Un alucinante viaje a las profundidades de la
fantasía, enmarcado por la música de la tradición eslava y espectaculares
trabajos de escenografía e iluminación, es lo que vivió el público en la
primera función de la ópera Rusalka, de Antonín Dvořák (1841-1904), que se presentó la noche del
jueves en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, a cargo de la
Compañía Nacional de Ópera de Bellas Artes. El bel canto, la música, la
danza, el teatro y el arte multimedia se combinaron de manera intrépida, para
beneplácito del público, en esta reposición de la Ópera de Bellas Artes que
cuenta una historia conocida por muchos, pues contiene elementos de La sirenita,
cuento de Hans Christian Andersen, pero aquí en el personaje de la joven
Rusalka, figura de la mitología eslava, interpretado vocalmente por la soprano
argentina Daniela Tabernig. Bajo la dirección concertadora del maestro Srba Dinic y escénica de Enrique
Singer, la ópera Rusalka, escrita en tres actos por Antonín Dvořák, con libreto en checo de
Jaroslav Kvapil, basado a la vez en los cuentos de hadas de Karel Jaromír Erben
y Božena Němcová, logró impresionar al público
que se dio cita y que ofreció prolongados aplausos a la Orquesta y Coro del
Teatro de Bellas Artes por su puntual interpretación de la partitura.
Igualmente, el elenco, de carácter internacional, fue premiado por el público
con sus ovaciones: Daniela Tabernig
como Rusalka, el tenor ruso Khachatur
Badalian como el príncipe; el bajo islandés Kristinn Sigmundsson como el espíritu de las aguas; y la
mezzosoprano mexicana Belem Rodríguez
como la bruja. Fiel a lo prometido desde su
primera temporada en 2011, el director de escena Enrique Singer entregó un verdadero cuento de hadas, un viaje al
mundo fantástico del mar y la tierra, en donde Rusalka desafía las leyes
sobrenaturales para convertirse en ser humano y lograr el amor en el mundo
material, rebasando las fronteras de dos mundos antagónicos y enfrentando sus
fatales consecuencias, con un cuidadoso manejo de los mitos y las tradiciones
eslavas. “Escénicamente es un cuento de hadas que sucede en la tierra, en un
palacio y bajo el agua”, y junto con el equipo creativo formado por Jorge
Ballina en la escenografía, Víctor Zapatero en la iluminación y Eloise Kazan en
el vestuario, “quisimos recrear un mundo fantástico con una estructura
escenográfica compleja, con muchos cambios y colores”, dijo previamente el
maestro Singer. Y, es que, en efecto, junto a la
destreza vocal mostrada por los cantantes en escena, los elementos
escenográficos cobraron tal relevancia que la imagen de la luna se convirtió en
un personaje más, cuando Rusalka le pide que busque al príncipe y le diga que
ella lo ama, lo cual dio pie a uno de los momentos más emotivos de la obra al
interpretar Daniela Tabernig una de las más famosa arias de la ópera universal:
Měsíčku na nebi hlubokém (La canción de la luna): ¡Luna, detente un momento y dime
dónde se encuentra mi amor! Destacaron
también las actuaciones de los cantantes: Celia
Gómez en el papel de una princesa extranjera; Antonio Duque como guardabosques; Carla Madrid personificando al cocinero y como cazador, Édgar Gil,
y en especial las tres ninfas: Lucía
Salas, Edurne Goyarsu y Nieves Navarro. La ópera Rusalka, es una reposición de
la producción que se estrenó el 10 de marzo de 2011 por la Ópera de Bellas
Artes.
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