Ramón Jacques
La Houston Grand Opera concluyó de
manera exitosa una temporada más con Tannhäuser o Tannhäuser und der
Sängerkrieg auf Wartburg (El torneo de canto del Wartburg su título
completo) ópera en tres actos con música y libreto en alemán de Richard Wagner
(1813-1883) que como la mayoría de su producción lirica se basa en fabulas
medievales alemanas. Tannhäuser, que es la quinta ópera compuesta por Wagner, y
que tuvo su estreno el 19 de octubre de 1945 en Dresde bajo la conducción
musical del propio compositor ha sido considerada una de las piedras angulares,
y elemento básico, del repertorio de los principales teatros de ópera hasta este
siglo XXI. Sin embargo, desde el periodo pospandémico el titulo ha sido visto
en muy pocas ocasiones en este país, a excepción de los montajes realizados por
la ópera de Los Ángeles en el 2021 y por el Metropolitan de Nueva York 2023.
Son entendibles las exigencias de tipo musical, vocal y económico que requiere
un título de este calibre, por lo que es meritoria la labor del teatro de
Houston de llevarla a escena, en la que será la única producción de la obra
programada para este año. El título aquí mismo no se había visto desde el 2001
cuando se presentó con una estupenda producción escénica del legendario
director de cine Werner Herzog. Como se sabe, en la trama, Tannhauser desaíra
las rígidas normas sociales de los trovadores medievales y se aventura al reino
místico que libera la libido de Venus,
quien reina sobre un amor eterno. En lugar de ser fiel a sí mismo, Tannhäuser es
rechazado por su comunidad – aquí muy religiosa- por relacionarse con la insaciable
diosa Venus. Sin embargo, regresar a una sociedad que se niega a cambiar no es
fácil, aunque al final es milagrosamente redimido por el sacrificio de su
admirada Elizabeth. Esta es la historia que
fue representada al público de manera notable plasmándola en la refinada,
elegante y vistosa puesta de Peter J. Davidson, con vistosos vestuarios de
Constance Hoffmann, la buena iluminación de Amith Chandrashaker y
las proyecciones al fondo de la escena por parte de S. Katy Tucker, que
hicieron que el bosque frente al que pasan los peregrinos en su camino a Roma,
fuera una de las imágenes más sugestivas y artísticas de toda la función. Las
escenografías, que como siempre, forman parte de una coproducción hecha entre los teatros de Houston, Washington National
Opera, Seattle Opera y la Canadian Opera
Company de Toronto, es sin duda uno de los mejores trabajos que le he visto a la
directora escénica Francesca Zambello, ya que situó el antiguo relato germánico
a principios del siglo XX, dentro de la secta aislada de una comunidad muy religiosa;
el concurso de canto, por ejemplo, se lleva en el interior de un templo
religioso; y el Venusburg, que aquí representa el mundo exterior se realiza en
un salón hedonista o un burdel, en el interior de un opulento departamento en
Nueva York, donde habita Venus, la diosa del amor y sus musas, donde hay
fiestas, con bailarinas haciendo extravagantes y exóticas coreografías, sin recurrir
en ningún momento a desnudos, vulgaridades o escenas fuera de tono. En este
montaje Tannhäuser ha vivido seducido en mundo seducido más de un año, pero la
culpa por abandonar a Elizabeth su
anterior amor virginal, es demasiado pesada para soportar y es instantáneamente
transportado a su comunidad, es allí donde surgen los problemas de sus
elecciones. El enfoque novelesco, muy
operístico diría, de Zambello no hace gran daño a Wagner, al contrario, cuenta
una historia directa con personajes más humanos, con las implicaciones de
pertenecer y enfrentarse a una rígida entidad religiosa y sus valores, una
situación que parecería no estar alejada de lo que se vive en la actualidad. Al final Tannhäuser queda encerrado dentro una
luz celestial frente al cuerpo de Elizabeth, dejando la duda si vivirá para
cantar nuevamente o si volverá al lado oscuro para unirse una vez más a Venus. Vocalmente el elenco contó con valiosos
cantantes y artistas, principalmente estadounidenses, como Russell Thomas,
un tenor dramático spinto, de buenas cualidades vocales, si bien no podría considerársele
como un heldentenor puro, su incursión en este repertorio y su
experiencia cantando papeles wagnerianos (como lo hiciera con este mismo papel
en Los Ángeles en el 2021 o en Parsifal aquí mismo en el 2024) lo ha hecho
perfeccionar y conocer el estilo, pero sobre todo a saber gestionar la voz para
sacar avante al personaje de Tannhäuser y sus exigencias. Su proyección es
adecuada, y aunque no posee una voz potente y robusta, se distingue por la calidez
de su timbre, su homogeneidad y la solidez técnica para emitir agudos dándole
sentido y expresividad a su parte. Por su
parte, y en el papel de Elizabeth, la soprano Tamara Wilson, egresada
del estudio del teatro y en la actualidad una reconocida interprete, destacó en
su canto, y posee una voz de adecuada proyección, firme y vigorosa. En escena
supo intercalar una actuación entre la chica
sencilla con alborozo, timidez, con fuerza y convicción abogando por la
redención de Tannhäuser. Agradó la mezzosoprano Sasha Cooke, por la
imagen sensual que irradió como Venus, con una voz que ha adquirido cuerpo, y
que le ha permitido poco a poco entrar a este repertorio, cantando con
tonalidad oscura, atractiva, demostrando que el canto wagneriano también puede
ser grato si se canta con estilo y arresto que sobre la energía y la fuerza; como lo fue el
Ladgraf Hermann del bajo griego Alexandros Stavrakakis quien desplegando
potencia y nervio supo cantar con matizadas tonalidades y eficacia. Buen
desempeño y condiciones para este repertorio ofrecieron el tenor Martin Luther Clark como Walther von de
Wogelweide; así como el barítono Luke Sutliff como Wolfram von Eschenbach,
el bajo-barítono Cory McGee como Biterolf, el tenor Shawn Roth
como Heinrich der Schreiber, así como el bajo chino Ziniu Zhao como
Reimar von Sweter y la mezzosoprano Ani Kushyan en el papel del pastor. Estos
últimos cinco cantantes son exalumnos o pertenecen actualmente al estudio del
teatro, por lo que no pasará mucho tiempo para que estén cantando papeles de
mayor envergadura en importantes teatros. Buena fue la participación del coro del teatro
cuando fue requerido, particularmente en el coro de los peregrinos, donde
cantaron con determinación, exaltación y entusiasmo, con el profesionalismo que
los caracteriza, bajo la conducción del maestro Richard Bado. Una gran impresión dejó el maestro Erik
Nielsen en su debut local. El maestro estadounidense, quien rara vez dirige
en este país, mostró oficio como concertador desde el foso operístico, además
de pericia y la autoridad que le ha dado su extensa carrera, dirigiendo principalmente
operas en importantes escenarios. Desde la icónica obertura, ofreció una ruta musical de la ópera con sus tres leitmotivs
centrales presentes, así como buen manejo de los tiempos, de las brillantes
texturas, evocaciones y éxtasis orquestales. Los músicos de la orquesta se mostraron
motivados y regalaron una memorable velada con su desempeño desde el foso. La próxima temporada comenzará con un clásico
estadounidense: Porgy and Bess de Gershwin, en la versión original del
compositor, que la ha valido a este teatro en el pasado, la obtención de
premios Grammy y Tony, y para la cual ya inició la venta de entradas.





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