Thursday, September 24, 2020

La vida como lucha libre: Hombruna de Richard Viqueira en el Centro Cultural Helénico de la Ciudad de México

Crédito de fotos:Centro Cultural Helénico

Por José Noé Mercado

En un ring de lucha libre, como en la vida, hay rudos y técnicos. El bando de los científicos no sólo debe mostrar la limpieza de su arte para derrotar a la esquina de la maldad, sino que debe librarse de sus inacabables artimañas, de sus actos sin ética y sin ley. Aunque es claro que los abnegados superhéroes existen, no siempre pueden soportar el acoso, el martirio o el sacrificio, el cansancio de bullying sufrido, si es a costa de terminar con la espalda sobre la lona mientras el referee completa las tres palmadas que consumen la rendición. Y entonces el técnico se vuelve rudo, si no es que siempre lo ha sido. Así, en masculino, en macho intimidante, en una naturaleza que necesita ser hombruna para chingar a gusto, con licencia sociocultural incluso.Quizá la mayor perversión de una entraña maligna sea el hacer creer en su bondad, o al menos en su neutralidad e inocencia, que se victimiza. Y su misión, placer y única puerta para sobrevivir, es rendir a otros. Quitarle el aire a todo el que se deje, acaso más como acto defensivo que como ataque, pero en una llave asfixiante y extrema que acaba con el soplo de vida. La paradoja consiste en que quien  le arrebata el aire a los demás también se desinfla a sí mismo. Se poncha. Se vuelve flácido. Como en el ciclo del uroboros, los extremos se unen y forman un círculo, como un beso que celebra el erotismo y apenas si se distingue de una respiración boca a boca que interrumpe, en el mejor de los casos, el sueño eterno. Todo ello parecería el subtexto de Hombruna, un monodrama escrito y dirigido por Richard Viqueira e interpretado por la actriz Valentina Garibay, con el que las puertas del Teatro Helénico de la Ciudad de México vuelven a abrir tras la Jornada Nacional de Sana Distancia y su respectivo confinamiento. Esta nueva obra del creador de Bozal, Desvenar o Monster Truck, tuvo su estrenus interruptus el pasado mes de marzo de este hombruno 2020, pero quedó pausado durante seis meses de incertidumbre pandémica. En funciones, mal que mal, históricas y dotadas de medidas sanitarias múltiples que tratan de mantener una asistencia segura del público al teatro, volvió a la escena el pasado 18 de septiembre y se mantendrá en cartelera viernes, sábados y domingos hasta el 11 de octubre. 

En Hombruna, Viqueira pone en escena una aproximación rica, compleja, multicapa, a la vida y obra de Juana Barraza Samperio —la pinche Juana—, aka La Mataviejitas, célebre estranguladora de principios del siglo en la Ciudad de México, condenada a 759 años de prisión por el robo y homicidio de entre 42 y 49 mujeres de la tercera edad. El dramaturgo evita lo simplista de la condena o la tentación de la apología de su protagonista y, más bien, se adentra en una exploración física, psicológica y cultural de una mujer violentada, en una sociedad misógina y abusadora, corrompida, que termina por violentar, por ser un terror para las mujeres, por corroer su entorno, como fórmula enfermiza de supervivencia. Con cada uno de sus actos, de sus magníficas líneas depuradas por un creador de oído social absoluto y afilada lengua artística, la pinche Juana convierte el acto de respirar en un ritual de vida o muerte. Y lo hace en medio de una puesta en escena de belleza casi poética, de ritmo envolvente y trazo implacable. Richard Viqueira lo logra con una iluminación dramatizada y una utilería minimalista consistente en globos, alguna muñeca inflable, bombas de aire, instrumentos musicales de aliento y, sobre todo, a través de una actuación poderosa, que desgrana los matices, el fraseo y los silencios, de Valentina Garibay. 

En el que con alta probabilidad sea el papel mejor interpretado de su joven trayectoria histriónica, Garibay blande en el escenario una serie de destrezas físicas, vocales y psicológicas que permiten un registro colorido del personaje protagonista que encarna, pero que se desprende de manera casi esquizofrénica para mostrarnos también a su abuela, a su profesor de lucha libre, a sus rivales de cuadrilátero, a sus abusadores y, con dolor empático, a las rucas víctimas de una Juana que no sólo es pinche y alevosa sino demoniacamente humana. El timing de Valentina Garibay crea la ilusión en el público de ser perfecto para entrar en confianza con la carismática Mataviejitas, para escuchar hipnotizado su bitácora de vida —salpicada de abundante y socarrona ironía— para al final darse cuenta de que sus poderosas garras le aprietan el pescuezo hasta causarle una ya inevitable asfixia. Viqueira capta con sutileza el ritual seductor y macabro de Juana, y Garibay lo traduce a la escena cortando el aliento del espectador con una belleza atmosférica íntima, lírica y, no obstante, brutal. Ambos lo estrangulan con sus artes. Hombruna es más que una biopic teatral de una de las asesinas seriales más reconocibles del México contemporáneo. Es, más bien, un lúcido y estético close-up al monstruo familiar, social y psicológico que la produjo. Y lo presenta arriba del ring, para recordarle al asistente que cada una de sus respiraciones es un acto de lucha libre que puede arrojarlo a la lona, lo mismo si es técnico o capitán de los rudos.

No comments:

Post a Comment

Note: Only a member of this blog may post a comment.