Fotos: © Frédéric Desmesure
Ramón Jacques
Fuera de Paris,
solo existen seis casas de ópera que tienen la distinción de ser reconocidas y
galardonadas como “Opéra national” y esto se debe especialmente a la
calidad de sus cuerpos estables (ballet, coro y orquesta) y al nivel de obras
presentadas que a través de coproducciones han logrado alcanzar reconocimiento
e influencia a nivel nacional e internacional, y en esa clasificación se
encuentra la Ópera nacional de Burdeos, por lo que asistir a una función en el
esplendoroso Grand Théâtre de Bordeaux, fundado en 1780 y considerado monumento
histórico en Francia, es ya una satisfacción. El bel canto, y en especial títulos
como Norma, ofrecido en esta ocasión, son apreciados por el público de este
país. Norma presenta dos mundos opuestos: uno poético, impregnado de mitología
celta y visiones proféticas, y otro prosaico, marcado por la guerra y la
traición. Bellini nos sumerge en una especie de sueño en el que una Norma
despierta encarna la luz y la tragedia, y esa es la visión de la puesta en
escena de Anne Delbée, que contó con escenografías de Abel Orain
situadas en una época atemporal, con una enorme pasarela inclinada en el centro
del escenario, y tenues telones en los lados opuestos, cuyos dibujos de ramas y
hojas nos coloca dentro de un
bosque. La tenue, y por momentos
brillante iluminación en una gama de diversas tonalidades del color azul,
ideada por Vinicio Cheli, creó un efecto muy estético, atractivo y muy
artístico para el espectador. Solo los
vestuarios, oscuros para la mayoría de los personajes y en diversos colores,
pero más refinados para los personajes de Norma y Adalgisa, crearon el
contraste y la rivalidad existente entre ambos personajes. Este montaje que se originó en el 2019 en el
Teatro del Capitolio de Toulouse ha gustado y además de recorrer diversos
escenarios, este año volverá a ese mismo teatro. En el centro del libreto de
Felice Romani, como de la puesta se resalta el personaje de Norma, la
sacerdotisa druida en Galia, enamorada del procónsul romano Pollione. En escena
aparece un personaje imaginario para Norma, es el dios druida que es una
especie de consejero y guía de Norma, un personaje actuado, que interviene en
la escena con diálogos hablados y magnificados. Una novedosa incorporación que
se vio en esta ocasión, y que además de no ser invasiva incorporó un personaje
que pareció encontrar un lugar en la trama.
Este montaje logra tejer nuevos vínculos entre la pasión, la traición y
la lealtad contenidos en el texto, y la música emblemática de Bellini. Norma se
sacrifica para proteger a los inocentes y ofrece un mensaje de reconocimiento y
amor en medio del caos, que, a decir de la directora escénica, busca y
encuentra ciertas y particulares repercusiones con las de nuestro tiempo. Estas
cualidades parecieron estar presentes en la noble y convincente personificación y actuación del personaje de Norma por
parte de Karine Deshayes, la reconocida soprano francesa, quien ha
interpretado con igual éxito también a Adalgisa, muestra un profundo
entendimiento del personaje, yéndose a lo más profundo, para envolverse en el
personaje y actuarlo con pasión e ímpetu, dándole sentido a cada movimiento que
hace o cada nota que emite. Vocalmente su
desempeño fue sobresaliente, ya que es capaz de alcanzar las notas más agudas,
con flexibilidad y ornamentación, y de redondearla con tonos y notas oscuras
que hacían la ayudaban a expresar dramatismo y fuerza. Por su parte, la mezzosoprano Olga Syniakova
fue una elegante y distinguida Adalgisa, con un color oscuro, profundo y con
sedoso terciopelo en su emisión y fraseo. Los dúos entre ambas interpretes
fueron notables por su conjunción. Como
Polione se presentó el tenor francés Jean-François Borras quien irradió
personalidad y presencia en escena, pero que lamentablemente el belcanto no es
su especialidad, y a pesar del indudable atractivo de en su timbre, optó por una
emisión fornida, viril y enérgica, poco adecuada en esta ocasión. Por su parte
el bajo georgiano Goderdzi Janelidze mostró
que posee la calidez y los sonidos cavernosos y profundos para el papel de
Oroveso, además de mostrar los pliegues y la amplia proyección, que son características
de los cantantes de esa región. Con su
estatura, se reveló como un autoritario líder de los druidas. Completaron el elenco el tenor italiano Davide
Tuscano como Flavio, y la soprano mexico-francesa Déborah Salazar
quien demostró desenvolvimiento y tablas actorales, y un cautivante, nítido y
terso color vocal, como el personaje de Clotilda. Participativo y bien trabajado son las
virtudes que exhibió el coro de la ópera de Burdeos, y en el podio, en
sustitución del Paolo Carignani, anunciado inicialmente, tomó su lugar el
maestro italiano Francesco Angelico quien dirigió con equilibrio y apoyo
a los cantantes. Ciertos momentos agitados y carentes de inspiración en el
desempeño de la orquesta de Bordeaux-Aquitaine, restaron emoción a la vivacidad
y al claro oscuro belliniano, pero la función se compensó ampliamente por la
parte visual y vocal del espectáculo.
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