Thursday, August 8, 2019

"Cosi fan tutte" en el Municipal de Santiago de Chile

Fotos: Elenco internacional - Marcela González Guillén / Elenco estelar - Patricio Melo.

Joel Poblete

Han sido semanas difíciles para el Teatro Municipal de Santiago, con la crisis financiera y la desvinculación de 59 de sus trabajadores, incluyendo una docena de integrantes de uno de sus cuerpos estables, el excelente coro que dirige el uruguayo Jorge Klastornick. Pero en medio de tan tristes y preocupantes circunstancias, de todos modos ha continuado su temporada lírica, cuyo tercer título, Così fan tutte, se presentó en la segunda quincena de julio (el estreno fue justo dos días después de los despidos), con atractivos resultados artísticos y buena recepción del público para sus dos repartos. 

DescripciCosì 


Precisamente con esta pieza se concluyó un particular proyecto del Municipal: presentar durante tres años seguidos, con los mismos responsables de la propuesta escénica (originalmente creada para Francia hace dos décadas) y la dirección musical, las óperas que componen la célebre trilogía Mozart-Da Ponte. Así, en el mismo orden cronológico en que fueron compuestas, en 2017 en este escenario se presentó Las bodas de Fígaro, el año pasado Don Giovanni y ahora se culminó con este Così fan tutte, ausente del Municipal desde 2005. 

El enorme potencial de esta obra maestra no alcanzó su completo desarrollo en la propuesta escénica liderada por el director teatral francés Pierre Constant, pero hay que reconocer que estuvo mucho mejor resuelta que las dos óperas anteriores: se conservó el mismo enorme y escuálido marco escénico (escenografía de Roberto Platé) que no terminó de entusiasmar a críticos y público en 2017 y 2018 y que fue considerado plano y monocorde, pero en esta ocasión funcionó mucho mejor, apoyado por la iluminación (de Jacques Rouveyrollis, realizada por Christophe Naillet) que sugirió el entorno marino y la calidez mediterránea de Nápoles. El vestuario de Jacques Schmidt y Emmanuel Peduzzi no brilló particularmente, y en general todo siguió siendo muy minimalista, pero en esta ocasión los movimientos y desplazamientos fueron más efectivos y la historia estuvo mejor aprovechada y desarrollada que en lo que se pudo apreciar en Las bodas de Fígaro y Don Giovanni. Algunas ideas fueron un buen aporte -la primera escena transcurría en un baño turco, el divertido enfrentamiento del final del primer acto, que incluye cambios climáticos, fue vibrante y dinámico-, otras no fueron tan logradas y el ritmo era irregular, en especial en el segundo acto, pero en general el resultado fue mucho más atractivo y satisfactorio que en los dos montajes previos.  

Como en las dos anteriores óperas de esta trilogía en el Municipal, la dirección orquestal estuvo a cargo del maestro italiano Attilio Cremonesi, director invitado principal de la Filarmónica de Santiago, quien desarrolló una lectura casi de cámara, fluida y que ofreció diversos detalles que no siempre se aprecian en esta partitura, aunque nuevamente, como en 2017 y 2018, en algunos momentos recurrió a variaciones en el ritmo que pueden desconcertar a los entendidos, como cuando dirigió a una velocidad más rápida de lo habitual, lo que incidió tanto en cambiar la atmósfera y tono de ciertos fragmentos (por ejemplo, el bello y diáfano trío "Soave sia il vento", o el final de la ópera), como en provocar ocasionales desajustes en los cantantes. En el segundo reparto, el llamado elenco estelar, el director residente de la orquesta, el chileno Pedro-Pablo Prudencio (quien el año pasado también participó en esta trilogía, cuando estuvo a cargo de Don Giovanni), logró un resultado más homogéneo, dinámico y atento a los solistas. En cuanto al coro, su participación en esta ópera es puntual, reducida y breve, y en este montaje no cantaron en escena, ya que estaban ubicados fuera de la vista del público, en los palcos al costado del escenario. De todos modos, su desempeño fue muy oportuno. 

Los dos repartos convocados para este regreso de "Così fan tutte" fueron muy atractivos. El elenco internacional contó con dos representantes chilenas que figuran entre las sopranos más elogiadas de la escena local en los últimos años: mientras Marcela González fue una Despina vivaz y chispeante, Paulina González sorteó con inteligencia, musicalidad y buen desempeño vocal el exigente rol de Fiordiligi, resolviendo muy bien dos de los más grandes momentos solistas para la voz femenina que creó Mozart, "Come scoglio" y "Per pietà". Ambas cantaron ya en las dos otras óperas de esta trilogía: en Las bodas de Fígaro de 2017 la primera fue Cherubino, mientras la segunda fue la Condesa, y en Don Giovanni encarnaron a Zerlina y Doña Elvira, respectivamente. 

Junto a ellas, regresó el barítono portugués José Fardilha, quien antes en el Municipal cantara en La italiana en Argel y El barbero de Sevilla y ahora fue un eficaz Don Alfonso, y debutaron en Chile tres jóvenes cantantes que ya se han fogueado en escenarios tan prestigiosos como el MET de Nueva York y la Ópera de Viena: la mezzosoprano de origen tunecino Rihab Chaieb como Dorabella lució una voz cálida, bien proyectada y de bello timbre y color, y en lo actoral fue sensual y se mostró desenvuelta y llena de energía; el barítono turco Orhan Yildiz fue un Guglielmo humano y simpático, muy bien cantado, y el tenor estadounidense Andrew Stenson fue un Ferrando de voz reducida en volumen pero cuyo canto sutil y buenos recursos estilísticos fueron muy bienvenidos.  

En el elenco estelar, cinco de los seis solistas ya habían participado en al menos un rol de las dos óperas anteriores de la trilogía; la única que se incorporaba por primera vez a esta propuesta era la mezzosoprano chilena Evelyn Ramírez en el papel de Dorabella, como siempre demostrando su talento y eclecticismo, considerando que este año en el Municipal estuvo ya en La fuerza del destino y El caballero de la rosa, en agosto regresará para protagonizarLa italiana en Argel de Rossini y en agosto en otro teatro de la ciudad, el Municipal de Las Condes, será la protagonista de Carmen de Bizet. Completando la representación nacional de este reparto, la soprano Andrea Aguilar estuvo muy bien como Fiordiligi, creíble en lo escénico y sacando buen partido a su atractiva voz; la también soprano Patricia Cifuentes fue una encantadora y divertida Despina, y el barítono Patricio Sabaté un excelente Don Alfonso. El tenor argentino Santiago Bürgi fue un aguerrido Ferrando que probó algunas soluciones vocales muy particulares para el estilo mozartiano en sus momentos solistas pero salió airoso, mientras el barítono cubano Eleomar Cuello se lució en un Guglielmo muy bien cantado y actuado. 

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