Fotos de © Bertrand Stofleth
Ramón
Jacques
En 1911, ocho años antes del
estreno de la obra, Hugo von Hofmannsthal le mostró a Richard Strauss los
primeros bocetos del que sería el libreto de su siguiente ópera. El trabajo creativo
realizado entre el libretista y el compositor, que comenzó a finales de 1913 y concluyó
en agosto de 1916, dio como como fruto: Die
Frau ohne Schatten (La mujer sin sombra) ópera en tres actos, opus 65 de Richard
Strauss, que finalmente vio su estreno escénico en la Ópera Estatal de Viena el
10 de octubre de 1919. Ciento cuatro años después de esa fecha, la ópera llega
por primera ocasión al escenario de la Ópera de Lyon, como primer título de
otra variada temporada de este teatro. Un estreno muy rezagado si se considera
que el teatro operístico de la ciudad de las Galias se ha enfocado durante
varios años a ofrecer obras maestras, operas contemporáneas o poco
representadas del repertorio operístico; aunque parece que la relación entre el
título y los teatros franceses no ha sido muy estrecha si se considera que fue
la obra se escenificó por primera vez en Francia en 1965, en el teatro
municipal de Estrasburgo, y no se programa con regularidad por los teatros
importantes locales, siendo su ejecución más reciente, la que se realizó en
versión de concierto en febrero del 2020 en el Théâtre des Champs-Élysées de
Paris. Por otro lado, el reto y las exigencias que supone montar un título como
este quedaron en evidencia, cuando por la mañana del día de esta cuarta
función, de seis en total, el teatro avisó que la soprano Sara Jakubiak, quien había cantado el papel de la Emperatriz en las
primeras funciones, al igual que el tenor Vincent
Wolfsteiner, quien había hecho lo propio como el Emperador, estaban
indispuestos para cantar esa noche, y
serian reemplazados por la soprano Miriam
Clark y por el tenor alemán Burkhard
Fritz. Sin embargo, Miriam Clark, tuvo que desplazarse desde Alemania el
mismo día y debido al retraso de su llegada al teatro, informó el director del
teatro, Sara Jakubiak, se había ofrecido para cantar esa misma noche.
Finalmente, y con algunos minutos de retrasó inicio la función en la que
Jakubiak y Wolfsteiner actuaron a sus personajes, mientras que sus remplazos
cantaron las partes, con partitura en mano, en los extremos del escenario, lo
que no alteró, ni incidió en el espectáculo creando una distracción para el
público. Vocalmente se escuchó un elenco
sólido y homogéneo, con la suntuosa y profunda voz, clara, aguda pero nunca
estridente que Miriam Clark prestó al personaje de la emperatriz; así como la
riqueza de medios vocales que ofreció Burkhard Fritz, dándole voz al emperador.
El bajo barítono Josef Wagner personifico
a Barak, un personaje hosco, intratable, belicoso y sexualmente compulsivo como
requería el montaje, mostrando buenos medios vocales; al igual que la soprano Ambur Braid con buen desempeño actoral
y vocal como la mujer de Barak, quien representó una mujer hastiada, maltratada
y de apariencia desalineada (con sus shorts de jeans rotos). Por su parte la
mezzosoprano estadounidense Linsday
Ammann dio relevancia al personaje de la Nodriza, elegante en su canto y
apariencia, y por la expresividad y el calor que transmitió con matices y
colores, y que con el tenor Burkhard Fritz, ofreció los mejores y más emotivos
desempeños vocales. El resto de los personajes que cantaban y eran
representados por unos personajes monstruosos, su alter-ego imaginario, cantaron
de manera correcta sus partes como la soprano Giulia Scopelliti quien cantó la voz del halcón y el guardián del
templo, el tenor Robert Lewis quien
prestó su voz al joven hermoso y al jorobado, el barítono Julian Ohrlishausen en el papel del mensajero, el barítono Pawel Trojak como el tuerto, el bajo
barítono Pete Thanapat como el
manco, y la mezzosoprano Thandiswa
Mpongwaga como una voz en lo alto. Celestial y nítida se escuchó la
interpretación de las sopranos como los neonatos y correcta la de los bajos
como los vigilantes nocturnos, sin olvidar el uniforme el coro en sus
intervenciones. Las dimensiones del foso
del teatro de Lyon obligaron a que la orquesta se redujera en la cantidad de
instrumentos que requiere la partitura, y después de un inicio algo accidentado,
bajo la dirección de Daniele Rustioni,
emanó un sonido terso, ordenado, y rico como es la música de Strauss, en el que
se escucharon los leitmotivs, y la
destreza de los miembros, en conjunto e individualmente, de una orquesta
acostumbrada también a interpretar repertorio sinfónico, junto a su labor en el
foso operístico. De la parte visual del espectáculo se encargó el cineasta y
director polaco Mariusz Treliński,
con un montaje creado para este estreno local, quien se enfocó en la parte
metafórica y freudiana de la ópera que describía la condición mental de la
Emperatriz, personaje que habita en un mundo mágico y que ha perdido el interés
por la vida, al no tener una familia e hijos, ni contacto con la realidad,
encontrándose perdida y sola en un laberinto de pensamientos. En la búsqueda de
la sombra de la emperatriz e inspirándose en la película Persona de Ingmar Bergman,
Treliński confronta a la emperatriz, a través de un espejo, con una mujer que
habita en el mundo real, pero que al igual que ella no encuentra sentido a su
existencia. Realizando un intercambio de personalidades y sentimientos entre
ambas, ideo una especie de thriller psicológico de estilo cinematográfico por
la importancia de las imágenes y personajes que surgían de la oscuridad. La
acción comienza con una mujer que intenta suicidarse en su baño de mármol
negro, y concluye con una anciana sola y que al borde de su cama contempla una
muñeca. La trama entonces ¿ocurre solo en la imaginación de la emperatriz? o es
lo que el espectador observa en el escenario. Treliński logró plasmar y
desarrollar muy bien esta idea. Las escenografías del diseñador Fabien Lédé, lucieron impactantes, con
una casa giratoria sobre el escenario que de un lado mostraba la opulencia de
una casa en mármol negro, perteneciente a un mundo imaginario, y por el otro el
interior de una casa perteneciente al mundo real, llena de carencias, que se
complementó acorde a la idea escénica. Algunas trasmisiones de video, ideadas
por Bartek Macias, con los
claroscuros y la sombría iluminación de Marc
Heinz, y el buen trabajo del departamento de maquillaje del teatro
contribuyeron al éxito en la parte teatral y visual del espectáculo.
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