Ramón Jacques
La ciudad
portuaria de Tarragona, en la región de Cataluña, recuperó su Festival
d’Estiu; la cita veraniega en la que se ofrecen diversos espectáculos y
eventos culturales, y que en esta ocasión por iniciativa de su Ayuntamiento y aprovechando
la diversidad de artistas locales vinculados al arte lirico, se decidió
inaugurar esta edición 2021 con la ópera Rigoletto de Verdi, con la
peculiaridad de que se trató de la primera producción operística completamente
concebida y realizada en este histórico enclave medieval y romano que aún
conserva muchas ruinas antiguas cargadas de historia y en una ubicación ideal
frente al mar Mediterráneo. La función se realizó en el Auditori del Camp de
Mart, un auditorio al aire libre, funcional, pero sobre todo con buena
acústica para la proyección de las voces, de los coros y de la orquesta. Teniendo
como fondo la antigua muralla romana que rodea el casco antiguo de la ciudad,
se pudo presenciar un espectáculo visualmente atractivo. La dirección escénica de Montse Colomé situó
la trama en una época moderna, pero con apegó a lo que describe la trama, y
algunas ocurrencias dignas de mencionar como la llegada del Duque de Mantua en
su automóvil, por un camino situado en la parte superior entre el fondo del escenario
abierto que colinda con la muralla. La escenografía concebida por el diseñador Llorenç
Corbella, que consistió en una estructura rectangular metálica que giraba
sobre el escenario mostrando diversos ambientes en cada escena: como el salón
de una mansión en el primer acto, o la casa de Rigoletto en la parte superior,
fue ingeniosa y sobre todo sirvió para dar fluidez y continuidad a la función.
Un buen complemento a este marco fue la brillante iluminación de Josep
Pijuan, así como los brillantes vestuarios de Meritxell Muñoz. El coro de la opera de Tarragona bajo la
dirección de Xavier Pastrana mostró cohesión y se mostró muy activo en
sus intervenciones actorales. Por su
parte, la orquesta de la ópera de Tarragona dejo una grata impresión, con
momentos de brillantez musicales, uniformidad en sus cuerdas y emocionante
musicalidad en sus metales, todo ello gracias a la presencia del maestro Oliver
Díaz, quien supo conducir con mano segura, control y sapiencia que lo han
posicionado como uno de los directores españoles mas interesantes de la
actualidad. El elenco vocal fue sin duda una de las fortalezas de la velada,
comenzando con la presencia en el papel Rigoletto del barítono tarraconense Àngel
Òdena un cantante de una larga trayectoria y experiencia, que supo plasmar
a su caracterización del jorobado y acomplejado personaje, dotándolo de
credibilidad escénica y un grato color baritonal adecuado para este tipo de
papeles por su cuerpo, grato timbre y fraseo. Por su parte, la soprano Sabina
Puértolas, otra cantante de largo recorrido internacional, personificó una
delicada y fina Gilda, que se regodeó en los pasajes vocalmente más virtuosos
de su partitura, haciendo gala de su radiante voz, que es dúctil, colorida y
consistente en los agudos. El tenor Antonio Gandía, dio vida a un
malévolo y malicioso Duque con un canto seguro; y la mezzosoprano Laura Vila
desplegó una voz profunda y oscura, personificando una seductora y sensual
Maddalena. El resto del elenco cumplió de manera satisfactoria en cada una de
sus intervenciones, con una mención especial para el bajo-barítono Manuel
Fuentes como Sparafucile, para el Monterone del barítono Carles Daza.
Debido al éxito que generó este espectáculo lirico, por los pasillos de este
recinto se habló extraoficialmente de la realización de futuros títulos
operísticos, uno de los cuales podría ser Tosca.
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