Thursday, June 21, 2018

Tres hermanas, de Peter Eötvös en el Teatro Colón de Buenos Aires


Foto: Prensa Teatro Colón de Buenos Aires 

Luis G. Baietti

La objetividad de los comentaristas es una quimera. Toda opinión crítica sea del ámbito que sea está fuertemente influenciada por las convicciones personales de quien la formula. Y esto es así en ámbitos relativamente fáciles de objetivar como Economía (si se juntan 3 economistas a discutir un tema seguramente se oirán 4 opiniones) Derecho (cuantos manuales interpretativos de textos constitucionales se han escrito con interpretaciones diametralmente opuestas de sus normas) Y por cierto es mucho más así en materia de arte, donde las emociones y los gustos personales están más a flor de piel. Yo creo firmemente que quien comenta debe dar a conocer cuáles son sus pautas personales para que quien lo lea sepa descontar cuánto hay de personal en sus opiniones y rehúya a la tentación de considerar como la Biblia revelada la opinión del que escribe sólo porque está escrito. Y no resisto recordar el famoso chiste de dos amigos que discutían acaloradamente sobre un film que uno consideraba maravilloso y el otro horrible. Al día siguiente el que decía que era horrible se disculpó y dijo que el otro tenía razón. Cuando este le preguntó cómo había llegado a esa conclusión le dijo que había leído la crítica en el diario y que esta le daba la razón. CLARO, SI LA ESCRIBI YO, le replicó su amigo. Por eso en este caso que bastante extremo voy a dar a conocer de entrada cuales son las pautas desde las cuales analizo el espectáculo. SOY UN CULTOR IRREDENTO DE LAS OPERAS CLASICAS, AQUELLAS QUE VAN DESDE LAS OPERAS DE MOZART A LAS OPERAS DE RICHARD STRAUSS. En general las Operas previas a Mozart con sus interminables da capo repitiendo ad eternum la misma frase, me resultan soporíferas. Y son muy pocas las Operas posteriores a Strauss que he llegado a reconocer y disfrutar como música con mayúscula. Y eso viene a cuento de esta Opera que el Colon acaba de estrenar imponiéndola en el Abono Anual. El autor utiliza dos orquestas, una en el foso y otra en el escenario, con sendos directores de Orquesta. Pero a lo largo de la noche no conseguí distinguir un solo motivo musical que quisiera volver a oír, y todo me sonó más bien al barullo que producen los instrumentos cuando se están calentando y afinando antes de empezar la función. (Exagero, lo sé) Y los cantantes pasan buena parte de la obra hablando, declamando, aullando (no es un giro idiomátic: aúllan de verdad) con algunos pocos momentos líricos. Detrás de todo esto hay una bella obra de Chejov, mi autor teatral favorito, que es traicionada de varias maneras, pero la principal es creando un clima que poco y nada tiene que ver con el clima nostálgico, agridulce, serenamente triste de sus textos. Admito que algunas escenas me gustaron sin embargo: los dos solos del médico y Andrei, y la bellísima escena final, donde en ambos se respira Chejov finalmente. En la versión del Colón estas escenas fueron valorizadas especialmente por un par de notables interpretaciones Carlos Ullan estuvo magnífico como el Doctor en una terrible escena de dolor, con una partitura endiablada de la cual el tenor tomó buena cuenta, con un resultado impactante. El aria de Andrei tuvo en Luciano Garay, una de las más bellas voces baritonales del ambiente, un intérprete ideal. Y en la escena final el dolor de Masha magníficamente interpretada por Anna Lapkovskaja y el silente, azorado, digno dolor de su marido interpretado por Walter Schwartz lograron un momento de teatro conmovedor donde se vio nítida la mano de ese genio teatral que es Szuchmacher. En el resto se vio una buena producción teatral y buenas interpretaciones de una partitura que ofrece pocas posibilidades de lucimiento a los cantantes, y que por momentos es terriblemente exigente con ellos, como en el caso de Mario de Salvo excelente con gran uso de su registro grave y de en una chirriante composición de que debe haberle requerido no poco esfuerzo. MI OPINION NO ES OBVIAMENTE LA DE LA MAYORIA. El público permaneció hasta el final (no había intervalos que facilitaran la fuga) y aplaudió con un tibio entusiasmo al espectáculo y a los cantantes. No se registraron reacciones desfavorables. Y los entendidos hablaron maravillas de lo visto, no sé si sinceramente o por aquello de que el traje del rey lo pueden ver sólo los que son inteligentes, como en la fábula clásica del rey desnudo. To como no soy inteligente no tengo miedo de decir que esta tarde EL REY NO ESTABA DEL TODO VESTIDO.

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