Fotos: Teatro Solís de Montevideo / Santiago Bouza
Es la única Opera que compuso Bartok y tuvo un
nacimiento bastante perturbado. Escrita en 1911 recién consiguió ser estrenada
en 1918 en Budapest, luego de ser sometida a revisiones por el autor en 1912 y
1917. No obtuvo éxito. Fue otra vez reescrita y reestrenada en 1938 en el Maggio
Musicale Fiorentino, esta vez sí alcanzando un gran suceso. Pese a su reducida
duración (1 hora y poco) no es una ópera fácil de montar. Es muy exigente con
la orquesta y con sus dos solistas y requiere una puesta en escena compleja que
presente el Castillo del protagonista y el carácter fantasmal que es descrito en
la partitura, con los sucesivos universos que se abren junto a cada una de sus
7 puertas. Es una favorita de muchos cantantes y ha sido grabada entre otros
por Christa Ludwig, Tatiana Troyanos, Julia Varady, Elena Obraztsova, Eva Marton,
Jessie Norman del lado de las mujeres y Walter Berry, Dietrich Fisher Dieskau,
Samuel Ramey y Lazslo Polgar del lado de los hombres. El Teatro Solís presentó
una versión fantástica en lo auditivo y pobre en lo visual. La Orquesta
Filarmónica, bajo la dirección precisa e intensa de Ligia Amadio, que se ha
ganado en buena ley el corazón y el respeto de los melómanos de esta ciudad,
tuvo una noche excepcional dando con gran fuerza el clima enrarecido del
Castillo y el crescendo dramático a medida que se van abriendo las sucesivas
puertas, hasta el final.
Hubo dos interpretaciones de lujo de Hernán Iturralde y Adriana Mastrangelo, ambos en estado de gracia vocal, favorecidos
además por su ubicación en el proscenio con la Orquesta detrás de ellos
ocupando lo que normalmente es el escenario, exhibiendo no sólo bellísimos
timbres vocales y un volumen rotundo sino también una gran fuerza dramática que
fue acompañada por un intenso desempeño actoral. Marianella Morena acertó en
lleno en la conducción de los actores, de los cuales obtuvo dos magistrales
creaciones plenas de intensidad y en un todo adecuado al texto que se está cantando,
cada inflexión, cada sílaba. Sólo una gran directora teatral trabajando con dos
grandes actores podía obtener semejante resultado. Pero fracasó en el intento
de encontrar una sustitución para la escenografía inexistente en esta versión
anunciada como semi montada (quizás debió optar por utilizar proyecciones, que
dieran el clima) –En un escenario desnudo, con únicamente una cama y una mesita
de luz no consiguió dar la imagen del Castillo y lo que es peor no consiguió
crear un sustituto a las puertas que se abren y la observación de lo que hay en
el interior de ellas. Esto le hizo un flaco favor a la Opera en cuanto a su
divulgación, porque quien no la haya visto antes (yo recuerdo una bellísima
puesta del Met con la gran Jessye Norman) simplemente se quedará sin entender
de qué se trata. Para colmo hubo algunos trechos en los que los subtítulos
brillaron por su ausencia.
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