Foto: Brescia e Amisano
Massimo Viazzo
“Es la première más importante
de los últimos veinticinco años y lo será en los siguientes veinticinco” y “Es
la velada musical más importante de mi vida” – así es como Alexander Pereira,
el sobreintendente del Teatro alla Scala definió la primera representación
mundial de Fin de Partie de György
Kurtág. En efecto, se trata de una obra de gran relevancia para el compositor
húngaro, que a la edad de 92 años compuso su primera ópera lírica, como para el
teatro musical tout court, estando
esta obra, por su calidad intrínseca, destinada a entrar permanentemente en el
repertorio, algo muy raro para las obras de los compositores de nuestros días. Fin de Partie trata sobre el texto
homónimo de Beckett, no completamente musicalizado (de hecho, los super títulos
se refieren a la obra como “scènes et
monologues”) aunque utiliza las palabras del dramaturgo irlandés. Becket
expresó en múltiples ocasiones el deseo de que sus dramas no fueran
musicalizados, pero Alexander Pereira no se dio por vencido y trabajando junto
a Kurtág y la Fundación Beckett terminó por ‘vencer la partida’. La ópera esta
divida en 14 partes y dura cerca de dos horas sin intervalos, solo algunos
breves cambios de escena. En realidad, la escena no cambia radicalmente,
reproduciéndose sobre el escenario la estructura de una casa que se encuentra
dentro de la habitación en la que se desarrolla la acción. En la practica se trata de una casa vista al
mismo tiempo desde el interior y el exterior, creada por el director de escena
libanes Pierre Audi. Durante los cambios de escena solo se
modificaba la perspectiva, la iluminación, y la disposición de los pocos
elementos escénicos utilizados. Kurtág profundizó en cada detalle, en cada
particularidad del texto y en cada inflexión de la palabra (utilizando el
francés como en la pieza teatral original). ¡Es un campeón del aforismo! La
orquesta en el foso estuvo grandiosa, pero fue utilizada siempre como un
instrumento de cámara con fragmentos de poesía, sonidos destilados con rara
fineza, tiras temáticas y tonalidades, una tras otra, como un rompecabezas, en
el estrujante y amargo epilogo orquestal. Es inútil subrayar que el elenco
estuvo extraordinariamente envolvente en una ópera tan compleja que nunca fue
irritante o falsamente provocadora. Recuerdo a los solistas de canto también
como actores perfectos: Frode Olsen
(Hamm), Leigh Melrose (Clov), Hilary Summers (Nell) y Leonardo Cortelazzi (Nagg), quienes
trabajaron intensamente durante tres años con el compositor. Muy atento y concentrado estuvo Markus Stenz, en la conducción de la
Orquesta del Teatro alla Scala, manteniendo bajo control la difícil partitura
con pericia y convicción.
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