Foto: Zach Tarrant
Ramón
Jacques
Después de la grata sensación
que dejará el pasado mes de mayo la ejecución de la 9ª Sinfonía de Beethoven
con la Houston Symphony bajo la conducción de su nuevo director titular, Juraj Valčuha, con otra emblemática
obra del repertorio sinfónico-coral, el Réquiem de Verdi, es como se da por
iniciada oficialmente su gestión al frente de la orquesta. Al preguntarle porque eligió esta obra, el director mencionó,
que quiso que su presentación fuera con una obra monumental que uniera a la
orquesta con el coro y solistas El maestro eslovaco une así su nombre a una
lista de personalidades que han estado a cargo de esta agrupación, fundada en 1913,
como: Leopold Stokowski; Sir John Barbirolli; André Previn; Christoph Eschenbach;
Hans Graf y Andrés Orozco-Estrada. Por su parte, la dirección de la orquesta
hizo la mejor elección posible con su nominación, ya que como quedó una vez demostrado
en este concierto, se trata de un director expresivo, que profundiza en cada
pieza que dirige, con entendimiento de la partitura y del compositor y lo hace
con extrema facilidad, natural presencia escénica, buen gusto y
elegancia. Su aproximación al Réquiem se
parece más a la de una partitura operística verdiana que a una misa solemne, ya
que supo dar le el lugar preponderante que le corresponde a los solistas, al
coro y a la orquesta en cada una de sus intervenciones. Nunca se escuchó una
fuerte masa musical, si no que en su lectura fluyó con sentido, recurriendo
incluso a los pasajes más tenues, casi imperceptibles con las suaves cuerdas,
acompañando a un coro espectral, que fue creciendo lentamente hasta la llegada
de los cuatro solistas, que tuvieron un buen desempeño, como el tenor Jonathan
Tetelman, quien cantó con un timbre cálido, voz bien proyectada y apego a
la parte que estaba cantando, (Tetelman se presentará esta misma temporada con la Houston Grand
Opera en el personaje de Cavaradossi en Tosca). El bajo Dmitry Belosselskiy cantó con una voz profunda y bien modulada; por
su parte la mezzosoprano rusa Marina
Prudenskaya, interpreto su parte con emoción, dándole ese toque de
aflicción que le exigen sus líneas, y que supo combinar bien su voz con la
ardorosa y conmovedora ejecución de la soprano Marina Prudenskaya. Puntos
notables a destacar fueron el dúo en el Offertorio entre Tatelman y
Prudenskaya, así como el conmovedor resplandor del Libera me de A. M. Martínez, quien para ello se ubicó en un nivel
superior detrás de la orquesta y al lado del coro. Quizás la parte más conocida
del Réquiem, los primeros compases del Dies Irae en el que el coro y la orquesta
crean una aterradora e impetuosa turbulencia musical, con giros y vueltas
emocionales que llevan a la reflexión, a través de grandiosos crescendos, fue
una prueba de donde más resaltó el control y la autoridad que ejerce en el
podio Valčuha, sobre todo su sintonía con los diversos matices de la partitura. El coro Houston Symphony Chorus, quien a su
vez estrenaba nuevo director Allen Hightower
mostro uniformidad y solidez, inundando la sala con alegría en su sereno
Agnus Dei y en su Lux Aeterna. Juraj Valčuha cuya presencia comienza a
generar satisfacción y expectativa con el público local y con los músicos de la
orquesta, se hará cargo de nueve conciertos a lo largo de esta temporada
sinfónica que inicia en Houston, y dirigirá una amplia variedad de compositores
y destacados solistas, y como obras sinfónico-vocales: Das Lied von der Erde de Mahler y Oedipus Rex de Stravinsky, en versión semi-escénica..
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