Foto: Brescia& Amisano
Massimo Viazzo
Habían
pasado más de treinta años desde que la tercera opera milanés de Mozart, Lucio
Silla, se presentó en el Teatro alla Scala. En aquella ocasión, el espectáculo
fue firmado por Patrice Chereau mientras que la baqueta le fue confiada a
Sylvain Cambreling. Esta vez, la
dirección fue encomendada a Marshall Pynkoski (el espectáculo fue coproducido
con el festival de Salzburgo) quien valiéndose de las escenas fijas y elegantes
de Antoine Fontaine, así como de columnas, capiteles, cipreses, demostró que en
un contexto visual tradicional es posible efectuar elecciones dramatúrgicas que
no son solo estereotipadas o enyesadas, y que se puede dar luz a los caracteres
de los personajes, aun desde el punto de vista psicológico. Si bien es verdad que el libreto de Lucio
Silla es carente de acciones, ya que en la ópera no sucede prácticamente nada y
los afectos de los personajes permanecen más o menos inalterados, durante el
curso de los tres actos, entre el impredecible y poco justificable cambio de
actitud final del protagonista Silla.
Pero es la música lo único que permanece en esta obra compuesta a los 16
años, por un ya musicalmente maduro genio de Salzburgo. Marc Minkowski dirigió
con empuje y también con vehemencia, además de ser conciso y teatralmente vivo,
aunque en ocasiones, por aquí y por allá, se notó pesadez. El elenco fue
dominado por Marianne Crebassa quien
interpretó la parte de Cecilio. La mezzosoprano francesa interpretó el difícil
papel con gran carisma vocal, técnica segura, facilidad en la coloratura,
timbre pulido y considerable proyección vocal. ¡En verdad que fue una prueba
optima! La amada Giunia fue interpretada por Lenneke Ruiten. La cantante holandesa
mostró solo algunas incertidumbres en los agudos más extremos. Por lo demás, la suya, fue una Giunia
convincente por identificación y eficacia en el acento. Por su parte, el Lucio
de Kresimir Spicer no estuvo muy convincente desde el punto de vista vocal. La
emisión de Spicer no pareció siempre estar “sul
fiato” y algunos sonidos parecieron gritados. Inga Kalna interpretó el
papel de Cinna en un modo no del todo personal y con algunos problemas en la
coloratura, mientras que Giulia Semenzato fue una Celia desvanecida y
persuasiva.
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