Friday, April 10, 2020

Nello Santi y Mirella Freni purismo y humanidad



Foto: © Toni Suter / Opernhaus Zürich

Por José Noé Mercado [Articulo Cortesía Notimex]

[Dos relevantes artistas de la música clásica perdió Italia en febrero pasado justo en el momento en que la nación europea comenzaba a sufrir los estragos del Coronavirus…]

El mundo de la ópera ha perdido recientemente, apenas en febrero pasado, a dos de los mayores y últimos exponentes de la llamada vieja escuela lírica italiana. El jueves 6 murió el director de orquesta Nello Santi, a los 88 años, en su casa de Zúrich, Suiza, a causa de una infección sanguínea. Tres días después, el domingo 9 de febrero, en su natal Módena, fue la soprano Mirella Freni quien falleciera, a los 84 años, como consecuencia de una enfermedad crónico-degenerativa y diversos derrames cerebrales que la agravaron. Aunque ambos intérpretes, octogenarios, estaban en el ocaso de sus vidas, lo que supone plenitud y un cercano final del ciclo de existencia humana, al dolor de sus deudos personales y privados debe sumarse el público significado de sus bajas artísticas, que de ningún modo resultan vacíos menores.

Legado

Y es que tanto Santi como Freni brillaron con sus reconocidos talentos durante la segunda mitad del siglo XX, una de las épocas de mayor esplendor operístico gracias al auge de los registros en audio y video: a la radio, al disco y a la televisión, propiciando vínculos entre el viejo arte operístico que rebasa los cuatro siglos de historia y las nuevas generaciones de públicos e intérpretes. Entre los dos acumulan un legado cercano al centenar de grabaciones en las que no sólo desfilan los elencos mundiales más notables de su momento, sino que se encuentran las interpretaciones referenciales de todos los tiempos para un cúmulo de títulos, estilos y compositores, en especial del catálogo italiano. Y por si esas presencias como intérpretes no fueran suficiente herencia para la cultura operística, también debe mencionarse que conforme sus facultades artísticas personales fueron mermando, sus facetas pedagógicas, docentes, crecieron como guías para nuevos interesados en el quehacer lírico, tal como ellos mismos recibieron ese conocimiento técnico y estilístico de sus maestros, en una conexión intemporal sobre la forma distinguida y acaso esotérica de realizar este arte.

Palabras mayores

Nello Santi nació el 22 de septiembre de 1931 en Adria, región del Véneto, en Italia. Ya a los 20 años había debutado en su país al dirigir Rigoletto, de Giuseppe Verdi, uno de los autores en el que se le consideraría una autoridad. Pero unos años más tarde, en 1958, se trasladaría a Zúrich con el nombramiento de director de aquella casa operística en la que alcanzaría su mayor notoriedad, en una colaboración extendida por seis décadas, en las que también tuvo apariciones en los teatros más relevantes del mundo, entre ellos el Covent Garden de Londres, La Scala de Milán o el Met de Nueva York, recinto en el que dirigió más de 400 funciones. Además de referencia en el repertorio verdiano, Nello Santi lo fue también en el de compositores como Gioachino Rossini, Gaetano Donizetti o Giacomo Puccini. Dirigió a cantantes estelares de la talla de Cesare Siepi, Franco Corelli, Sherril Milnes, Carlo Bergonzi, Plácido Domingo y Juan Diego Flórez; y de Joan Sutherland, Anna Moffo, Montserrat Caballé o Anna Netrebko. Su estilo podría valorarse a partir de su aproximación respetuosa de la partitura hasta llegar a cierto purismo que prescinde de los excesos, los lucimientos o las tradiciones que no vinieran del puño y letra del compositor. En ese sentido, representa un claro vínculo entre Arturo Toscanini y Riccardo Muti. Palabras mayores, sin duda. Otro aspecto para ponderar en la concertación de Santi fue precisamente su gusto y entendimiento del canto lírico, de las capacidades y condiciones particulares de sus elencos, lo que le permitía potenciar una interpretación gracias a su cuidado de las voces, del volumen orquestal y de la imagen sonora del conjunto. Existen numerosos videos donde se aprecia al director cantar, con una simpática voz de bajo-barítono, durante los ensayos, prueba tanto de su conocimiento integral del libreto cuanto de su afición canora. Nello Santi es el decano de los directores de ópera italianos. Punto de conexión entre la antigua escuela de dirección de maestros como Tullio Serafin y Gianandrea Gavazzeni, y la escuela de nuestros días, continuada por figuras como Riccardo Muti. A él se le debe también la revaloración de títulos como L’amore di tre re de Italo Montemezzi, el cual grabó con un Plácido Domingo en plenitud de medios vocales. El legado de Santi permanece en generaciones y generaciones de cantantes al haber tenido una longeva vida artística. Será recordado con ese apelativo de fraternidad, estima y admiración con que era conocido: Papá Santi.

Sello distintivo
Foto:VivaModena.it 
Mirella Freni, por su parte, fue una cantante a la que siempre le importó la palabra, la dicción y el cabal entendimiento de lo que interpretaba; no sólo el sonido de las notas.  Y no le faltaba razón, pues, aunque su emisión siempre gozó de pulcritud técnica y extraordinaria musicalidad, a través de su fraseo sobre los labios proyectaba las intenciones, la psicología y el ánimo de sus personajes: una insignia expresiva de su arte que no todas las sopranos por su tipo de registro agudo pueden presumir. En rigor, es escaso el cantante lírico preocupado por esa transparencia de la palabra, aunque sea un despropósito difícil de creer. El legendario director de orquesta austriaco Herbert von Karajan dijo alguna ocasión que, si él hubiese sido cantante lírico, hubiera querido ser Mirella Freni”: La voz de Freni poseía algo de lo que pocos pueden preciarse, y es un timbre característico, identificable, como sello distintivo. Mirella Freni también fue una cantante como pocas: Poseedora de inteligencia para ir creciendo poco a poco su repertorio, empezó en papeles ligeros y avanzó a otros de mayor peso vocal a lo largo de su carrera. Además, siempre fue creíble su actuación en cada rol que interpretó en escena. Freni nació el 27 de febrero de 1935 en Módena, Italia, misma ciudad y año natal de Luciano Pavarotti, hermano de leche con el que entraría en contacto desde la infancia y al paso del tiempo sería su pareja de escenarios en múltiples funciones de títulos como La Bohème de Giacomo Puccini, que incluso grabaron bajo la batuta de Herbert von Karajan. La soprano debutó en Módena, a los 20 años, con el personaje de Micaëla en la ópera Carmen de Georges Bizet y a partir de esa fecha acumularía un selecto listado de roles pertenecientes a obras de compositores como Wolfgang Amadeus Mozart, Charles Gounod, Gaetano Donizetti, Giuseppe Verdi, Giacomo Puccini, Ruggero Leoncavallo o Pietro Mascagni. Sus interpretaciones de Mimì, Cio-Cio San, Desdémona, y algunas más que pueden rastrearse a lo largo de medio siglo de carrera desarrollada en los principales teatros europeos, además de ciudades norteamericanas de gran tradición lírica como Nueva York, Chicago o San Francisco, son muestra precisa de una soprano genuinamente humana antes que diva, heroína o mártir de telenovela. Cuando dejó los escenarios y abordó la enseñanza, también brilló. Un grupo de nuevos valores de la lírica, sin duda afortunados, pudieron aprender de su metodología técnica, de su disciplina y consejos profesionales, pero sobre todo de un ejemplo cimero de canto. La soprano honró así, a su vez, a su célebre maestro Ettore Campogaliani, quien forjó las bases de su instrumento y el de otras luminarias de la vieja estirpe como Renata Tebaldi, Carlo Bergonzi, Fiorenza Cossotto, Ruggero Raimondi o el propio Luciano Pavarotti.

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