Dr. Alberto Leal
Teatro Argentino de La Plata. Domingo 28. Opera de Isaac
Albéniz con libreto de Francis Money-Coutts, basado en una novela de Juan
Valera.
Estrenada por primera vez en el Teatro Liceo en 1896, ha sido una obra que
sufrió numerosos cambios, tanto por parte del autor, como de otros
compositores. Incluso fue cantada en distintos idiomas. La versión presentada
por el Teatro Argentino es la revisada por Borja Mariño, sobre la versión
estrenada en Praga y cantada en inglés. Calixto Bieito, de quien ya hemos visto otras puestas en Europa., se constituye
en el eje central de esta representación. La historia original no aporta nada
nuevo pero Calixto logra un nivel dramático impensado para el título. Realmente
su Pepita, es España misma, con sus contradicciones en la época anterior y
durante el franquismo. La religión y el sexo reprimido. Es de valorar que con una trama muy simple, Calixto logre un duro fuego
dramático. Solamente su escenografía, debida a Rebecca
Ringst, muestra una serie de de 28 placares, que se van abriendo o cerrando
según la ocasión, generando aún más fuerza a la puesta y pegar en el clavo de
la España donde hace transcurrir la versión. El ocultamiento es factor
decisivo. Manuel Coves dirigió
correctamente la orquesta, que solo tuvo pequeños problemas en la primera parte
de la obra. El resto sonó realmente espléndido y fue un gran placer escuchar la
excelente partitura de Albéniz. Un destacable trabajo de la misma, aunque por
momentos la relación foso y escenario no fuera la más adaptable para los
cantantes.
Nicola Beller Carbone compuso una
Pepita llena de garra y contradicciones. Tal vez su papel fue algo
sobreactuado, pero no tuvo problemas vocales y su voz fue claramente escuchada
en todo el teatro. Enrique Ferrer,
un tenor que no posee una voz particularmente bella, cumplió de sobra con su
atormentado personaje. No posee un gran volumen pero fue escuchado sin
inconvenientes en todas sus intervenciones. Posee la presencia necesaria para
el rol y buenas condiciones de actor. Adriana
Mastrángelo, con su esplendida figura, parece no ser el tipo más adecuado
que pide Albéniz. Pero logró un personaje creíble y solo fueron poco audibles sus
notas graves. Víctor Castells fue
excelente en su rol. Buena voz, un canto siempre afinado y buen desempeño como
actor. El grupo del resto de los cantantes mantuvo un excelente nivel,
destacándose Sebastián Angulegui,
quien parece mejorar en cada una de sus presentaciones. Esta versión fue un
logro de Calixto Bieito, se puede
percibir un gran trabajo detrás de la misma. Yo soy una persona creyente, sin
embargo no me molestaron ni los desnudos de la Virgen María – que en la escena
están totalmente justificados - ni el resto de los desnudos parciales. Entiendo
que para algunos espectadores la puesta puede ser chocante y lo respeto. Pero
lograr de un libreto más que simple una obra de fuerte dramatismo no es cosa de
todos los días. Un bravo para el atrevimiento del Teatro Argentino y poder ver,
que de alguna manera, nos equiparamos a los grandes teatros del mundo. Una
ovación final premió este notable trabajo.
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