Foto: David Villafañe
Luis Enrique Juliá / Especial para El Nuevo Día
El
amor, divino don, no lo desprecies; el amor es alma y vida del mundo.” (del
libreto de Luigi Illica para la ópera Andrea Chenier del compositor Umberto
Giordano) El piano Steinway donado por don Guillermo Martínez al Conservatorio
de Música de Puerto Rico en Miramar en manos de la maestra Liora Maurer fue el
hilo conductor de una velada de voces fantásticas. La noche del martes 6 de febrero,
el matrimonio de la soprano polaca Aleksandra Kurzak y el tenor francés Roberto
Alagna deleitaron a los amantes de la ópera de la isla en la intimidad de la
Sala Sanromá, con un programa de arias y dúos del “bel canto”. Una
velada simpática y de entrega artística del más alto nivel internacional
-dedicada a aliviar estudiantes y profesores de la primera institución de
educación musical que sufrieron los estragos de los desastres naturales del mes
de septiembre pasado-, dio inicio a la temporada 32 de la casa productora
CulturArte de Puerto Rico. Abrieron
con “Parle-moi de ma mère” del primer acto de la ópera Carmen de Georges Bizet
-basado en el relato del historiador y arqueólogo Prosper Mérimée-, una de las
colaboraciones emblemáticas del dúo Alagna-Kurzak en los roles de Don José y
Micaëla. No se hicieron esperar la química y la musicalidad de estos dos
actores-cantantes, acompañados por la directora musical asociada del
Metropolitan Opera House en Nueva York, Liora Maurer. Siguió
Roberto Alagna solo con una poderosa interpretación del aria “Kuda, kuda?”
del segundo acto del drama musical Eugene Onegin de Tchaikovsky. Subió
entonces a escena la soprano Aleksandra Kurzak para el aria en italiano “Ah!
Fors'e lui… Sempre libera” de La Traviata de Verdi, donde percibimos alguna
dificultad en el registro agudo, que podría estar relacionada con el esfuerzo
vocal al no escucharse bien por el eco, o exceso de resonancia (reverb), cuando
se obvian las cortinas que pueden modificar al gusto del artista la acústica
del auditorio. Un
solo de piano del interludio del tercer acto de Carmen, sirvió de preámbulo a
la lectura de Alagna - uno de los tenores más exitosos del universo -, del “Non
piangere, Liù” de la ópera Turandot, del catálogo del compositor italiano
Giacomo Puccini. La
dirección artística del mecenas Guillermo Martínez -quien además coordinó la
documentación en audio y vídeo para televisión de la emisora WIPR de esta
histórica ocasión -, trajo de vuelta al escenario Aleksandra Kurzak para una
auténtica “Tu che di gel sei cinta” de la misma ópera, cerrando este segmento
pucciniano - después del Intermezzo instrumental del Acto III de Manon Lescaut
-, con el dúo de Madama Butterfly, “Vogliatemi bene”. La
segunda parte abrió con el dúo “”, presagio trágico del 1er acto del Otello de
Giusseppe Verdi, una de las obras maestras del género operático, con un
acertado libreto de extracción shakesperiana de Arrigo Boito. Aún
cuando ambos cantantes se pudieran percibir en algún momento forzados en las
notas altas de su registro, la gracia, el dominio escénico y el profesionalismo
de estos intérpretes embruja de tal forma la escena, que resulta de todas
formas en una experiencia muy especial para el que observa y escucha en vivo. El
programa del concierto también incluyó otras dos arias en la voz coloratura de
la Kurzak: “Mercé, dilette amiche” de I Vespri Siciliani también del ingenio
verdiano; y “Ecco, respiro appenadel drama Adriana Lecouvreur, música de
Francesco Cilea sobre un libreto de Arturo Colautti. Por su parte, el tenor
Roberto Alagna cantó desde la afinación y el fraseo de sus prodigiosas cuerdas
vocales “Un di all'azzurro spazio” en el personaje del poeta decapitado en la
revolución francesa André Chenier, trabajado por el compositor Umberto Giordano
en el estilo verista; y el desgarrador “Giulietta! Son io!” de la versión de
Riccardo Zandonai titulada Giulietta e Romeo, del trágico drama del amor
imposible de William Shakespeare. La secuencia del espectáculo concluía
con el duetto “Caro elisir!” de la popular ópera cómica L'elisir d'amore de
Geatano Donizetti, donde Alagna y Kurzak dieron rienda suelta a sus capacidades
histriónicas, correspondidos por una ovación del público presente. Como si
fuera poco, ante la insistencia de los aplausos del auditorio, se extendieron
en los encores. Aleksandra Kurzak fue toda musicalidad en el estándar “O mio
babbino caro” Schicchi de Puccini; Alagna - en un guiño al continente
latinoamericano rindió homenaje a Jorge Negrete evocando los mariachis en
“Ella” del inolvidable José Alfredo Jiménez; y para terminar en familia,
cerraron a dúo con la canción “Libertá” de los hermanos de Roberto, David y
Frédérico Alagna.
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