Roberta Pedrotti
Cremona ocupa un lugar central
en una obra situada precisamente en Cremona. Nunca antes se había concretado el espejo ideal entre público y
teatro, con una obra inspirada en un hecho que realmente ocurrió recientemente
-en 2019 se impuso el silencio en las calles limítrofes del Museo del Violín
para conseguir las condiciones óptimas para realizar unas grabaciones- y en el
que se menciona varias veces a un personaje, el alcalde, que se sienta en la
sala todavía en el cargo. Una pizca de extrañamiento viene dada por el hecho de
que todo el mundo canta en inglés también se encuentran en escena cinco
italianos y un argelino, así como un perro y un violín (este último, sin
embargo, sólo vocaliza). Pero ¿No estamos acostumbrado a escuchar japoneses,
antiguos egipcios, sacerdotes galos y mineros estadounidenses expresarse en
nuestra lengua? ¿O amantes veroneses en francés o dragones y tribunos romanos
en alemán? El teatro y la vida son la misma cosa y no lo son, verdad e
invención se intercalan: en una adorable paradoja, que hace aún más encantador
el libreto de Mark Campbell para
este A sweet Silence in Cremona. Se trata de una coproducción internacional,
comisionada por la New York University, la Casa Italiana Zerilli - Marimò, NYU
Florence, que en el Teatro Ponchielli encontró su primer hogar a la espera de
los próximos estrenos en Florencia y en la Gran Manzana. El público lombardo
acudió en gran cantidad, y ya es una buena noticia, en un teatro decorado para
fiesta con pinceladas del arcoíris -ya se notan los aires del Pride del próximo mes. La curiosidad que
destaca en el escenario citadino fue bien recompensada y lo más importante es
que este numeroso público demostró divertirse y emocionarse al fundirse en los
aplausos a escenario abierto al finalizar la funcion. Más que merecido, porque
la obra está realmente bien hecha y demuestra su brevedad – en su hora de duración
(“¡gran mérito!”) - la perfecta técnica de la escritura teatral de
Campell, toda la auténtica profesionalidad de un libretista. Comienza con la
ligereza de la comedia, presentando a la humanidad obligada al silencio por
deferencia a los violines del museo: la señora Mariolina disfruta de la
tranquilidad; Giulia está ansiosa por el inminente nacimiento de su primer
hijo, mientras que Federico, su esposo está ausente; Valentina mima al perro
Attila, que tanto nos recuerda a Brian Griffin; Ettore se lamenta de que esta
orden del alcalde "liberal y amigo de los inmigrantes" pueda arruinar
su zapatería, aunque será el joven repartidor argelino Yassine -en la zona para
entregarle flores a Giulia de parte de su consorte- y comprar un par de zapatos
para su hermanita. Yassine es también quien, en su entusiasmo por la ciudad donde
se mudó con su familia, invita a no quejarse y a aprovechar el silencio para
soñar con la música. Dicho y hecho, la atención se centra en un lutier que
termina su creación y la apoteosis final se libera en el solo del
violín/soprano coloratura. La ligereza del tema arranca algunas sonrisas y
risas, la sinceridad del himno a la música conmueve, la medida del texto da en
el blanco y al referirse a un episodio muy específico logra mantenerse vigente
tanto por la sabrosa imagen en la que hasta el encuentro. entre el comerciante
reaccionario y el joven inmigrante no sabe de falsedades ni de lo impredecible,
en el 2019, es referencia a un lockdown musical. Eterno, pero no menos
profético y accidental, el himno a la ciudad “devoted to the violin” frente a
la que “invests in violence and war”. El muchacho extranjero que elige a
Cremona como "my home" se refleja en la internacionalidad de las
insignias de los laudistas, que llegaron a establecerse aquí desde todo el mundo
para aprender y practicar esa antigua arte. Si el libreto de Campbell –quien no
en vano ganó el premio Pulitzer y es un autor muy prolífico en el género-
funciona muy bien, es también por la unión con las notas del siciliano Roberto Scarcella Perino, excelente
exponente de esa escuela de teatro musical tan fértil en el Estados (se piensa
en Bernstein y en Menotti, por decir sólo los nombres más conocidos en nuestro
medio) pero no sólo (Rota), hecha de inteligibilidad textual y melódica,
lenguaje tonal no banalizado, eficaz caracterización de personajes y
situaciones, comunicativa y con sentido del teatro. ¿Fácil? Definitivamente
valiosa, y no es que parezca un defecto: hace falta maestría para destilar una
hora de teatro musical que sabe hablar de arte e integración sin inmovilizarse
ni tomarse a sí mismo demasiado en serio o, peor que nada, tomarse a la ligera
al público y sus necesidades. Todo el cartel, todo el equipo que hizo este
debut merece un aplauso, pero la larga lista quizás cansaría al lector. De la Orchestra
Monteverdi Festival debe mencionarse al menos a la solista Lena Yokoyama, del violín que se une a la voz violín de la soprano Sara Fanin, también intérprete puntual
de Valentina. El perro Atila comparte cara y voz con el lutier, que son las del
barítono Ramiro Maturana, admirable
para delinear partes tan diversas. La mezzosoprano Antonella Di Giacinto fue una deliciosa Mariolina y no se puede
permanecer indiferente ante el cambiante monólogo de la soprano Costanza Fontana, Giulia en una espera
agridulce. Pietro Di Bianco,
bajo-barítono, fue tan incisivo como Ettore, en contraparte al perfectamente
adecuado Yassine del tenor Gianluca Moro:
con physique du role, presencia ágil
y dinámica, articulación clara y una brillante voz, ideal para el papel que es clave
para unir la acción. Giuseppe Bruno
dirigió con claridad y ejemplar sentido del teatro. Cecilia Ligorio firmó uno de sus más exitosos trabajos,
precisamente porque en proporciones mínimas logró hacer poesía de la
simplicidad, en el elegante y funcional montaje escénico de Tommaso Lagattolla, también creador de
los bien caracterizados vestuarios, que no tienen una sombra de caricatura.
Tampoco se puede pasar por alto la aportación de la iluminación de Oscar Frosio y las proyecciones de
vídeo de Imaginarium Studio, que incluso en el pie de foto aparente consiguen
mantener la adecuada estilización en una Cremona caricaturesca, verdadera y
fantástica al mismo tiempo. La ópera contemporánea está más viva que nunca.
Basta solo con no tenerle miedo. Incluso en el restaurante después del
espectáculo se podían ver a personas del público felicitando a los intérpretes,
al libretista y al compositor.
Recensione in italiano: L'Ape Musicale:
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.