Thursday, November 13, 2025

Dead Man Walking en San Francisco

Fotos: Cory Weaver / San Francisco Opera

Ramón Jacques 

Para conmemorar el vigésimo quinto aniversario del estreno mundial de Dead Man Walking, llevado a cabo en este mismo escenario el 7 de octubre del 2000, la Ópera de San Francisco decidió este título en un prólogo y tres actos del compositor estadounidense Jake Heggie (1961) con libreto del dramaturgo Terrence McNally (1938-2020), basado en el libro homónimo, editado en 1993, y que recopila las memorias de la Hermana Helen Prejean (1939), religiosa católica estadounidense defensora de la abolición de la pena de muerte, quien es es uno de los personaje principales en el libreto,  donde aborda de manera profunda y humana temas relacionados con la justicia, la redención, el perdón y la condición humana, enfocándose  especialmente sobre las implicaciones morales que se desprenden de la pena capital, aun vigente en algunas regiones de Estados Unidos, como en la penitenciaria estatal de Luisiana (conocida como Angola), lugar donde se sitúa la trama de la ópera, y su estrecha relación con el personaje de Joseph De Rocher, quien es condenado a muerte.  A pesar de haber sido comisionada por San Francisco, y de haber  obtenido un resonante éxito en este escenario, además de ser un importante logro de la gestión del legendario Lofti Mansouri, entonces director general de este teatro, la obra no volvió a ser repuesta ni vista aquí hasta el día de hoy en el War Memorial Opera House.  Eso sí, la obra cuenta con un par de grabaciones además de que es considerada un hito dentro del repertorio lirico estadounidense contemporáneo, al ser un titulo ampliamente representado, con más de ochenta producciones a nivel mundial, destacando su escenificación en escenarios como: la Semperopera de Dresde Alemania, que marcó su estreno europeo en el 2006, el Theater an der Wien de Viena, y en los teatros norteamericanos de: Atlanta, Vancouver, Minnesota, Houston, Lyric Opera de Chicago y el Metropolitan de Nueva York, donde fue vista en la temporada 2023-2024, por mencionar algunos. Previo a la adaptación hecha por Heggie, Dead Man Walking, cuenta también con una adaptación para las pantallas cinematográficas, estrenada en 1995, donde la actriz Susan Sarandon interpretó a la hermana H. Prejean, y el actor Sean Penn encarnó al personaje de Matthew Poncelet (llamado Joseph De Rocher en la ópera y Elmo Patrick Sonnier en el libro de Prejean).  Alrededor del reestreno de esta reposición se realizaron en San Francisco diversos eventos como: charlas, debates, coloquios, la proyección de la película, una exhibición de obras de artistas encarcelados, entrevistas con los artistas de la ópera, lideres religiosos y con el propio compositor sobre un tema que indudablemente aun genera mucha polémica, controversia y rechazo en la sociedad estadounidense, que aun se divide entre los que están en contra y otros más a favor.  Los eventos culminaron con una premiación a Jake Haggie, con la medalla de oro (San Francisco Opera Medal) el premio más importante que otorga la compañía, al finalizar la función de estreno, donde además estuvo presente como invitada la hermana Helen Prejean. En breve, la historia describe el brutal asesinato y violación una pareja de adolescentes que se encuentran junto a un lago por la noche, a manos de los hermanos De Rocher.  La hermana Helen, quien dirige un coro infantil “He will gather usa round” (que después se convierte en leitmotiv de Helen a lo largo de la ópera) acepta convertirse en la guía espiritual de De Rocher, a quien conoce a través de una relación epistolar, hasta su ejecución.   Así, comienza una secuencia de escenas, desde la llegada de Prejean a la prisión, las criticas que debe soportar de las hermanas de su congregación, los padres de los adolescentes asesinados, incluso el Padre Grenville, capellán de la prisión. La Hermana Prejean le solicita a George Benton, alcaide de la prisión, que interceda por De Rocher ante las autoridades de la prisión para que su condena de muerte sea condonada, pero lamentablemente esto no ocurre.  La hermana Prejean, debe soportar los insultos y en enfado de los padres de los adolescentes, mientras que a la vez da palabras de aliento y confort, acompañando a Joseph De Rocher, así como a su madre y sus dos hermanos menores.  Incluso debe intervenir en una discusión entre los cuatro padres agraviados y la madre de De Rocher.  Finalmente, llega la noticia de que gobernador del Luisana no le otorga el perdón a De Rocher, quien se resigna a morir por su crimen.  Helen intenta convencer a  De Rocher de confesar y hacer la paz por sus acciones, pero el se niega. La fecha de ejecución queda fijada el día 4 de agosto.  Mientras tanto Helen Prejean reflexiona y tiene pesadillas, pero se decide a seguir acompañando a De Rocher.  Hablando sobre diversos temas, incluido el de la música y su mutua admiración por Elvis Presley, De Rocher le confiesa a Prejean de tener miedo, mientras su madre y sus hermanos van a despedirse de él. Prejean habla con los padres de las víctimas, y uno de ellos le confiesa que su parecer ha cambiado y no sabe si la pena de muerte es lo que en realidad desea. Helen habla por ultima vez con De Rocher, quien le confiesa su crimen y ella lo perdona.  Mientras es llevado a su ejecución, “Dead Man Walking” exclama en voz alta George Benton; De Rocher le expresa a Prejean su agradecimiento diciéndole que ella representara siempre para el “The face of Love” (la cara del amor).  Delante de todos los presentes, Joseph De Rocher es ejecutado, y antes de caer el telón Prejean canta por última vez su himno.  El montaje escénico utilizado, que fue una nueva versión creada en el 2002 por la Lyric Opera de Chicago, en coproducción con la desaparecida Opera Pacific de California y los teatros de Cincinatti, New York City Opera, Austin, Michigan, Pittsburg y Baltimore creada por Michael Mcgarty, nos traslada a los años setenta del siglo pasado, que nos los indican los vestuarios y el coche de los adolescentes, y con el transcurso del tiempo las escenografías se convierten en instalaciones metálicas, con escaleras y diversos pisos, cubiertos por un reja que cubre todo el frente del proscenio, trasladándonos al interior de la prisión. Los vestuarios fueron elaborados por Jess Goldstein, y la iluminación, de Brian Nason, que aquí juega un papel importante, para exaltar diversos estados de ánimo, pero sobre todo para crear esa sensación de zozobra y desasosiego, manteniendo al público atento y en suspenso, también con el uso de algunas proyecciones (de Elaine J. McCarthy), hasta la inevitable escena final. La caracterización  y expresivo canto de los personajes de Helen Prejean, por parte de la mezzosoprano Jamie Barton, y del barítono Ryan McKinny como Joseph De Rocher, fueron notables.  Ambos exhibieron un canto rico en matices, elegancia en el fraseo, proyectando envolvimiento con sus personajes. En el caso de McKinny, literalmente se metió en la piel de De Prejean, y extendió su papel hasta límites de una angustiante y sofocante desesperación, casi al borde del delirio, pero sus aires de petulancia y engreimiento se fueron transformando hasta esbozar en escena a un hombre, humilde, arrepentido, y conmovedoramente creíble. La celebre mezzosoprano Susan Graham, quien en el estreno mundial de la obra creó el personaje de Helen Prejean, aquí asumió el papel de Mrs. Patrick De Rocher, y dejo constancia de su experiencia y largo recorrido para regalar la imagen de una afligida, desesperada e impotente madre.  Demostró sus medios vocales, aun en buena forma, y con elegante fraseo en su recitar.  Del extenso elenco se debe mencionar el buen trabajo del experimentado bajo Raymond Aceto como George Benton, el de la soprano Brittany Renee como la Hermana Rose, así como, del tenor Chad Shelton, como el Padre Grenville, así como del barítono Rod Gilfry, como Owen Hart (padre de la adolescente asesinada), todos ellos con un notable aporte en sus respectivos papeles.  La extensa lista de personajes, algunos con mayor participación que otros, fue adecuada para el desarrollo de la función, muchos de ellos alumnos actuales y ex alumnos del programa Merola del teatro, miembros del coro.  La dirección escénica de Leonard Foglia, asistido por Katrina Bachus, no podría abordar una temática tan fuerte y emotiva de manera ligera.  Hubo momentos de exacerbada violencia, en el prólogo con la violación y asesinato de los dos adolescentes, fantasmas que se le aparecen en un par de ocasiones a De Rocher, así como la dureza que se vive en el interior de una cárcel. La escena final de la ejecución de De Rocher, fue tan vivida y brutal para el público, que nadie abandonó la sala, y al final provocó que gente alrededor mío prefería voltear hacia otro lado y no ver la escena, mientras que otros lloraban, algunos de manera intensa al presenciar la escena.  Por ello es entendible que, al finalizar la función, los pocos aplausos de la mayoría de los asistentes que se quedaron petrificados en sus butacas, no se debió a un desprecio a la obra, si no al shock y la conmoción que les generó presenciar la historia. En el podio estuvo el maestro Patrick Summers, quien fue el encargado de dirigir el estreno mundial, y en su calidad de director artístico del teatro de Houston, de presentarla en aquel teatro, funciones de las que existen grabaciones. Contrario  a lo que se podría pensar, la orquestación de Heggie, irradia profundidad emocional y musicalidad. Adopta diferentes estilos que van de lo atonal, al minimalismo, tintes de la music folclórica, popular americana, sin renunciar a su vocación de servir al canto, con una partitura plena de encanto y misterio.  Summers dirigió con seguridad y conocimiento de la partitura, extrayendo exuberantes pasajes, pero con atención a lo que sucedía en escena.  El coro, también estuvo presente en esta obra, con profesionalismo y homogeneidad que el sello de su director John Keene. Como dato adicional, un indicativo de la dificultad que supone escenificar Dead Man Walking, es que en est función se requirieron ciento doce personas (entre artistas principales, coristas, coros de niños  y figurantes) y una orquesta de setenta músicos.





Die Entführung aus dem Serail en Turín

Foto: Mattia Gaido

Massimo Viazzo


El Rapto en el Serrallo es un singspiel en tres actos de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), con libreto de Gottlieb Stephanie el Joven, y fue representado por primera vez en Viena en 1782. La ópera se distingue por el entrelazo entre elementos cómicos y sentimentales, que narran la historia de Belmonte, el cual con el auxilio de su sirviente Pedrillo, se lanza a una empresa audaz para liberar a su amada Constanza, su camarera Blonde, y naturalmente a si mismo de la prisión de pasha Selim. La estructura de la obra, característica del singspiel alemán, alterna diálogos hablados de arias muy virtuosas, creando una experiencia teatral muy dinámica y envolvente. La exótica ambientación, inspirada en la moda turca del tiempo, contribuye a conferirle una atmosfera sugestiva y rica de fascinación. La música de Mozart se revela con extraordinaria variedad expresiva, espaciando las arias de bravura de Konstanze a los momentos cómicos de Pedrillo y Osmín, hasta los pasajes orquestales, caracterizados de una vivaz paleta cromática y de una notable riqueza de detalles. En esta obra maestra se celebran los valores del ingenio, del amor y de la clemencia, culminando un final en el que pasha, en un gesto inesperado, elige el perdón en vez de la venganza, ofreciendo una profunda reflexión sobre la naturaleza humana y sobre las posibilidades de redención.  En Turín, llegó el montaje que fue estrenado en la l’Opéra Royal de Versalles en el 2024, en traducción al francés.  En esta ciudad piamontesa el singspiel mozarteano fue representado en la versión original en lengua alemana.  El espectáculo curado por Michel Fau (repuesto por Tristan Gouaillier) creó una ambientación casi de fábula, inspirada en Las mil y una noches, enfatizando el orientalismo de la historia narrada en el libreto.  Tal ambientación fue hecha de manera eficaz  con los escenarios pintados y evocativos de Antoine Fontaine, acompañados por refinados y coloridos vestuarios de David Belugou. A pesar de ello, esta puesta en escena no convenció resultando privada de ideas en verdad fuertes y envolventes.  De hecho, la gestualidad de los cantantes y sus interacciones eran frecuentemente estereotipadas y las soluciones más divertidas parecían ser ya vistas. La baqueta le fue confiada a Gianluca Capuano, director experto en la praxis filológica. La interpretación de Capuano se distinguió por su vivacidad, brillantez y fluidez, aunque tuvo cierta rigidez. La atención pareció ser prevalentemente dirigida al aspecto rítmico de la partitura, en detrimento de una excavación más profunda del paso teatral. Pasando al elenco, en su desempeño del tenor estadounidense de origen cubano-colombiano Anthony León, se mostró educado y con garbo, y aunque no posee medios vocales particularmente voluminosos, León logró trazar un Belmonte creíble, refinado y elegante. La Konstance de Sofia Fomina, suscitó mayor aprecio en los momentos más liricos de su tesitura media, con la que evidenció pureza en su timbre, resultando ser especialmente emocionante “Traurigkeit ward mir zum Lose”. Sin embargo, se mostrar menos a sus anchas en las agilidades más arriesgadas, que afrontó  con prudencia y algunas imprecisiones. Un poco más segura en la coloratura, estuvo la desenvuelta y efervescente Blonde de Eleonora Bellocci, aunque a ratos sonó un poco estridente.  Denzil Delaere personificó un exuberante y chistoso Pedrillo, pero con una vocalidad no particularmente bien proyectada. Dimitry Ivashchenko interpretó a Osmin de modo más caricaturesco y con una línea de canto poco refinada. Al final Sebastian Wendelin pareció sentirse a gusto en el papel de pasha Selim, un pape solo actuado. El Coro del Teatro Regio fue dirigido con la acostumbrada atención y competencia de  Ulisse Trabacchin.

Così fan tutte en Milán

Fotos: Vito LoRusso

Massimo Viazzo

Così fan tutte, compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) con libreto de Lorenzo Da Ponte, es un dramma giocoso, en dos actos, puesto en escena por primera vez en Viena en 1790. La narración se concentra en una compleja trama de engaños y relaciones sentimentales.  Dos jóvenes oficiales, Ferrando y Guglielmo, aceptan el reto lanzado por el filosofo Don Alfonso de comprobar la fidelidad de sus prometidas, Fiordiligi y Dorabella.  A través de una elaborada estratagema, ambos se disfrazan de enigmáticos desconocidos y se embarcan en un cortejo hacia la pareja del otro, dando vida a una serie de artimañas, malentendidos y momentos de humor.  La música de Mozart alterna arias liricas de gran intensidad emotivas y numero animados en conjunto, dando vida a una refinada comedia sobre el tema del amor de la fragilidad, de los sentimientos humanos, con su buena dosis de cinismo y desilusión. Così fan tutte esta considerada como una de las obras maestras del siglo XVII, ya que es capaz de mezclar ironía y melancolía con elegancia y profundidad psicológica.  En la nueva producción del Teatro alla Scala, Robert Carsen ambientó la ópera en un estudio de televisión, transformándola en un reality show titulada La Scuola degli Amanti (que además la segunda parte de la obra maestra de Mozart/Da Ponte). Nos encontramos prácticamente catapultados en un nuevo episodio de un programa que recuerda de cerca Temptation Island. Las dos parejas protagónicas asumen el papel de participantes, mientras que Don Alfonso y Despina interpretan a los presentadores.  Es una idea genial la del director de escena canadiense, que tampoco en esta ocasión, traicionó su extraordinario olfato teatral.  Carsen sumerge a la obra mozarteana en la contemporaneidad (¿qué cosa más contemporánea puede haber que los realities que proliferan en las redes televisivas?) pero sin traicionar el mensaje original.  Por el contrario, lo amplificó al punto que el título de la ópera bien pudo haberse modificado por el de  Cosi fan tutti! Durante la obertura, el público toma asiento en las gradas del estudio, mientras los presentadores dan la bienvenida a las parejas participantes en el programa. En los monitores, la indicación aplausos y ovación de pie guía al público, mientras Don Alfonso explica las reglas del juego, que se muestran en las pantallas gigantes, junto con los nombres de todos los participantes: «La Scuola degli Amanti  representa un reto para las relaciones. Las parejas permanecen separadas hasta el termino del programa y no tienen acceso al mundo externo. Se enfrentan en retos individuales, ignorando las pruebas afrontadas por la pareja. Se tiene previstos nuevos encuentros, con el objetivo de validar la solidez del vinculo amoroso. El ganador será aquel quien sabrá seguir su propio corazón.  Las parejas que se formarán al final de la obertura serán, naturalmente, las ya conocidas, es decir Fiordiligi/Guglielmo y Dorabella/ Ferrando, e la narración del libreto de desarrolló sin ninguna alteración (solo algunos mínimos cambios textuales) al interno de esta innovadora concepción teatral.  Al contrario, la historia narrada por el libreto de Da Ponte parece estar casi concebida especialmente para un montaje de este tipo.  Sin embargo, es oportuno mencionar, que, si bien la dirección escénica de Carsen resultó ser eficaz llevando la historia de las dos parejas de amantes, redujo el impacto de personajes como Don Alfonso y Despina, que parecen un poco despojados de su significado original, y en particular en sus interacciones y atracción sexual. Para los apasionados a los reality shows, la experiencia les parecerá familiar, por la presencia de un estudio televisivo, un público interactivo, un dormitorio, una sala bar, una piscina, un sillón en un ambiente reservado para las confesiones intimas, y otros elementos típicos del género.  Al final de juego (¡un juego en verdad cruel!) Fiordiligi y Dorabella resultaron vencedoras del premio en monedas de oro, por haber demostrado sabiduría y discernimiento para seguir sus propios sentimientos.  Optando al final por el cambio de pareja, contrario a las asignaciones iniciales (y al libreto) demostraron una profunda compresión de sus propias inclinaciones afectivas, garantizando así, el éxito del programa.  Para terminar cubiertas por una cascada de monedas de oro. El espectáculo de tres horas se desarrolla con fluidez, sin ningún elemento de pesadez, gracias también a un elenco de excepcionales valores actorales, elemento imprescindible para el éxito de una producción como esta.  Además, se debe subrayar la amplia contribución de Robert Carsen, quien además de curar la dirección escénica, se encargó de las  escenografías (de gran impacto fue la plataforma giratoria para el cambio de las escenas) en colaboración con Luis F. Carvalho, responsable también de los vestuarios, y la iluminación con Peter van Praet.  Tales elementos resultaron ser perfectamente funcionales, eficientes y de elevada calidad artística.  No se debe olvidar los preciosos videos preparados por Renaud Rubiano, y las coreografías televisivas de Rebecca Howell.  también desde el punto de vista vocal, los desempeños de los cantantes  fueron generalmente convincentes.  En el reparto femenil, se distinguieron Elsa Dreisig, una Fiordiligi caracterizada por un timbre exquisito, preparación técnica, y un buen envolvimiento emotivo; y Nina van Essen, cuya Dorabella, vibrante y segura, brilló por su hermoso color vocal y la intención interpretativa.  Cuando cantaban juntas, en los duetos y en los ensambles, se hicieron apreciaron por el perfecto equilibrio y la armonización de sus voces. Por su parte, pareció estar menos enfocada vocalmente la Despina de Sandrine Piau.  El dúo de amantes, Luca Michieletti, en el papel de Guglielmo y Giovanni Sala en el de Ferrando, se mostraron desenvueltos, exuberantes y divertidos, pero también fueron capaces de expresar amargura, desacuerdo y rabia.  Sus pruebas, si bien no fueron siempre refinadas en el fraseo, estuvieron teatralmente convincentes, participativas y comunicativas.  Finalmente, Gerald Finley supo interpretar con atrevimiento al personaje del cínico Don Alfonso, aunque presentando momentos de menor envolvimiento.  El joven director de orquesta Alexander Soddy, apreciado en el teatro milanés por su primera jornada en el Anillo Wagneriano (que conducirá el ciclo completo en marzo del 2026) y que personalmente acompañó los recitativos al piano, propuso una lectura brillante, rítmicamente vivaz y técnicamente eficiente, a pesar de no haber profundizado más en los momentos más íntimos y de desencanto. Giorgio Martano dirigió con mano firme y meticulosa al siempre excelente Coro del Teatro alla Scala. ¡Un éxito merecido para todos!




Die Entführung aus dem Serail - Teatro Regio di Torino

Foto: Mattia Gaido

Massimo Viazzo

Il  Ratto dal Serraglio è un singspiel in tre atti di Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), con libretto di Gottlieb Stephanie il Giovane, rappresentato per la prima volta a Vienna nel 1782. L’opera si distingue per l’intreccio di elementi comici e sentimentali, narrando le vicende di Belmonte, il quale, con l’ausilio del suo servitore Pedrillo, intraprende un’impresa audace per liberare la sua amata Costanza, la cameriera Blonde e naturalmente sé stesso dalla prigionia nel palazzo del pascià Selim. La struttura dell’opera, caratteristica del singspiel tedesco, alterna dialoghi parlati ad arie virtuosistiche, creando un’esperienza teatrale dinamica e coinvolgente. L’ambientazione esotica, ispirata alla moda turca del tempo, contribuisce a conferirle un’atmosfera suggestiva e ricca di fascino. La musica di Mozart si rivela di straordinaria varietà espressiva, spaziando dalle arie di bravura di Konstanze ai momenti comici di Pedrillo e Osmin, fino ai passaggi orchestrali, caratterizzati da una vivace tavolozza cromatica e da una notevole ricchezza di dettagli. In questo capolavoro si celebrano i valori dell’ingegno, dell’amore e della clemenza, culminando in un finale in cui il pascià, con un gesto inaspettato, sceglie il perdono anziché la vendetta, offrendo una profonda riflessione sulla natura umana e sulla possibilità di redenzione. A Torino è giunto l’allestimento che ha debuttato presso l’Opéra Royal di Versailles nel 2024 in traduzione francese. A Torino il singspiel mozartiano ha riproposto comunque la versione originale in lingua tedesca. Lo spettacolo curato da Michel Fau (e ripreso da Tristan Gouaillier) crea un’ambientazione quasi fiabesca, ispirata Le Mille e una notte, enfatizzando l’orientalismo della vicenda narrata dal libretto. Tale ambientazione è efficacemente resa dagli scenari dipinti ed evocativi realizzati da Antoine Fontaine, accompagnati dai costumi raffinati e variopinti creati da David Belugou. Nonostante ciò, questa mesa in scena non ha convinto, risultando priva di idee veramente forti e coinvolgenti. La gestualità dei cantanti e la loro interazione, infatti, era spesso stereotipata e le soluzioni più divertenti apparivano come già viste. La bacchetta è stata affidata a Gianluca Capuano, direttore esperto di prassi filologica. L’interpretazione di Capuano si è distinta per vivacità, brillantezza e scorrevolezza, pur presentando una qualche rigidità. L’attenzione è parsa essere prevalentemente rivolta all’aspetto ritmico della partitura, a discapito di una più approfondita ricerca del passo teatrale. Venendo al cast, la prova del tenore cubano-colombiano di origine americana Anthony León si è rivelata educata e garbata. Pur non disponendo di una mezzo vocale particolarmente voluminoso, León è riuscito a tratteggiare un Belmonte credibile, raffinato ed elegante. La Konstanze di Sofia Fomina ha suscitato maggiore apprezzamento nei momenti più lirici in tessitura mediana, dove ha evidenziato una certa purezza timbrica, risultando particolarmente convincente nell’emozionante “Traurigkeit ward mir zum Lose”. Tuttavia, si è mostrata meno a proprio agio nelle agilità più spericolate, affrontate con prudenza e qualche imprecisione. Un po’ più sicura nella coloratura, la Blonde spigliata ed effervescente di Eleonora Bellocci, sebbene a tratti un po’ stridente. Denzil Delaere ha impersonato un Pedrillo esuberante e spiritoso, con una vocalità però non particolarmente proiettata, Dimitry Ivashchenko ha interpretato Osmin in modo un po’ caricaturale, con una linea di canto poco rifinita, e, infine, Sebastian Wendelin è sembrato a proprio agio nei panni del saggio Pascià Selim, ruolo solo recitato. Il Coro del Teatro Regio è stato diretto con la solita attenzione e competenza da Ulisse Trabacchin.

 

Sunday, November 9, 2025

Recital de Nadine Sierra en el Palacio de Bellas Artes de Mexico

Foto: INBAL

José Noé Mercado

Noviembre 3, 2025. La soprano estadounidense Nadine Sierra, una de las luminarias principales del star system operístico actual, ofreció un llamativo recital el pasado lunes en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, con el acompañamiento al piano del maestro Ángel RodríguezLa velada emotiva, que presentó la Secretaría de Cultura, a través del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, atrajo a un público entusiasta, dispuesto a celebrar el despliegue escénico y vocal de la carismática intérprete, que en semanas recientes protagonizó la ópera La sonnambula de Vincenzo Bellini, puesta en escena por Rolando Villazón en la Metropolitan Opera de Nueva York. Nadine Sierra, nacida en Fort Lauderdale, Florida, en 1988, acaso encarna la imagen idealizada del cantante de ópera contemporáneo: una figura grácil que combina un timbrado vocal resuelto y en ocasiones espectacular, con un magnetismo escénico que enciende las emociones. Su actuación, cargada de pequeños bailes, contoneos —un arqueo elegante hacia atrás para proyectar la voz hacia lo alto— y giros efusivos con los brazos extendidos, convirtió cada pasaje en un espectáculo visual tan efectivo como su canto. Esta expresividad calculada, teatral, compensó cualquier imprecisión o fatiga —cansancio acumulado por su intensa agenda, que ella misma confesó—, y mantuvo al público general hechizado, sin demasiada atención a la brevedad del programa o a los resultados que un solo ensayo con Rodríguez pudieron delimitar.

El programa abrió con un trío de arias que destacaron la emisión chispeante de Sierra, quien lució en el escenario vestido negro de fiesta, con falda vuelo y moños en los tirantes. En ‘Ah, je veux vivre’ de Roméo et Juliette de Charles Gounod hizo brillar una frescura juvenil y juguetona. En ‘Chi il bel sogno di Doretta’ de La rondine de Giacomo Puccini, su lirismo dibujó frívola ensoñación, mientras que en ‘Quel guardo il cavaliere… So anch’io la virtù magica’ de Don Pasquale de Gaetano Donizetti, con sus acentos cómicos y pequeños pasos de baile, desató sonrisas y complicidades. Ángel Rodríguez resultó un soporte pianístico no solo confiable, sino un estupendo compañero de viaje musical, capaz de encender su propia luminosidad sin deslumbrar a la solista, permitiendo que Sierra transitara por el programa con soltura y seguridad.


Tras su arreglo para piano solo de ‘Casta diva’ de Norma de Bellini, que aportó profundidad y poesía sonora, la primera parte cerró con ‘Giunse alfin il momento… Deh, vieni, non tardar’ de Le nozze di Figaro de Wolfgang Amadeus Mozart, donde Sierra dotó a Susanna de una enmascarada sensualidad, y ‘È strano… Ah, fors’è lui… Sempre libera’ de La traviata de Giuseppe Verdi, vibrante fragmento en el que la pasión y el contoneo de la cantante evocaron la escarpada lucha interna de Violetta, aunque con algún trazo vocal menos preciso, quizá por el cansancio anunciado o bien porque un poco más de ensayo con el pianista habría sido de utilidad. Luego del intermedio, Nadine Sierra navegó por géneros diversos, mostrando su versatilidad y ambición por trascender la escena estrictamente operística. La cantante abordó con coquetería ‘Me llaman la primorosa’ de El barbero de Sevilla de Gerónimo Giménez, ‘Melodia sentimental’ de Heitor Villa-Lobos, canción donde su brilloso timbrado conectó con el alma latinoamericana, y ‘I Could Have Danced All Night’ de My Fair Lady de Frederick Loewe, un derroche de energía, con giros de brazos que encendieron al público.

El solo de Rodríguez de la canción argentina ‘Alfonsina y el mar’ de Ariel Ramírez añadió otra pausa interior, que enriqueció el programa con sus sutilezas emocionales. A lo largo del recital, desde el piano, Rodríguez mantuvo firmes las líneas musicales, cuando la emotividad y el efecto interpretativo de la soprano las ensanchaban, asegurando un equilibrio melódico que mantuvo con esplendor la noche. El cierre oficial trajo ‘Summertime’ de Porgy and Bess de George Gershwin, pieza en la que Sierra mezcló gotas de nostalgia con un toque de blues, para dar paso a ‘Estrellita’ de Manuel M. Ponce que, pese a una dicción aproximada, conquistó por su calidez y cercanía mexicana, y ‘Engehno novo!’ de Ernani Braga, un final brasileño, tropical, que desató la euforia del público.

Ante el clamor, Sierra ofreció tres encores: ‘Bésame mucho’ de Consuelo Velázquez, donde su empeñoso español, sus melismáticas ornamentaciones y sus expresivos contoneos sedujeron sin reparo; una personalísima versión de ‘Cielito lindo’ de Quirino Mendoza, con el público coreando como en un karaoke; y ‘O mio babbino caro’ de Gianni Schicchi de Puccini, pedida a gritos, que llevó a un clímax emotivo del público y de la soprano, cuya siguiente parada, como parte de su gira por Latinoamérica, la llevará al Teatro Isauro Martínez de Torreón, Coahuila, el 12 de noviembre, para luego presentarse en Argentina, Brasil, Chile y Perú. Nadine Sierra, como destacada figura del star system contemporáneo, entiende que el espectáculo y el teatro son tan sustantivos como la voz y su canto. Su recital, aunque no impecable, constituyó una experiencia que el público abrazó con fervor, celebrando cada nota y cada gesto por igual, como si la lírica se reinventara con el despliegue de su risueña y burbujeante personalidad.

Così fan Tutte - Teatro alla Scala, Milano

Foto: Vito Lorusso

Massimo Viazzo

Così fan tutte, composta da Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) su libretto di Da Ponte, è un dramma giocoso in due atti andato in scena per la prima volta a Vienna nel 1790. La narrazione si concentra su una complessa trama di inganni e relazioni sentimentali. Due giovani ufficiali, Ferrando e Guglielmo, accettano la sfida lanciata dal filosofo Don Alfonso di verificare la fedeltà delle loro fidanzate, Fiordiligi e Dorabella. Attraverso un elaborato stratagemma, i due si travestono da enigmatici stranieri e intraprendono un corteggiamento della compagna dell’altro, dando vita a una serie di astuzie, equivoci e momenti di umorismo. La musica di Mozart alterna arie liriche di grande intensità emotiva a vivaci numeri d’insieme, dando vita a una raffinata commedia sul tema dell’amore e della fragilità dei sentimenti umani, non senza una buona dosa di cinismo e disillusione. Così fan tutte è considerata uno dei capolavori del teatro musicale del Settecento, capace di mescolare ironia e malinconia con eleganza e profondità psicologica. Nella nuova produzione del Teatro alla Scala, Robert Carsen ambienta l’opera in uno studio tv, trasformandola in un reality show dal titolo La Scuola degli Amanti (che poi è il sottotitolo del capolavoro di Mozart/Da Ponte). Ci troviamo praticamente catapultati in una nuova puntata di un programma che ricorda da vicino Temptation Island. Le due coppie protagoniste assumono il ruolo di concorrenti, mentre Don Alfonso e Despina interpretano i presentatori. Un’idea geniale quella del regista canadese, che anche questa volta non tradisce il suo straordinario fiuto teatrale. Carsen immerge il capolavoro mozartiano nella contemporaneità (cosa c’è di più contemporaneo dei reality che imperversano sulle reti televisive?), ma senza tradire il messaggio originario. Anzi amplificandolo a tal punto che il titolo dell’opera potrebbe modificarsi in: Così fan tutti! Durante l’Ouverture, il pubblico prende posto sugli spalti dello studio, mentre I presentatori accolgono le coppie partecipanti al programma. Sui monitor, l’indicazione Applausi e Standing ovation guida il pubblico, mentre Don Alfonso illustra le regole del gioco, che vengono visualizzate sui maxi schermi, insieme ai nomi di tutti i partecipanti: «La Scuola degli Amanti rappresenta una sfida per le relazioni. Le coppie rimangono separate fino al termine del programma e non hanno accesso al mondo esterno. Si confrontano in sfide individuali, ignare delle prove arontate dal partner. Sono previsti nuovi incontri, con lobiettivo di valutare la solidità del legame amoroso. Il vincitore sarà colui che saprà seguire il proprio cuore». Le coppie sorteggiate al termine dell’Ouverture saranno naturalmente quelle già note, ovvero Fiordiligi/Guglielmo e Dorabella/Ferrando, e la narrazione del libretto si svilupperà senza alcuna alterazione (solo qualche piccolo cambiamento testuale) all’interno di questa innovativa concezione teatrale. Anzi, la vicenda narrata dal libretto di Da Ponte sembra quasi concepita appositamente per un allestimento di questo genere. Tuttavia, è opportuno notare che, sebbene la regia di Carsen risulti ecace nel seguire le vincende delle due coppie di amanti, ne riduce limpatto suipersonaggi di Don Alfonso e Despina, che appaiono un po svuotati del loro significato originario e, in particolare, della loro interazione e attrazione sessuale Per gli appassionati di reality show, l’esperienza sarà familiare, con la presenza di uno studio televisivo, un pubblico interattivo, una camera da letto, una sala bar,una piscina, una poltrona in un ambiente riservato per le confessioni intime, e altri elementi tipici del genere. Alla fine del gioco (un gioco crudele in verità) Fiordiligi e Dorabella risulteranno vincitrici del premio in monete d’oroavendo dimostrato saggezza e discernimento nel seguire i propri sentimenti. Optando alla fine per lo scambio dei partner, contrariamente alle iniziali assegnazioni (e al libretto), dimostreranno una profonda comprensione delle proprie inclinazioni aettive, garantendosi così il successo nel programma. E finendo ricoperte da una cascata di monete d’oro. Le tre ore di spettacolo si dipanano con fluidità, prive di elementi di appesantimento, grazie anche ad un cast di eccezionale valore attoriale, elemento imprescindibile per il successo di una produzione come questa. Inoltre, è da sottolineare il contributo a tutto campo di Robert Carsen, che ha curato oltre che la regia anche le scene (di grande impatto la piattaforma girevole per i cambi scena), in collaborazione con Luis F. Carvalho, responsabile anche dei costumi, e le luci con Peter van Praet. Tali elementi risultano perfettamente funzionali, ecienti e di elevata qualità artistica. Da non dimenticare anche i preziosi video preparati da Renaud Rubiano e le coreografie televisive di Rebecca Howell. Anche dal punto di vista vocale, le performance dei cantanti sono state generalmente convincenti. Nel reparto femminile, si sono distinte Elsa Dreisig, una Fiordiligi caratterizzata da una timbrica squisita, preparazione tecnica, e da un buon coinvolgimento emotivo, e Nina van Essen, la cui Dorabella, vibrante e sicura, ha brillato per il bel colore vocale e le intenzioni interpretative. Quando cantavano assieme, nei duetti e negli ensemble, si sono fatte apprezzare per il perfetto equilibrio e l’armonizzazione delle loro voci. Più sfocata vocalmente, invece, è apparsa la Despina di Sandrine Piau. I due amanti, Luca Michieletti nei panni di Guglielmo e Giovanni Sala in quelli di Ferrando, si sono presentati disinvolti, esuberanti e divertiti, ma anche capaci di esprimere amarezza, sconforto e rabbia. Le loro prove, sebbene non sempre rifinite nel fraseggio, sono state teatralmente convincenti, partecipi e comunicative. Gerald Finley, infine, ha saputo interpretare con disinvoltura il personaggio del cinico Don Alfonso, pur presentando momenti di minore coinvolgimento. Il giovane direttore Alexander Soddy, già apprezzato nel teatro milanese per le prime giornate del Ring wagneriano (di cui ne curerà l’intero ciclo nel marzo 2026), e che ha personalmente accompagnato i recitativi al fortepiano, ha proposto una lettura brillante, ritmicamente vivace e tecnicamente eciente, sebbene meno approfondita nei momenti più intimi e disincantati. E Giorgio Martano ha diretto con mano ferma e meticolosa il sempre eccellente Coro del Teatro alla Scala. Successo meritato per tutti!