Foto: Brescia & Amisano
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Massimo Viazzo
Como tercera producción de esta anómala temporada operística alterada por la pandemia (con una ópera al mes in streaming, después de Così fan tutte en enero y Salome en febrero, transmitidas en la plataforma en línea de la red televisiva nacional italiana RAI) el Teatro alla Scala propuso un díptico constituido por dos títulos de Kurt Weill: Los Siete Pecados Capitales y la Mahagonny Song, este último título una especie de bosquejo preparatorio de su futura obra maestra Ascenso y Caída de la ciudad de Mahagonny, ambas obras fruto de la colaboración entre el compositor alemán, naturalizado estadounidense, con Bertold Brecht, que fueron creadas en los años 30 como una metáfora del declive de los valores de la sociedad burguesa. Se puede decir inmediatamente que se trató en general de un inocente, inocuo. La provocativa fuerza contenida en la música y en el texto se perdió sobre un escenario amueblado con objetos reutilizados, algunas referencias a la contaminación ambiental, proyecciones en blanco y negro en el fondo, y una actuación correcta, pero nada incisiva, carente de verdaderos momentos mordaces o picantes como era legítimo esperar de las dos obras que basan su razón de ser en la sátira y el sarcasmo. Por lo tanto, la directora de escena franco-británica Irina Brook confeccionó un espectáculo, que no fue ni sarcástico ni mordaz. Las dos protagonistas Kate Lindsey y Laureen Michelle llevaron sus personajes de manera adecuada, pero con voces no muy voluminosas y un fraseo sin variaciones. Estuvo mejor la parte orquestal confiada a la baqueta de Riccardo Chailly, correctamente alienada de la realidad, pero quizás demasiado cuidada en cuanto a la belleza del sonido. La sorpresa al final del espectáculo fue el homenaje a Jim Morrison con su canción ‘Alabama Song’ la pieza más notable de Mahagonny.
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