Foto: Prensa Teatro Colón de Buenos Aires
Luis G. Baietti
La objetividad de los comentaristas es una
quimera. Toda opinión crítica sea del ámbito que sea está fuertemente
influenciada por las convicciones personales de quien la formula. Y esto es así
en ámbitos relativamente fáciles de objetivar como Economía (si se juntan 3
economistas a discutir un tema seguramente se oirán 4 opiniones) Derecho
(cuantos manuales interpretativos de textos constitucionales se han escrito con
interpretaciones diametralmente opuestas de sus normas) Y por cierto es mucho
más así en materia de arte, donde las emociones y los gustos personales están
más a flor de piel. Yo creo firmemente que quien comenta debe dar a
conocer cuáles son sus pautas personales para que quien lo lea sepa descontar
cuánto hay de personal en sus opiniones y rehúya a la tentación de considerar
como la Biblia revelada la opinión del que escribe sólo porque está escrito. Y
no resisto recordar el famoso chiste de dos amigos que discutían acaloradamente
sobre un film que uno consideraba maravilloso y el otro horrible. Al día
siguiente el que decía que era horrible se disculpó y dijo que el otro tenía
razón. Cuando este le preguntó cómo había llegado a esa conclusión le dijo que
había leído la crítica en el diario y que esta le daba la razón. CLARO, SI LA
ESCRIBI YO, le replicó su amigo. Por eso en este caso que bastante extremo voy a
dar a conocer de entrada cuales son las pautas desde las cuales analizo el
espectáculo. SOY UN CULTOR IRREDENTO DE LAS OPERAS CLASICAS, AQUELLAS QUE VAN
DESDE LAS OPERAS DE MOZART A LAS OPERAS DE RICHARD STRAUSS. En general las
Operas previas a Mozart con sus interminables da capo repitiendo ad eternum la
misma frase, me resultan soporíferas. Y son muy pocas las Operas
posteriores a Strauss que he llegado a reconocer y disfrutar como música con
mayúscula. Y eso viene a cuento de esta
Opera que el Colon acaba de estrenar imponiéndola en el Abono Anual. El autor utiliza dos
orquestas, una en el foso y otra en el escenario, con sendos directores de
Orquesta. Pero a lo largo de la noche no conseguí distinguir un solo motivo
musical que quisiera volver a oír, y todo me sonó más bien al barullo que
producen los instrumentos cuando se están calentando y afinando antes de
empezar la función. (Exagero, lo sé) Y los cantantes pasan buena parte de la
obra hablando, declamando, aullando (no es un giro idiomátic: aúllan de verdad)
con algunos pocos momentos líricos. Detrás de todo esto hay una
bella obra de Chejov, mi autor teatral favorito, que es traicionada de varias
maneras, pero la principal es creando un clima que poco y nada tiene que ver
con el clima nostálgico, agridulce, serenamente triste de sus textos. Admito que algunas escenas me
gustaron sin embargo: los dos solos del médico y Andrei, y la bellísima escena
final, donde en ambos se respira Chejov finalmente. En la versión del Colón
estas escenas fueron valorizadas especialmente por un par de notables
interpretaciones Carlos Ullan estuvo magnífico como el Doctor en una terrible
escena de dolor, con una partitura endiablada de la cual el tenor tomó buena
cuenta, con un resultado impactante. El aria de Andrei tuvo en Luciano Garay,
una de las más bellas voces baritonales del ambiente, un intérprete ideal. Y en
la escena final el dolor de Masha magníficamente interpretada por Anna Lapkovskaja y el silente, azorado, digno dolor de su marido interpretado por
Walter Schwartz lograron un momento de teatro conmovedor donde se vio nítida la
mano de ese genio teatral que es Szuchmacher. En el resto se vio una buena
producción teatral y buenas interpretaciones de una partitura que ofrece pocas
posibilidades de lucimiento a los cantantes, y que por momentos es
terriblemente exigente con ellos, como en el caso de Mario de Salvo excelente
con gran uso de su registro grave y de en una chirriante composición de que debe haberle requerido no poco esfuerzo. MI OPINION NO ES OBVIAMENTE LA
DE LA MAYORIA. El público permaneció hasta el final (no había intervalos que
facilitaran la fuga) y aplaudió con un tibio entusiasmo al espectáculo y a los
cantantes. No se registraron reacciones desfavorables. Y los entendidos
hablaron maravillas de lo visto, no sé si sinceramente o por aquello de que el
traje del rey lo pueden ver sólo los que son inteligentes, como en la fábula
clásica del rey desnudo. To como no soy inteligente no tengo miedo de
decir que esta tarde EL REY NO ESTABA DEL TODO VESTIDO.
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