Foto: Brescia&Amisano
Massimo Viazzo
Con L’Italiana in Algeri de Rossini se dio por iniciado un tríptico Rossiniano (los próximos títulos serán Barbero y Turco) que representa el plato fuerte de la temporada otoñal en el Teatro alla Scala. Para esta ocasión se repuso, por enésima vez, la histórica producción escénica firmada por Jean-Pierre Ponnelle, con la que se inauguró la temporada milanesa de 1973, con la conducción de Claudio Abbado y que ha sido vista en la sala del Piermarini muchas veces más en el último medio siglo. El espectáculo repuesto por Grischa Asagaroff, que fue apenas transmitido por streaming hace tres meses con una sala vacía debido a las restricciones del Covid 19 indudablemente luce viejo. Aquel Rossini geométrico-surreal que tanto había entusiasmado hace cincuenta años parece lograr cada vez menos su cometido. También es verdad que la dirección orquestal de Ottavio Dantone no ayudó, y no convenció por una cierta pesadez de fondo y una carencia de verve y naturaleza, de tal forma que los movimientos escénicos no parecían surgir directamente de las notas rossinianas si no que parecieron solo ser exhibidos y poco vividos. Es una lástima, ya que el elenco a su vez, si estuvo a la altura de una producción scaligera Comenzamos con el divertido Mustafá de Carlo Lepore, un bey de imponente voz, muy comunicativo y desenvuelto. La Isabella de Gaëlle Arquez agradó por el color bruñido de la voz, por la musicalidad del fraseo, y a pesar de una cierta falta general de carisma que limitó su impacto escénico. Maxim Mironov interpretó un soñador y enamorado Lindoro, con cierto sonido borroso en los agudos, pero en general cinceló un buen personaje. Roberto de Candia personificó al temeroso Taddeo con una dicción absolutamente perfecta, timbre sano y robusto, extrafina musicalidad, demostrando ser un gran artista. Enkeleda Kamani (Elvira), Svetlina Stoyanova (Zulma) y Giulio Mastotrotaro (un lujo para el papel de Haly) complementaron un elenco definitivamente adecuado y equilibrado. Al final, estuvieron puntuales las intervenciones del Coro scaligero dirigido por Alberto Malazzi. La próxima cita, será la muy esperada producción del Barbero de Servilla bajo la baqueta de Riccardo Chailly, con la dirección escénica de Leo Muscato.
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