Monday, July 11, 2022

Don Giovanni en San Francisco

Fotos: Cory Weaver / San Francisco Opera

Ramón Jacques

Don Giovanni de Mozart regresó al escenario de la ópera de San Francisco como parte de su temporada anual de verano, que a diferencia de años anteriores en la que se se ofrecían tres interesantes títulos, y conciertos; ahora se limita a ofrecer la célebre ópera mencionada, una reposición de la ópera Dream of the Red Chamber del compositor Bright Sheng, basada en un clásico de la literatura china, y una gala en concierto de oberturas, arias, duetos y partes corales de óperas de Verdi. Para este título mozarteano el público presenció el controvertido y revolucionario concepto escénico del director de escena canadiense Michael Cavanagh, que pareció no adaptarse o hacerle justicia a la trama de la ópera. Se trató de la tercera entrega de la trilogía de óperas Mozart-Da ponte, encomendada escénicamente a Cavanagh, y que comenzó en octubre del 2019, situando Le Nozze di Figaro a finales del siglo 18 en la costa este de Estados Unidos, en un periodo posterior a la independencia del país, en los jardines, el exterior y el interior de una casa de con la arquitectura típica de la región de Nueva Inglaterra, que bien podría simbolizar la famosa Casa Blanca.  Con Così fan tutte, presentada en noviembre del 2021, después de la pausa forzada por el COVID, la escena transcurrió 150 años después, en 1930 en un country club, utilizando las mismas escenografías concebidas por Cavanagh, y su equipo formado por el diseñador de la escena Erhard Rom, la vestuarista Constance Hoffman, y Jane Cox en la iluminación. Si bien la idea funcionó en los dos primeros títulos y se consideraba una narrativa unificada, en Don Giovanni, pareció perder un poco la brújula y el sentido de lo que quería transmitir, al situar la escena en el utópico y decadente año 2080, donde apareció  la misma casa blanca en ruinas, banderas americanas desgarradas, estructuras metálicas de construcciones a los lados del escenario, un desordenado escenario con una plataforma en el centro del proscenio que limitaba el espacio y  el movimiento de los artistas, y  poco atractivos y desalineados vestuarios, algunos parecían dar la impresión  diferenciar diversas clases sociales, pero los menos atractivos fueron los destinados para los miembros de coro. Por ejemplo, Leporello se parecía a un homelesssu carrito del supermecardo (una escena desafortunadamente vista con frecuencia en las calles de esta ciudad), con Don Giovanni no pareció entenderse si se trataba de un noble, por la manera de moverse en escena, o la de un seductor. Lo cierto es que más allá de lo que se presenció sobre el escenario Cavanaugh no logró plasmar en su dirección escénica cual es el mundo decadente en el vivían sus personajes  y que pretendía transmitir, mas allá de incurrir en los clichés habituales tan vistos en esta ópera  de la sobreactuación, la innecesaria comicidad innecesaria, creando desfases entre lo que y expresan los personajes –indicado en sus arias y recitativos – dejando un montaje que en vez de dar soluciones escénicas, creo dudas en cuanto a su propósito y el resultado escénico que quizá transmitir. A pesar de la monotonía, debe reconocerse su coup-de-théâtre al final en la que Don Giovanni es tragado por las llamas de fuego en interior de una enorme estatua del comendador que se parte en dos.  En la parte musical, la conducción musical del maestro Bertrand de Billy fue sobresaliente, sobre todo por su manejo de los tiempos, la continua extracción de una una amplia y exquisita variedad de colores, y la precisión con la que marcó sus tiempos y dinámica, y su constante y bien trabajada simbiosis con las voces.  Una orquesta reducida, situada en un plano elevado en el foso, y un buen trabajo del continuo y las mandolinas son de destacar también en su desempeño. Para esta ocasión se eligió ejecutar en tu totalidad la versión que Mozart utilizó para Viena en 1788.  Habitualmente se suele escuchar una combinación entre la versión mencionada y la de Praga de 1787, donde se eligen o se emiten diversas arias de ambas versiones; pero esta ocasión se pudieron escucharon, por ejemplo, poco conocidos recitativos de Don Ottavio con Leporello, o el aria e Zerlina y Leporello “Per queste tue manine”, y se omitieron arias como “Ah, pietà, signori miei! de Leporello, o “Il mio tesoro” entre otras diferencias.  Más allá del valor curricular para el teatro o anecdótico, no se puede afirmar que una versión sea mejor que otra, pero esta elección pareció privar al tenor neozelandés Amitai Pati de redondear un trabajo vocalmente notable, por la calidez y la seducción que despliega con su grata tonalidad vocal.  Agradó también por la flexibilidad, la nitidez y la tonalidad en la voz de la soprano Adela Zaharia, y su convicción actoral en el papel de Donna Anna.  Por su parte, el bajo barítono Luca Pisaroni demostró que es uno de los mejores intérpretes de Leporello en la actualidad, muy activo en escena, parece divertirse naturalmente, y lo transmite, en un papel que canta y frasea con naturalidad y buenos medios vocales y clara dicción. Siempre es una garantía en los papeles que interpreta, en especial si pertenecen a Mozart.  El barítono Etienne Dupuis es un versátil interprete que sabe adaptar muy sus condiciones vocales a diversos repertorios, notable fue su Eugenio Onegin hace apenas unos meses en Dallas, y el repertorio mozarteano no es la excepción, posee un timbre de una grata coloración, y maneja su voz con elegancia y desenvoltura.  Nicole Car quien ocupó el lugar de la originalmente anunciada, Carmen Giannatasio (que tan buena impresión había dejado en su debut en el 2018 en Tosca) se mostró a sus anchas en el papel de Donna Elvira, dándole un lugar de mayor relevante al personaje en escena, con buenas cualidades vocales y actorales. La soprano Christina Gansch agradó por su delicada y juvenil Zerlina bien cantada, con claridad y brillo vocal. No se puede dejar de mencionar el sobresaliente trabajo del bajo barítono Cody Quattlembaum, un eficaz Masetto, y el joven, pero ya muy experimentado, bajo Solomon Howard que con voz potente y profunda personificó y cantó muy bien papel del Commendatore.  El coro que estrena un nuevo director titular, el maestro John Keene, participó de manera impetuosa cuando fue requerido en escena, sin descuidar su cometido y desempeño vocal, que lo hizo de manera profesional y prominente en las partes donde tuvo que cantar.





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