Fotos: gentileza Prensa Teatro Colón: Máximo Parpagnoli
Gustavo Gabriel Otero
Twitter: @GazetaLyrica
Buenos
Aires, 12/03/2019. Teatro Colón. Giuseppe Verdi: Rigoletto, ópera en
tres actos, libreto de Francesco Maria Piave, basado en “Le roi s’amuse” de
Victor Hugo. Jorge Takla, dirección escénica. Nicolás Boni, escenografía. Jesús
Ruiz, vestuario. Matías Otárola, vídeo. Alejandro Cervera, coreografía. José
Luis Fiorruccio. iluminación. Fabián Veloz (Rigoletto), Pavel Valuzhin (Duque
de Mantua), Ekaterina Siurina (Gilda), George Andguladze (Sparafucile),
Guadalupe Barrientos (Maddalena), Ricardo Seguel (El conde Monterone),
Christian Peregrino (Marullo), Gabriel Centeno (Borsa), Sergio Wamba (Conde Ceprano),
Mariana Rewerski (Condesa Ceprano), Alejandra Malvino (Giovanna), Sebastián
Sorarrain (Ujier), Ana Sampedro (Paje). Orquesta y Coro Estable del Teatro
Colón. Director
del Coro: Miguel Fabián Martínez. Dirección Musical: Maurizio
Benini.
El
Teatro Colón de Buenos Aires inició la Temporada Lírica 2019 con Rigoletto de Verdi, ausente de su
Cartelera desde diciembre de 2002, en una nueva puesta de esmerada corrección
general pero que no entusiasmó. Maurizio Benini al frente de la Orquesta Estable
desarrolló un adecuado trabajo de concertación, aunque por momentos el desborde
orquestal primó sobre la sutileza como en el final del primer cuadro del primer
acto. En
el protagónico Fabián Veloz aportó
su voz bien timbrada y su poderoso caudal para redondear un Rigoletto de
calidad. Ekaterina Siurina fue una
muy buena Gilda. Su registro es parejo y cristalino.
No es exuberante en
sobreagudos y coloraturas pero su fraseo es elegante. Tuvo algunos problemas en
‘Caro nome’ y su prestación fue de
menos a más. El tenor Pavel Valuzhin
como el Duque de Mantua evidenció buen caudal, emisión irregular, pocos matices
y agudos forzados. El Sparafucile de George
Andguladze fue irregular e intrascendente. Arrolladora resultó Guadalupe Barrientos como Magdalena. Ricardo Seguel mostró su valía como Monterone
mientras que fue seguro y profesional el resto del elenco. El Coro que dirige
Rubén Martínez cumplió eficazmente su cometido vocal. Jorge Takla propuso una visión escénica tradicional
con poca marcación actoral y su único golpe de efecto fue la escenificación del
preludio orquestal con la violación de la hija del conde Monterone y su encierro
desnudo en una jaula, solución que no se aviene a la verdadera personalidad del
Duque de Mantua que es un seductor que luego abandona sus conquistas y no un violador.
Nada en su puesta en escena resultó novedoso o al menos actoralmente bien
trabajado. La
grandilocuente escenografía de Nicolás
Boni con espacios enormes y eclécticos sirvió a los fines de la puesta. Aunque
hay que mencionar que la solución de la escultura enorme semienterrada es la
tercera vez que se utiliza en menos de un año en las puestas del Colón y la
segunda -de dos diseños escenográficos confiados al artista- de las realizadas
por Boni. De buen nivel el vestuario de época de Jesús Ruiz, rutinaria y poco atractiva la iluminación de José Luis Fiorruccio y correctas las
danzas marcadas por Alejandro Cervera
así como las proyecciones ideadas por Matías
Otálora.
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