Wednesday, December 3, 2025

Don Giovanni en Toulouse

Fotos:  Mirco Magliocca

Ramón Jacques

La Opéra National du Capitole, es sin duda uno de los importantes escenarios operísticos franceses. Situado en la pintoresca ciudad occitana de Toulouse en el sureste del país, a la que recientemente le otorgó la UNESCO el título de “City of Music” por su amplia oferta musical, ya que además es sede de una prestigiosa orquesta sinfónica. Como tercer título de esta nueva temporada, el teatro eligió montar en escena Don Giovanni, el dramma giocoso en dos actos de Wolfgang Amadeus (o Amadé como se le suele llamar en Francia) a Mozart (1756-1791), con libreto de Lorenzo Da Ponte, y que fue estrenada en la ciudad de Praga el 29 de octubre de 1787.  Los primeros dos títulos del actual ciclo lirico, que comprende una variada e interesante oferta incluyó: Thaïs de Massenet y Theodora de Handel, dos títulos tan contrastantes y disimiles, como poco representados. Para el montaje del Il dissoluto punito, el teatro recurrió al estreno de un nuevo montaje (en colaboración con las óperas de Marsella, Montpellier, Dijon y Tours) lo que garantiza su existencia y vigencia durante diversas temporadas futuras, y que cautivó por su simplicidad, como por su elegancia, su atracción y su ingenio.  Las escenografías ideadas por Eric Ruf, sitúan la escena en el siglo XVI, y consistieron en un muro que representaba el  exterior de un palacio (con sus escaleras, balcones y ventanas), y que según la escena se abría en el centro,  desplazándose hacia los lados del escenario, o uno hacia la parte trasera  del escenario y el otro hacia el frente , permitiendo que las escenas se realizaran en un ambiente a contraluz, con la brillante iluminación blanca, ideada por Bertrando Coudere, que provenía del enorme telón blanco que cubría el fondo del escenario, y que entraba por las ventanas, además de las discretas proyecciones de Pierre Martin Oriol, que crearon un ambiente sombrío, cargando de dramatismo, pero sin perder ese carácter burlesco y satírico que contiene la historia. Los elegantes vestuarios de  de época fueron ideados por Pierre-Jean Larroque, en contrastantes blancos y negros para las cantantes femeninas, y en color oro para el protagonista, de estilo de finales del renacimiento. Si bien las escenografías, nos hacen evocar que la historia se desarrolla en la Sevilla del siglo XVII, la idea para la creación de las escenografías de Ruf, provienen concretamente de la imagen de una pintura veneciana titulada “Fantasía arquitectónica al interior de un palacio” del pintor y grabador veneciano Michele Marieschi (1710-1744), pintada entre1735 y 1741, y que fue reproducida en el programa de mano. La facilidad en el movimiento de los muros, cumplieron tanto con el objetivo de dar fluidez a la escena, ya que cada cambio de escena se hacía de forma manual por el personal técnico del teatro; como el de deleitar virtualmente al público con seductoras escenas, como en el interior del palacio de Don Giovanni. Hubo varias escenas, atractivas, pero destacaría la escena donde aparece la estatua del Comendador, que parecía de piedra, aunque se trataba del mismo cantante, y a donde sube Don Giovanni y desaparece en la escena final.  De la dirección escénica se encargó la reconocida actriz y cineasta francesa Agnès Jaoui, en sus primeras incursiones en la lírica (recorrido que comenzó en el 2024 dirigiendo Tosca, y en diciembre, la rareza barroca L’Uomo femina del compositor veneciano Baldassare Galuppi (1706-1785, vista en el teatro de Dijon y en la Opéra Royal de Versailles).  El trabajo de Jaoui, fue notable ya que, en su trabajo cinematográfico, como en la escena, ha logrado realizar un análisis profundo y meticuloso de las relaciones entre hombres y mujeres, adentrándose en  psicología y comportamiento, haciéndolos actuar libertad y al servicio de la música. Asimismo, ha querido situarse en el contexto histórica en España, que indica el libreto, y donde la fuerza de Don Juan llega a palpar la cuestión del deseo, traspasando el conformismo social, los juicios morales, y la coerción religiosa en la época.  El nuevo director musical del teatro, el maestro finlandés Tarmo Peltokoski, de reciente nombramiento, debió alejarse unos días antes, de la que sería su primera producción lirica, y su lugar fue ocupado por el joven director italiano Riccardo Bisatti, de apenas veinticinco años, quien se valió de la brillantez y el profesionalismo de los músicos de la orquesta de este teatro, haciendo que emanara del foso la lustrosa y radiante orquestación de Mozart, incluido el continuo, sin embargo, su elección de tiempos lentos,  privó  la escena de dinamismo y energía en ciertos pasajes, causando incluso  cierto hastío. Esta función correspondió al estreno del segundo elenco conformado por el teatro para esta producción. Personalmente me resulta poco apropiado  referirme a segundos o elencos alternativos, ya que puede condicionar al publico a  pensar que los cantantes son de menor nivel y experiencia a los del elenco de la función inaugural, lo que resulta completamente erróneo, sobre todo  en un teatro de este calibre, donde se contratan mas cantantes para ofrecer más funciones, y donde incluso ha sido podido escuchar, como en esta ocasión, a destacados cantantes.  Dicho lo anterior, el papel principal le fue encomendado el bajo ruso Mikhail Timoshenko, quien le dio al personaje de Don Giovanni la nobleza como la insolencia y desfachatez que pide el personaje, al que dotó de una voz robusta, profunda, pero plena de la mucha musicalidad y la cadencia que requiere su canto.  El barítono Kamil Ben Hsaïn Lachiri fue divertido e irónico como Leporello, con notables medios vocales que lo hicieron sobresalir en el escenario.  Dos realidades en el ambiente operístico francés son la soprano Alix Le Saux, quien le dio el carácter agitado y perturbado al personaje de Donna Elvira, cantando con nitidez y un sonido juvenil y de grato color; al igual que Marianne Croux, que mostró un canto refinado, delicado, elegante y virtuoso en cada una de sus arias como una Donna Anna con personalidad teatral.  Por su parte el tenor Valentin Thill, dio notoriedad en escena a Don Ottavio, un personaje que suele carecer de trascendencia, pero que aquí se lució por la nobleza, la claridad y el fraseo con el  que cantó las dos importantes arias del papel.  Correctos estuvieron los personajes de Zerlina y Masetto, interpretado con perspicacia por la soprano italiana Francesca Pusceddu, así como del barítono Timothée Varon  quien dio una buena caracterización de Masetto, pero que parece tener los medios para abordar papeles de mayor importancia. Adrien Mathonat posee la voz de  bajo oscuro necesaria para darle al Comendador la estatura que merece con su presencia y su canto que es pujante e imponente. Una mención va para el Coro de la Opéra National du Capitole, que tuvo aportes puntuales, con profesionalismo y cohesión, bajo la conducción de su director titular Gabriel Bourgoin. Al final fue una función que agradó al exigente, pero muy entusiasta público francés, que lo demostró con interminables aplausos al finalizar la función.



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