Foto: Rafael Payare son / San Diego Symphony
Ramón
Jacques
La orquesta San Diego Symphony Orchestra inauguró una nueva temporada con la célebre obra coral-orquestal, el Réquiem de Verdi. Tal parece que es una pieza de la que se han adueñado las orquestas sinfónicas, ya que se escucha con mayor frecuencia en las salas de concierto que en los teatros de ópera, pero ello ha contribuido a que su vigencia se mantenga intacta, y para su ejecución se utilizan siempre voces de gran espesor como las que usualmente se requieren para las óperas de Verdi. La orquesta de San Diego parecería no gozar de la misma difusión internacional de otras cercanas a ella, como la de San Francisco, y especialmente la de Los Ángeles, sin embargo se trata de una de las instituciones musicales más antiguas y solidas en los estados unidos, y la agrupación musical más antigua de California, habiendo realizado su primer concierto hace más de cien años, en diciembre del 1910. Con una renovada nómina de músicos, estadounidenses e internacionales que se han incorporado en pocos años a su plantilla, actualmente se sitúa en el llamado, Tier 1, en el ranking de las orquestas estadounidenses, es decir en un nivel alto, por presupuesto y por la cantidad y calidad de los solistas y directores de orquesta invitados a sus conciertos cada año. La orquesta actualmente se encuentra en manos de su titular, el maestro venezolano Rafael Payare, así como del maestro neerlandés Edo de Waart, que entre ambos combinan, por un lado, explosividad y juventud, y por otro, experiencia y carácter. (No olvidar que de Waart posee también una amplia trayectoria como director de ópera, ya que en el pasado fue director musical de la ópera de Santa Fe). Actualmente la sala de conciertos Copley Symphoy Hall, sede de la agrupación se encuentra cerrada por remodelaciones hasta el 2024 y la orquesta vive un periodo itinerante presentándose en diversos teatros de la ciudad, por lo que estos conciertos inaugurales se llevaron a cabo en su sede de verano, conocida como The Rady Shell at Jacobs Park, un teatro al aire libre a pocos metros de distancia de la bahía de San Diego. En cuanto a la obra, es curioso pensar que para su composición, Verdi, destacado creador operístico, haya tenido en mente las muertes de Rossini, y posteriormente la del poeta Alessandro Manzoni, para crear una misa, y obra maestra, basada en un relevante texto católico, cuando personalmente no se consideraba creyente e incluso rechazaba a la iglesia y su estructura a la que asociaba con la hipocresía, los privilegios y la opresión; aunque al final parece que poseía algunos ideales cristianos que logró plasmar en la partitura. Para la ejecución de este concierto, se contó con la presencia de ciento cuarenta instrumentistas y setenta coristas de la San Diego Master Chorale, sobre el escenario, además de los solistas. Desde el podio Rafael Payere logró conjugar con homogeneidad a todas las fuerzas musicales, en una lectura, dramática, detallada y con precisión en cada detalle. No pareció perder el control ni abrumar con fuerza vocal o instrumental transmitiendo expectación, zozobra y palpitación. La soprano Leah Crocetto, cantó con una voz potente y bien proyectada, que mantuvo así a lo largo del concierto. Su timbre es brillante, y aunque posee un vibrato que podría sonar de estilo un poco anticuado, destaco en el Rex tremendae y cautivó en el siempre conmovedor Libera me. Por su parte el tenor Limmie Pulliam, que ha tenido un buen inicio de carrera abordando papeles en operas de Verdi, como en su reciente Manrico en Il Trovatore en la ópera de Los Ángeles, mostró solidez en su voz y en sus agudos, con una cierta cualidad oscura, casi baritonal. Su interpretación del Ingemisco, por momentos sonó más a una estilizada aria operística que a una pieza de tono religioso. La mezzosoprano Jennifer Johnson Cano fue la más sobresaliente de los solistas, con un canto dramático, aterciopelado con el que transmitió emoción y le dio vitalidad a su parte. Por su parte el barítono Aleksey Bogdanov, mostró una voz con buenas cualidades, pero pareció enfocarse en la fuerza y la potencia careciendo por momentos de sentido su canto. El monumental coro, San Diego Master Chorale, bajo la dirección de John K Russell, cumplió con el importante papel que juega en esta pieza, especialmente en el Dies Irae y en el Rex Tremendae
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