Wednesday, October 15, 2025

Francesca da Rimini en Turín

Foto: Gaido Ratti - Teatro Regio di Torino 

Massimo Viazzo

Francesca da Rimini, compuesta por Riccardo Zandonai (1883-1944) en 1914, es su obra mas celebre. La oopera se basa en la tragedia homónima de Gabriele D’Annunzio, escrita por Eleonora Duse, la mas grande actriz de teatro de su tiempo, y cuya primera representación ocurrió en 1901.  A su vez, esta ultima obra, se inspira en el los celebres versos dantescos del V canto del infierno de la Divina Comedia, que se según se dice que probablemente, se basaban en una historia real.  Ambientada en la Romagna medieval, narra la trágica historia de Francesca, esposada con el lisiado Gianciotto Malatesta, pero a la vez enamorada del hermano Paolo il bello, en una historia de pasión y muerte que culmina con el asesinato de los dos amantes.  La música de Zandonai funde lirismo, con refinada sonoridad orquestal e intensos momentos dramáticos, reflejando la influencia del romanticismo tardío centro europeo y del impresionismo, ofreciendo un retrato emotivamente vivido de los personajes y de su mundo.  Se debe resaltar que la ópera tiene un significativo vinculo con el Teatro Regio de Turín, ya que fue representada en su estreno absoluto justo en la capital piamontesa el 19 de febrero de 1914, bajo la conducción de Ettore (Héctor) Panizza.  Andrea Bernard montó un espectáculo pulido, comprensible, simple y linear. La única licencia que se tomó fue la de crear los dobles infantiles de los protagonistas (Paolo y Francesca chicos), casi para querer afirmar que esta historia, esta triste historia, quizás había ya sido completamente esculpida desde la juventud, en su destino.  El director de escena ha mencionado que “la habitación de Francesca representa el núcleo escénico: el refugio seguro que la protagonista construyó para protegerse del mundo externo, violento y machista” De hecho, el espectáculo fue completamente ambientado en una habitación con paredes blancas, casi para definir una ambientación atemporal de la historia, aunque en presencia de una ambientación general que coloca a la ópera en la segunda mitad del siglo XIX. En ese sentido, se pudieron admirar los apropiados vestuarios creados por Elena Beccaro. La habitación de Francesca, bien ideada por el escenógrafo Alberto Beltrame, asumió casi la función de una prisión, pero al mismo tiempo le ofrecía protección a la misma Francesca, la cual vive la historia del libreto dannunziano entre sueño y realidad, entre memorias y recuerdos, un contexto que roza el psicoanálisis. Se recuerda el final del primer acto, notablemente logrado, con la primera aparición de Paolo: en el que el fondo se alzaba para dejar espacio a un exuberante y encantado jardín, dentro del cual se destacaba su poderosa y hermosa figura, mientras que el esplendido solo del violonchelo de la orquesta describía el éxtasis de ese supremo momento.  También, en el final del tercer acto, en escena con los dos amantes y sus dobles, simbolizaba la sublimación de una unión absoluta, fuera del tiempo, dando otro momento de fuerte emoción. Andrea Battistoni, nuevo director musical del Teatro Regio, en su primera inauguración de temporada, encontró justo en estas refinadas paginas musicales, suspendidas, vaporosas, difusas, multicolores; el justo equilibrio de timbres y dinamismo. Battistoni demostró además sensibilidad en el cuidado de las transiciones harmónicas, haciéndolas siempre ricas de sutilezas y significados. Por otro lado, en la ópera de Zandonai,¡la orquesta tiene un papel que es más que secundario! Su conducción fue teatral, dramática e impetuosa, y aunque quizás no siempre estuvo matizada en los forti, que por momentos parecieron poco llamativos (hasta el final del segundo acto).  Por lo que respecta al elenco, era evidente que las expectativas estaban concentradas en el desempeño de Roberto Alagna. A pesar de algunas desentonaciones en los timbres, ofreció una interpretación de gran espesor.   Alagna, a sus anchas en este papel, ha sabido atrapar cada matiz, delineando un personaje completo, fresco, apasionado y creíble, interpretando con transporte, pero sin excesos o manierismos. Su fraseo fue cuidado y musical, y convenció  plenamente, así como por su espontanea capacidad de identificación con el papel.  Desde el punto de vista vocal la Francesca de Barno  Ismatullaeva convenció por la homogeneidad en su timbre, la fluidez en la emisión y la facilidad en los passaggi di registro.  También su timbre mostró ser adecuada para el rol.  El único aspecto a mejor, de su por demás convincente interpretación, es una cierta carencia de emoción, pasión y perturbación, que deben caracterizar al personaje. Siniestro y feroz fue la representación de parte de George Gadnize como Gianciotto. El barítono georgiano ofreció sustancialmente una interpretación unidireccional. A su vez, estuvo sutilmente maligno y perverso el Malatestino de Matteo Mezzaro que cantó con una voz penetrante y de gran impacto comunicativo. Después, fue un lujo, la esclava de Smagardi interpretada con voz bruñida por Silvia Beltrami; y muy affiatate, brillantes y vocalmente atractivas estuvieron las cuatro damiselas: Valentina Mastrangelo  (Biancofiore), Sofia Koberidze (Donella), Albina Tonkikh (Garsenda) y Martina Myskohlid (Altichiara), estas dos últimas pertenecientes al Regio Ensemble.  Optima presencia tuvo el Ostasio de David Cecconi, como expresiva estuvo Valentina Boi en el papel de Samaritana.  Francesca da Rimini es una obra coral por lo tanto el entero elenco en su totalidad desempeña un papel de gran importancia, y en Turín nadie desilusionó: Enzo Peroni come Ser Toldo, Janusz Nosek como el juglar, Daniel Umbelino (Regio Ensemble) el ballestero, y Eduardo Martínez (Regio Ensemble) como el habitante de la torre. El Coro del Teatro Regio, en optima forma, fue dirigido con la habitual competencia y profesionalismo de Ulisse Trabacchin. Al final, fue un gran éxito para los protagonistas que fueron ovacionados por el público.  

 

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