Foto: Los Angeles Philharmonic Association
Ramón
Jacques
La Novena Sinfonía de Beethoven es una obra que siempre agrada y es inevitable escucharla y experimentarla en vivo todas las veces que se presente la oportunidad. La considerada ‘máxima sinfonía de celebración, humanidad y alegría’ fue programada por la LA Philharmonic, para clausurar la temporada 2021-2022 en su sala de conciertos: Walt Disney Concert Hall (así como también fue incluida en su extensa temporada de verano al aire libre que la orquesta lleva acabo en el Hollywood Bowl, que incluirá como otros atractivos la ejecución de The West Side Story, el tercer acto de Die Walküre y el Lago de los Cisnes con el Ballet de la ópera de Paris, de cuya orquesta es también director musical Gustavo Dudamel). Desde la llegada del director venezolano, a la LA Philharmonic se ha impulsado la interpretación de obras de compositores hispanoamericanos, además de que continuamente se comisionan y se estrenan obras de compositores mexicanos y latinoamericanos. Como ejemplo: dos semanas antes, se escuchó en esta sala la Noche de los Mayas de Silvestre Revueltas, y se estrenó Altar de Cuerda, obra para violín y orquesta de la compositora mexicana Gabriela Ortiz (de quien en el concierto inaugural de la próxima temporada en septiembre se escuchará su obra Yanga, y una semana después su Concierto para violín, hechas por encargo de la orquesta). Fiel a esa tradición, como preludio al concierto de esta noche se interpretaron dos estrenos: Esperanza del compositor peruano Gonzalo Garrido Lecca (1975) una alegre obra orquestal en tres movimientos titulados Reencuentro-Remembranza-Porvenir; y La Serpiente de Colores del joven compositor mexicano Francisco Cortez Álvarez (1983) basada en el cuento homónimo contenido en los libros de texto de tercer año de las escuelas de México, obra de unos diez minutos de duración, una radiante composición, en la que destacó la sección de cuerdas de la orquesta, con profusas y alborozadas percusiones y metales, en el que se distinguen destellos y pinceladas evocadoras de la música de Arturo Márquez, Moncayo e incluso Revueltas. Ambos compositores estuvieron presentes en la sala y subieron a recibir sus correspondientes aplausos, reconocimiento y felicitaciones por parte de Dudamel, encargado de la conducción musical. Si bien el trabajo de la orquesta aportando nuevas composiciones a su repertorio musical es digno de reconocimiento, pero sin saber bajo que criterios se eligen las piezas que la orquesta debe tocar en cada concierto, pareció poco afortunado programar estas dos obras en la primera parte de una velada en la que el público esta mentalizado y ansioso por escuchar una obra tan popular y atractiva como la novena de Beethoven, y al tratarse del tercer concierto de cuatro, desconozco como haya sido en la noche del estreno, ocasionó que una gran mayoría del público ingresara a la sala de conciertos después del intermedio, lo que es indudablemente una insensatez y un despropósito para los compositores y para la orquesta misma. Gustavo Dudamel, ya no es aquel impulsivo y explosivo director que se viera en el 2009, al inicio de su gestión al frente de esta orquesta, y aunque su pasión se mantiene intacta, hoy se nota un director más mesurado y seguro, que intentó construir y cincelar cada pasaje y movimiento de esta monumental obra, buscando siempre los colores y los matices que contiene. Es difícil pensar que esta pieza pueda dejar insatisfecho a alguien que la escucha y la vive, sobretodo en la “Oda a la alegría’ cargada de emotividad del tercer acto. La obra se escuchó con fluidez y buena dinámica, aunque en la parte coral y orquestal, Dudamel apostó por imprimir fuerza y volumen, aunque se ha demostrado que aquí cabe también la sutileza, causando algunos desfases con los solistas, quienes, colocados entre la orquesta y el coro, lograron por momentos transmitir solo destellos de sus voces que parecieron perderse en la masa orquestal y coral. Aun así, se debe reconocer la nitidez, la flexibilidad y el colorido en el canto de la soprano Jeanine DeBique, o la autoridad, peso, dinámica y resonancia vocal aportada por el bajo español. José Antonio López –dos cantantes quienes por cierto dedican mucho tiempo a cantar repertorio antiguo- No desmerecieron el tenor Issachah Savage, por su calidez y amplitud vocal, ni la mezzosoprano Tayler Raven en sus intervenciones. Buen desempeño tuvo el coro LA Master Chorale, dirigido y preparado por Grant Gershon, conocido director coral, que trabaja también frecuentemente dirigiendo al coro y a la orquesta de la vecina LA Opera. Un entusiasta premio recibieron los artistas por un público extático y satisfecho por un trabajo que gustó, y un reconocimiento a una ardua temporada que pudo cumplirse de inicio a fin sin cancelaciones.
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