Massimo Viazzo
Un Macbeth híper-tecnológico, espectacular
y de fuerte impacto visual es con el que se inauguró la nueva temporada del
Teatro alla Scala de Milán. Davide Livermore, en su cuarta inauguración
consecutiva, firmó una producción con la cual el teatro milanés demuestra estar
al día en el uso de instrumentos tecnológicos a la vanguardia y al máximo nivel.
Con su extraordinario staff, Livermore ambientó la opera verdiana en un futuro distópico,
y aquí las citas cinematográficas se agotan (al director de Turín a menudo le
encanta recurrir al cine). Mirando la escena dominada por una megalópolis que
se refleja simétricamente sobre sí misma, inmediatamente vienen a la mente
títulos como Blade Runner, Inception como también Metropolis. Así, Livermore ambienta
a Macbeth en el futuro, pero sin alterar su dramaturgia. Por supuesto, que no
hubo regieteather (aunque alguno lo
acusó de ello), pero la historia fluye naturalmente y se comprende bien en el
entorno híper-moderno mencionado anteriormente. Quizás el único punto real que
se le puede hacer notar al director es la limitación del elemento sobrenatural
tan importante en Shakespeare y en Verdi.
Pero el espectáculo convence porque sin trastornar la nueva ubicación,
logra amplificar la violencia de una historia de abuso y muerte que
evidentemente seguirá entrelazada con la historia de la humanidad entera. Riccardo Chailly concertó la partitura con mucha atención a
los timbres y su calidad dramática, creando una interpretación que siempre estuvo
muy atenta del escenario. Fraseo preciso y búsqueda del color
adecuado según el momento fueron sus peculiares cifras. En el papel principal, Luca Salsi fue el vencedor de la velada
mostrando una voluminosa voz de barítono, con un tono masculino, áspero pero
variado, con una dicción perfecta y una atención muy cuidada a los signos en la
partitura. Escuchar a Luca Salsi da una buena idea de lo que Verdi quiso decir
cuando hablaba de parola scenica. Si
bien mostró algunas señales de cansancio en su gran escena de sonambulismo del
último acto, Anna Netrebko confirió
a su Lady relevancia y notable autoridad, con un tono de voz aterciopelado,
bruñido y un acento bien proyectado. Ildar
Abdrazakov y Francesco Meli
completaron el reparto con dos pruebas mayúsculas, El bajo ruso personifico un
Banco de rara belleza tímbrica mientras que Meli refinó y embelleció con su
técnica y el fraseo idiomático que le conocemos, al papel de Macduff, un
personaje que muchas es visto solo como de acompañamiento. Chiara Isotton (Dama) e Iván
Ayón Rivas (Malcolm) también mostraron una excelente presencia vocal y
escénica. Una vez más, señalo las convincentes y nunca predecibles coreografías
del tercer acto de Daniele Ezralow y
la virtuosa parte de videos creada por D-Wok.
Finalmente, una mención especial para el magnífico Coro Scaligero que fue
dirigido por su nuevo maestro titular, Alberto
Malazzi. Un triunfo repleto de ovaciones para todos al final de la función.
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