Fotos: Cory Weaver / San Francisco Opera
Ramón Jacques
Don Giovanni de Mozart regresó al
escenario de la ópera de San Francisco como parte de su temporada anual de
verano, que a diferencia de años anteriores en la que se se ofrecían tres
interesantes títulos, y conciertos; ahora se limita a ofrecer la célebre ópera
mencionada, una reposición de la ópera Dream
of the Red Chamber del compositor Bright Sheng, basada en un clásico de la literatura china, y una gala en
concierto de oberturas, arias, duetos y partes corales de óperas de Verdi. Para
este título mozarteano el público presenció el controvertido y revolucionario
concepto escénico del director de escena canadiense Michael Cavanagh, que pareció no adaptarse o hacerle justicia a la
trama de la ópera. Se trató de la tercera entrega de la trilogía de óperas
Mozart-Da ponte, encomendada escénicamente a Cavanagh, y que comenzó en octubre
del 2019, situando Le Nozze di Figaro
a finales del siglo 18 en la costa este de Estados Unidos, en un periodo
posterior a la independencia del país, en los jardines, el exterior y el interior
de una casa de con la arquitectura típica de la región de Nueva Inglaterra, que
bien podría simbolizar la famosa Casa Blanca.
Con Così fan tutte, presentada
en noviembre del 2021, después de la pausa forzada por el COVID, la escena transcurrió 150 años después, en 1930 en un country
club, utilizando las mismas escenografías concebidas por Cavanagh, y su equipo
formado por el diseñador de la escena Erhard
Rom, la vestuarista Constance
Hoffman, y Jane Cox en la
iluminación. Si bien la idea funcionó en los dos primeros títulos y se
consideraba una narrativa unificada, en Don Giovanni, pareció perder un poco la
brújula y el sentido de lo que quería transmitir, al situar la escena en el
utópico y decadente año 2080, donde apareció
la misma casa blanca en ruinas, banderas americanas desgarradas,
estructuras metálicas de construcciones a los lados del escenario, un
desordenado escenario con una plataforma en el centro del proscenio que
limitaba el espacio y el movimiento de
los artistas, y poco atractivos y
desalineados vestuarios, algunos parecían dar la impresión diferenciar diversas clases sociales, pero los
menos atractivos fueron los destinados para los miembros de coro. Por ejemplo, Leporello se parecía a un homelesssu
carrito del supermecardo (una escena desafortunadamente vista con frecuencia en
las calles de esta ciudad), con Don Giovanni no pareció entenderse si se
trataba de un noble, por la manera de moverse en escena, o la de un seductor.
Lo cierto es que más allá de lo que se presenció sobre el escenario Cavanaugh
no logró plasmar en su dirección escénica cual es el mundo decadente en el vivían
sus personajes y que pretendía
transmitir, mas allá de incurrir en los clichés habituales tan vistos en esta
ópera de la sobreactuación, la
innecesaria comicidad innecesaria, creando desfases entre lo que y expresan los
personajes –indicado en sus arias y recitativos – dejando un montaje que en vez
de dar soluciones escénicas, creo dudas en cuanto a su propósito y el resultado
escénico que quizá transmitir. A pesar de la monotonía, debe reconocerse su coup-de-théâtre al final en la que Don
Giovanni es tragado por las llamas de fuego en interior de una enorme estatua
del comendador que se parte en dos. En
la parte musical, la conducción musical del maestro Bertrand de Billy fue sobresaliente, sobre todo por su manejo de
los tiempos, la continua extracción de una una amplia y exquisita variedad de
colores, y la precisión con la que marcó sus tiempos y dinámica, y su constante
y bien trabajada simbiosis con las voces.
Una orquesta reducida, situada en un plano elevado en el foso, y un buen
trabajo del continuo y las mandolinas son de destacar también en su desempeño.
Para esta ocasión se eligió ejecutar en tu totalidad la versión que Mozart
utilizó para Viena en 1788.
Habitualmente se suele escuchar una combinación entre la versión
mencionada y la de Praga de 1787, donde se eligen o se emiten diversas arias de
ambas versiones; pero esta ocasión se pudieron escucharon, por ejemplo, poco
conocidos recitativos de Don Ottavio con Leporello, o el aria e Zerlina y
Leporello “Per queste tue manine”, y se omitieron arias como “Ah, pietà,
signori miei! de Leporello, o “Il mio tesoro” entre otras diferencias. Más allá del valor curricular para el teatro
o anecdótico, no se puede afirmar que una versión sea mejor que otra, pero esta
elección pareció privar al tenor neozelandés Amitai Pati de redondear un trabajo vocalmente notable, por la
calidez y la seducción que despliega con su grata tonalidad vocal. Agradó también por la flexibilidad, la
nitidez y la tonalidad en la voz de la soprano Adela Zaharia, y su convicción actoral en el papel de Donna
Anna. Por su parte, el bajo barítono Luca Pisaroni demostró que es uno de
los mejores intérpretes de Leporello en la actualidad, muy activo en escena,
parece divertirse naturalmente, y lo transmite, en un papel que canta y frasea
con naturalidad y buenos medios vocales y clara dicción. Siempre es una
garantía en los papeles que interpreta, en especial si pertenecen a
Mozart. El barítono Etienne Dupuis es un versátil interprete que sabe adaptar muy sus
condiciones vocales a diversos repertorios, notable fue su Eugenio Onegin hace
apenas unos meses en Dallas, y el repertorio mozarteano no es la excepción,
posee un timbre de una grata coloración, y maneja su voz con elegancia y
desenvoltura. Nicole Car quien ocupó el lugar de la originalmente anunciada, Carmen Giannatasio (que tan buena
impresión había dejado en su debut en el 2018 en Tosca) se mostró a sus anchas
en el papel de Donna Elvira, dándole un lugar de mayor relevante al personaje
en escena, con buenas cualidades vocales y actorales. La soprano Christina Gansch agradó por su delicada
y juvenil Zerlina bien cantada, con claridad y brillo vocal. No se puede dejar
de mencionar el sobresaliente trabajo del bajo barítono Cody Quattlembaum, un eficaz Masetto, y el joven, pero ya muy
experimentado, bajo Solomon Howard que
con voz potente y profunda personificó y cantó muy bien papel del Commendatore.
El coro que estrena un nuevo director
titular, el maestro John Keene,
participó de manera impetuosa cuando fue requerido en escena, sin descuidar su
cometido y desempeño vocal, que lo hizo de manera profesional y prominente en
las partes donde tuvo que cantar.
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