Fotos: Brescia& Amisano - Teatro alla Scala
Massimo Viazzo
El Teatro alla
Scala inauguró su nueva temporada con Attila,
la novena opera verdiana, un título quizás no tan conocido en el repertorio internacional,
pero no por ello menos interesante y estimulante. Nos encontramos en el periodo en el que Verdi
afinaba un poco a la vez los medios dramatúrgico-musicales contenidos en sus
obras maestras sucesivas, estamos en los conocidos ‘anni di galera’. La ópera
es una secuencia ininterrumpida de “fuertes” pasajes: arias, cabaletas, duetos,
y piezas de acompañamiento que atraparon el aplauso desde la primera nota. Una verdadera ópera per cantante, que para ser montada requiere de un cuarteto vocal de
alto nivel. La Scala ha hecho las cosas en grande confiándole la dirección
orquestal a su director musical Riccardo
Chailly, la puesta en escena a uno de los directores italianos más
requeridos del momento, Davide Livermore,
y contratando cuatro solistas de canto excepcionales. Pero vayamos en orden. El espectáculo de
Livermore fue de un fuerte impacto visual ya que ambientó la ópera en la
primera mitad del siglo XX, con referencias a las dos guerras mundiales, pero
sin identificar con precisión a cada bando. El director turinés nos contó una
historia en la que hay víctimas y asesinos. Sobre el escenario, resaltaron
estructuras propulsadas, paredes descendentes, puentes que se partían, telones
de fondo que permitían ver el humo y los destellos de las batallas, y al fondo
emocionantes video-proyecciones inspiradas en celebres películas del cine
italiano. El espectador se vio envuelto en una serie ininterrumpida de continuas
y conmovedoras situaciones nuevas, siempre respetuosas del libreto y de la
partitura. El todo, indudablemente con
marcados trazos hiper tecnológicos, transcurrió siempre con una lectura fluida
e inmediata. Chailly hizo sonar la orquesta de manera estupenda, matizando los
sonidos y fraseando con cuidado, aunque por momento faltó un poco de
electricidad en los pasajes más ardientes. El elenco, como se mencionó, fue de
alto nivel, comenzando por el protagonista Ildar
Abdrazakov, un Attila de suntuosa
voz, bien fraseado, con timbre rotundo siempre sobresaliente. Un gran descubrimiento fue el de la soprano Saioa Hernández en su debut scaligero,
en el arduo papel de Odabella, que interpretó con carácter combativo y presteza
vocal. Fabio Sartori entusiasmó al público
con su arrogante Foresto, seguro y penetrante; mientras que George Petean, un barítono de voz clara
y aguda (en la cabaletta del segundo
acto alcanzó el sib) dio vida al papel de Ezio con solidez de emisión y sana
voz. Óptimo también estuvo el tenor Francesco Pittari (Udino) y sobre todo
el bajo Gianluca Buratto (Leone). Como de costumbre el desempeño del coro
dirigido por Bruno Casoni fue
magnifico.
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