Fotos: Luigi Angelucci
Roberta Pedrotti
Teatro Rossini de Pesaro. Parece que con la última fecha del Rossini Opera Festival el belcanto se fue de vacaciones en Pesaro para volver a hablar de ello dentro de unos meses, con las reincidencias de la muerte y nacimiento del genio. Pero no: la Orchestra Sinfonica G. Rossini impulsó una idea que el Rof lanzó a principios de los 2000, Il mondo delle farse [El mundo de las farsas], y que lamentablemente solo duró unos años dentro del festival Rossini. Lástima, porque el repertorio a redescubrir es inmenso y si en su momento, aunque sea por razones prácticas, se centraron en las farsas en un acto de las primeras décadas del siglo XIX. En realidad, entre los compositores contemporáneos de Rossini y que fueron opacados por su fama también hay mucho más en lo que trabajar. De hecho, basta recorrer la programación del festival iL Belcanto Ritrovato, que tras una anticipación el verano pasado ahora se estrena oficialmente, para encontrarse con los más diversos títulos, quizás estrambóticos, serios o divertidos, históricos o literarios, o imaginativos, representados con arias, dúos, tríos o piezas instrumentales en varios conciertos en teatros aún menos conocidos de la región de las marcas. Sin embargo, la inauguración fue con una ópera. Una farsa, es decir un melodrama no necesariamente cómico, de duración limitada, necesidades escénicas moderadas y una compañía estándar (normalmente seis personajes, con un primero y segundo personaje femenino, una pareja de barítonos divertidos o geniales, un tenor amoroso, un posible bajo o segundo tenor). En estos términos parece una producción rutinaria, elegida precisamente por la relativa practicidad del montaje; en cambio, la Cecchina sounatrice di ghironda de Pietro Generali (edición crítica de Marco Beghelli con Lorenzo Nencini) es algo más complejo e interesante. Primero que nada, el libreto. En el mismo 1810 Gaetano Rossi lo escribió para Generali, mientras que al debutante Rossini le dio el de La cambiale di matrimonio, al que le siguieron colaboraciones para Tancredi y Semiramide. Treinta y dos años después, sin embargo, compondriá el libreto de Linda di Chamounix de Donizetti y, a primera vista, la asociación fue evidente: Cecchina es una montañesa que va a París, llega a un estado de riqueza y está enamorada de un joven de origen noble que desconoce, en ambas óperas se toca la ghironda [wheel fiddle o violín de rueda] instrumento de los montañeses migrantes en la ciudad. Salvo que el ghironda era también el instumento que utilizaban las prostitutas para atraer clientes y está claro que, bajo los velos de los versos, que el ascenso económico de la Cecchina se debe a tal actividad. Hay un aire de La Traviata, pero el vago aroma se convierte en una presencia innegable cuando se anuncia a un señor desconocido (el tío del tenor supuestamente pobre) que revindica el honor de la familia y al que Cecchina le indica con firmeza que: “No se acuerda más quien está en su casa”, o cuando la acusa de haber seducido al joven para robarle dinero, y revela haber preparado todo para cederle sus posesiones. Paralelismos realmente impresionantes, antes de que nacieran el hijo de Dumas y el propio Verdi. También hay un indicio de Manon Lescaut, en la redada de la policía para detener a la mujer acusada de ser una prostituta estafadora. En cambio, el final, viene de Goldoni: el topos dell’agnizione que es tan antiguo como el teatro, pero no puede escapar el reconocimiento de ser hija de un marqués de Cecchina que es una calca de la baronesa de la homónima Buona Figliola musicalizada por Duni y Piccinni. Y ojo, si Goldoni se refiere a la Pamela de Richardson es precisamente en este punto en el que se aparta de la novela inglesa, al no poder admitir -como expresa explícitamente en el prefacio del libreto- que un noble conviva con un burgués. En definitiva, Cecchina representa un modelo narrativo que viene de lejos, y refleja una actualidad escabrosa, que da lugar al desarrollo de diversos temas individuales. En el arte nada se crea y nada se destruye, pero se reconoce como genio a quien logra captar los materiales existentes e iluminarlos con nueva una nueva luz. Esto discurso también es válido en la música, como también lo muestran las piezas que abren la velada: la sinfonía de la Testa meravigliosa nos muestra que Pietro Generali ya conocía y usaba la técnica del crescendo, aunque sin poseer la incisividad que hacía parecer a Rossini como un revolucionario. El aria de la Pamela nubile (casualmente...) también de Generali nos devuelve al clima larmoyant o lloroso que, precisamente, en la ópera italiana emerge en la Cecchina de Piccinni y llega también a través de La gazza ladra, Linda di Chamounix y de La sonnambula a Luisa. Miller y a La traviata. Al final, se escucha la romanza de Pierotto da Linda di Chamounix “Cari luoghi ov'io passai” con la mezzosoprano Nutsa Zakaidze acompañada por la ghironda de Francesco Giusta.
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