Foto: Michael Brosilow
Ramón Jacques
Jenůfa, ópera en tres actos del compositor checo Leoš Janáček
(1854-1928) basada en la obra Její
pastorkyňa (traducida al español como ‘su
hijastra’) de la escritora Gabriela Preissová (1862-1946) ingresó al
repertorio de la Lyric Opera de Chicago en noviembre de 1959, y desde entonces
no ha sido ofrecida con regularidad en este escenario. Esta reposición no solo
era considerada como uno de los atractivos de la actual temporada, sino que
también era la ocasión ideal para introducir al público local, y en el papel
principal, a una de las cantantes más destacadas de la actualidad, la soprano
noruega Lise Davidsen, quien después
de cantar las primeras funciones se retiró de la producción, ocasionando una sensible baja
y cierta desilusión para quienes esperábamos disfrutar de su interpretación,
sobre todo después de la muy grata impresión que dejara en su recital en Los
Ángeles el pasado mes de septiembre. Por las circunstancias en las que se dio
su retiro y la dificultad de poder cuadrar fechas entre la artista y el teatro
dificultaran seguramente su futuro regreso a corto plazo a este escenario. Su lugar fue ocupado por la soprano
estadounidense Kathryn Henry, actual
miembro del estudio del teatro, con una discreta trayectoria pero que supo
sacar adelante de manera satisfactoria el arduo personaje, exhibiendo una
elegante y encantadora presencia escénica, una voz de agradable coloración, pero en ciertos
momentos dada su escasa proyección tuvo dificultades para ser escuchada entre
la densa orquestación, aunque se nota que es una artista interesante que tendrá
una gran proyección, sobre todo después
de haber abordado esta ardua prueba. Al
final, la ópera contiene otro papel sobresaliente como lo es el de la maliciosa
madrasta Kostelnička, que fue interpretado con notable dominio y maestría por
la soprano Nina Stemme cuya
actuación fue acorde a la perversidad del personaje, desplegando su potente y
bien modulada voz, a la que supo darle sentido imprimiéndole dramatismo, fuerza
e ímpetu, con las valiosas cualidades que posee en su canto. El tenor Pavel
Černoch demostró la afinidad y el apego que tiene por este repertorio y
cantando en su propia lengua, le dio el carácter y credibilidad que requiere el
personaje de Laca, lo opuesto fue el tenor Richard
Strey Smagur quien personificó al pusilánime y temeroso Števa, que cantó
con voz amplia y profunda pero que no supo identificarse con el papel logrando
apenas una discreta participación. En el
papel de la abuela Buryja, y en su debut local, la experimentada mezzosoprano Mariane Cornetti dejo constancia de su
amplia experiencia y tablas sobre el escenario.
El resto de los cantantes del elenco, algunos miembros del Ryan Opera
Center, el estudio del teatro, cumplieron adecuadamente con sus breves papeles
asignados como el barítono Laureano
Quant como el capataz, la soprano Lindsey
Reynolds como Barena, la mezzosoprano Lucy
Barker como Karolka, la mezzosoprano Sophia
Maekawa una pastora, así como la soprano Kimberly McCord, miembro del coro del teatro quien cantó el papel
de Jana. Sin olvidar al seguro y experimentado barítono Wayne Tiggs como el alcalde, y la mezzosoprano Katherine DeYoung como la Alcaldesa. Para la parte visual se
importó la producción del Royal Opera House de Londres, donde se estrenó en
septiembre del 2021, de Claus Guth,
con escenografías ideadas por Michael
Levine, y los oscuros vestuarios de Gesine Völlm,
que entre tres paredes que encerraban el escenario, algunas proyecciones sobre
ella, e iluminación en tonos negros, blancos y grisáceos, crearon una puesta
minimalista y sombría, al final la trama es oscura y trágica debido a un
infanticidio, pero que recurrió ciertas ideas ya vistas y utilizadas en otros
propuestas como el uso de sillas, los pétalos de flores sobre el suelo, similar
a lo visto en Eugenio Onegin de Robert
Carsen, además de algunos detalles discutibles como el personaje vestido de
cuervo que acecha a Jenůfa, que es encerrada inexplicablemente en una jaula de
metal. Cierto, son licencias que se toma la dirección escénica, pero que no
parecieron aportar mucho ni a la historia ni a la estética visual del
espectáculo. Lo más rescatable, que aportó vitalidad y color fueron los
bailables y los vestuarios típicos utilizados por los personajes en la escena
de la boda entre Laca y Jenůfa. Participativo y preponderante estuvo el coro
cuando fue requerido. Uno de los puntos
más altos de la función, además de la presencia de Nina Stemme, fue la lectura
de la suntuosa y oscura partitura del maestro checo Jakub Hrůša, quien supo resaltar los momentos dramáticos y oscuros,
así como los tintes de música folclórica contenida en la orquestación de
Janáček, y lo hizo de manera detalla, precisa y matizada, obteniendo una
respuesta entusiasta y memorable de los músicos de la orquesta del teatro.
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