegría", mientras la sórdida trampa de Jago ya había estallado. Hubo armonía de intenciones entre el director de escena y el director musical: Daniel Oren recuerda que es importante el acuerdo con el director Ciabatti, que ama la música y la ópera, y que «... expresa una estética del gusto, aborreciendo el gusto del horror que se desata hoy y que no puedo soportar. El regreso de Daniel Oren a la dirección de la Orquesta del Verdi fue importante. La elección marca la voluntad de subir una cuesta que empezaba a resultar peligrosa. Partimos de nuevo de lo que sabemos y de quién dio los primeros pasos de una carrera artística deslumbrante con Verdi en Trieste. «Otello de Verdi es una de las óperas más difíciles de poner en escena -dijo Oren- estamos en otro mundo, después de 16 años de interrupción de Aida, Verdi se enfrenta a una nueva etapa, en contenido y en forma. Inmediatamente entras en la tormenta, no hay obertura; el dúo de amor del primer acto es el segundo de los dos únicos compuestos por Verdi, siendo el otro el de Riccardo y Amelia en Un ballo in maschera. Apoyado en los violonchelos divisi, sonido maravilloso, pero ya no se desarrolla simétricamente, cuatro en cuatro compases, sino que avanza sin retroceder en un crescendo de pasión conmovedora. El concertato del tercer acto, Verdi es el rey de los concertatos, -recuerda el director musical- aparece en una estructura completamente renovada, doce personajes y cada uno expresa caracteres diferentes y sobre todo una armonía extraordinaria.» Y sobre la elección de los cantantes, Oren recuerda cómo no es fácil crear una compañía de ópera hoy en día, ya no hay Otellos: «Necesitamos un color especial para este papel, un tenor dramático oscuro, Jago es un barítono dramático de gran calidad como incluso la soprano. Arsen Soghomonyan fue elegido para Otello, y como es barítono quizás por eso pareció luchar al comienzo de su interpretación en el primer acto, luego continuo su actuación con éxito y convenció. En el dúo "Dio ti giocondi, osposo", dividido entre su amor por la mujer y el demonio de los celos que lo devoran, expresó con fuerza el contraste de sentimientos que lo abrumaban. Desdémona fue Lianna Haroutounian, quien hizo gala de una excelente técnica vocal, capaz de una gran extensión, escatimando por momentos en una pasión que sería evidente para los momentos vividos. El Jago del joven barítono Roman Burdenko fue probablemente el mejor intérprete de la compañía, fuerte con una importante calidad actoral, capaz de transmitir la crueldad del personaje, pero también de alternar los dos registros de fachada e intriga. Todos los actores secundarios estuvieron excelentes, desde el notable Cassio de Mario Bahg hasta Emilia de Marina Ogii, como también Giovan Battista Parodi (Lodovico), Enzo Peroni (Roderigo), Fulvio Valenti (Montano) y Giuliano Pelizon (Un heraldo).




Sunday, November 13, 2022

Le Convenienze ed Inconvenienze Teatrali di Donizetti - Teatro Coccia di Novara

Foto: Teatro Coccia di Novara

Renzo Bellardone

Senza voler filosofeggiare credo che l’ironia e soprattutto l’auto ironia siano un “sale prezioso” per vivere bene il nostro cammino!  Ecco che nell’opera donizettiana quesa ironia non trapela soltanto, ma si esalta passo a passo, divertendo assai !

LE CONVENIENZE ed  INCONVENIENZE TEATRALI – Teatro Coccia Novara 11 novenbre 2022 Farsa in due atti Musica diGaetano Donizetti Libretto diDomenico Gilardoni Arrangiamento di Vito Frazzi Drammaturgia Alberto Mattioli Direttore Giovanni Di Stefano Regia Renato Bonajuto Scene Danilo Coppola Costumi Artemio Cabassi Coreografie Riccardo Buscarini Coreografie riprese da Giuliano De Luca Corpo di Ballo Romae Capital Ballet. Corilla Carolina Lippo Procolo Paolo Ingrasciotta Mamma Agata Simone Alberghini Luigia Leonora Tess Dorotea Lorrie Garcia Guglielmo Didier Pieri Biscroma Strappaviscere Andrea Vincenzo Bonsignore Prospero Salsapariglia Stefano Marchisio L'Impresario Dario Giorgelè L'Ispettore del Teatro Juliusz Loranzi Maestro del Coro Yirui Weng Coro del Teatro Coccia Orchestra Filarmonica Italiana Coproduzione con il Teatro Municipale di Piacenza e Teatro dell'Opera Giocosa di Savona

Certamente è solo la cultura e l’arte di vivere che porta alla satira ed all’autorironia e diciamolo francamente con occhio distaccato: certe situazioni operistiche e certi comportamenti di alcuni artisti ben prestano il fianco ad essere messi simpaticamente alla berlina. Nelle “ Convenienze ed inconvenienze teatrali” sul palco del Coccia di Novara, in diversi hanno contribuito a divertire attraverso la satira e ...non dimentichiamolo...primo fra tutti Donizzetti a cominciare dalla partitura quasi rossiniana e da uno sbeffeggiante libretto! A metter mano alla drammaturgia con l’intento riuscito di contemporaneizzarla, appare Alberto Mattioli che mette a frutto la sua ampia conoscenza sia del panorama operistico che del mondo dell’opera, riuscendo a cogliere i difettucci ed i capricci che a volte aleggiano tra i camerini ed il palco. Renato Bonajuto con occhio da attento osservatore di un mondo che ben conosce con tratto ironico e verve costruttiva, ha realizzato uno spettacolo divertentissimo con evidente passione trasmessa agli interpreti che hanno colto, direi brillantemente vissuto i vari personaggi. Con piacere si vanno a citare tutti gli “attori” a partire dall’arrangiamento di Vito Frazzi e dalla apprezzata direzione di Giovanni Di Stefano sul podio del Coccia con in buca l’Orchestra sinfonica italiana. Le scene artisticamente originali di Danilo Coppola ed i costumi di Artemio Cabassi hanno decisamente impreziosito il tutto. E’ stato simpaticamente accolto il balletto di Romae Capital Ballet con le coreografie di Riccardo Buscarini riprese da Giuliano De LucaInteressante e composito il Coro del Teatro Coccia diretto da Yirui WengLa prima donna capricciosa e volubile, ovvero Corilla è interpretata da Carolina Lippo brillante, vivace e certamente in ruolo sia vocalmente che attorialmente. Sul palco è sostenuta nei suoi capricci dal marito Procolo interpretato da Paolo Ingrasciotta che caratterizza il personaggio con attenzione ed abilità vocale. La giovane Leonora Tess  da voce e presenza a Luigia cui infonde brillantezza e vivacità. Lorrie Garcia è ammirata in Dorotea come  Didier Pieri è molto bravo nel ruolo di Guglielmo. Biscroma Strappaviscere trova realizzazione nel fintamente compassato Vincenzo Bonsignore  che si esprime con facilità vocale e bel timbro. Il movimentato Prospero Salsapariglia (e sinceramente già i nomi dei personaggi sono un programma) è agilmente interpretatso da Stefano Marchisio perfettamente attagliato al ruolo. Molto soddisfacenti e sfolgoranti anche Dario Giorgelé nel ben noto impresario e Juliusz Loranzi nel ruolo dell’Ispettrore. Vogliamo ora parlare di Simone Albergini in Mamma Agata? Semplicemente esilarante! Conosciuto ed apprezzato per le sue varie e ben note interpretazioni non mi aspettavo sinceramente tanta capacità interpretativa e ironia  bonariamente sarcastica! Quando entra in scena da fondo sala viene subito alla mente la “Signora Coriandoli” , ma con gli atteggiamenti successivi da gran diva e gran donna, Alberghini ha esaltato il personaggio con acume, grande esperienza e diciamolo pure… ha saputo mettersi in gioco con grande professionalità: un plauso! La Musica vince sempre.

Tuesday, November 8, 2022

Les Nouveaux Caractères en la Sala Nezahualcóyotl de México

Foto: JNM/ RJ

José Noé Mercado 

Como parte del ciclo Música Antigua presentado por CulturaUNAM, y en lo que fue una tarde sonora de belleza barroca, el ensamble francés Les Nouveaux Caracterès ofreció el concierto Leçons de ténebrès (Lecciones de tinieblas) realizado en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario. La agrupación especializada en música antigua fundada en 2006 en Lyon, Francia, que en 2016 ya había visitado nuestro país para presentar en el marco del Festival Internacional Cervantino Don Chisciotte alle nozze di Gamace (Don quijote en las bodas de Camacho), ópera bufa con danzas entremezcladas de Antonio Salieri, contó en esta ocasión con la participación de su director Sébastien d’Hérin (también responsable del clavecín y el órgano), las sopranos Caroline Mutel y Hasnaa Bennani, el violonchelista Thomas Duran y la violinista Yaoré TalibartEl programa dio inicio con el Preludio sin medida para clavecín y la Sinfonía en Re menor, ambas piezas de Louis Couperin (c. 1626-1661), en las que el ensamble dio muestra del articulado sonido que permearía durante el concierto. Después se interpretaron de manera intercalada la Première y Deuxième leçons de ténèbres del sobrino de Louis, François Couperin (1668-1733), con la Sinfonía a 3 en Re y Gran Pasacalle en Do para clavecín de Louis Couperin. La primera parte cerró con O amor Jesu, a 3 voces, del compositor romano Paolo Lorenzani (1640-1713). Además de una ejecución especializada, cuidadosa de las formas barrocas y del fraseo instrumental y vocal, como si de una clase magistral se tratara, Les Nouveaux Caractères desplegó un preciso y aceitado mecanismo de sonido, atractivo en su ritmo y expresividad. Luego del intermedio se interpretó la Sonata para violín y bajo en Re menor de la compositora francesa Elisabeth Jacquet de la Guerre (1665-1729), obra en la que lució con particular brillo Yaoré Talibart, quien en la actualidad toca un violín Giovanni Grancino de 1698, cedido por el Conservatorio de París. A lo largo de los siete movimientos y no sin una depurada rigurosidad técnica conjunta y ensamblada con Sébastien d’Hérin y Thomas Duran, Talibart mostró una amplia variedad de recursos dinámicos para colorear con lirismo y calidez el sonido. La emocionalidad de su interpretación pudo admirarse lo mismo en frases lánguidas de pinceladas suaves que en danzarines prestos en los que ella misma acompasaba su cuerpo con las sinuosidades de la música. La recta final del programa, coronada con un encoreextraído de las obras interpretadas, llegó con la Troisième leçon de ténèbres de François Couperin y Carrillón de Louis Couperin.  Cada integrante del ensamble destacó particularidades individuales y lo mejor es que las sumaron al conjunto para la ejecución notable de las obras. Las dos sopranos, con bellas voces, resolvieron su canto con musicalidad en sus frases y no menos solvencia estilística. Caroline Mutel, también directora de escena, con una voz de mayor madurez y vibrato más amplio; y Hasnaa Bennani, franco-marroquí, con una emisión homogénea y de exquisita calidez; ambas arropadas por la sólida base melódica de Thomas Duran y el grácil dibujo sonoro de Yaoré Talibart, y todos bajo la protagónica y no solo atinada dirección de Sébastien D’Hérin. Éstas fueron lecciones de tinieblas, pero lo cierto es que resultaron más que luminosas.