Foto: Greg Harrison
Ramón Jacques
Como
cierre de su temporada 2015 la Opera San Antonio ofreció una interesante y satisfactoria cartelera compuesta
por Il Segreto di Susanna de Ermano Wolf Ferrari y La Voix Humaine de Francis
Poulenc, con la expectativa de contar con la presencia de la soprano Anna
Caterina Antonacci, en una rara aparición de la notable soprano en un escenario
de ópera estadounidense-Sus próximos compromisos en este país serán en la Opera
de San Francisco en junio y julio de este año como Cesira en La Ciociara de
Marco Tutino y como Cassandre en Les Troyens de Berlioz- Este díptico,
cómico-trágico, que fue un éxito para la artista en la Opéra-Comique de Paris en el 2013,
es un proyecto digno de reconocimiento para un teatro de ópera que privilegió,
antes que otra cosa, la parte artística y musical. Para apreciar el detallado trabajo
actoral y dotar la escena de un carácter más personal e íntimo, la función se realizó
en el Studio del Tobin Center, un espacio ideal por sus reducidas dimensiones y
capacidad. Visualmente sencilla y elegante estuvo la escenografía, en
perspectiva, del salón de una casa, así como los refinados vestuarios de estilo
antiguo. Desde la alegre obertura se pudo intuir la jocosidad contenida en la partitura
de Wolf Ferrari, que fue interpretada con temple y balance por músicos de la
Sinfónica de San Antonio bajo la conducción del director Andrés Cladera. Aquí, Antonacci deleitó como Susanna con su
particular gracia y desenvoltura escénica, y la musicalidad en su canto. El
bajo-barítono Wayne Tigges fue un
discreto Conte Gil de desmedida fuerza en su canto. En la segunda parte, en el
mismo salón, pero con una tina de baño en el centro del escenario, en la
oscuridad, y con un teléfono en la mano, apareció Anna Caterina Antonacci para encarnar con magnetismo y seducción al
personaje de Ella. La Voix Humaine es una obra que parece adaptarse muy bien
a su sensibilidad dramática, y con ella transmitió los estados de ánimo por los
que atravesó su personaje, como la angustia y la desesperación. Su canto se
beneficio de su notable dicción francesa y de un amplio rango de colores en su
timbre. La opera se interpretó con la versión para piano compuesta por el
propio Poulenc. Donald Sulzen acarició
con su instrumento cada nota y suntuosa melodía de la partitura en un constante
intercambio y dialogo con la voz, en un ambiente incomparable.
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