Rafael Rojas:Tenor de corazón templado
por Ramón Jacques
El tenor mexicano Rafael Rojas [1963-2022] falleció el pasado 18 de enero. En noviembre del año pasado, en un ensayo de la obra Pagliacci, en el Centro Santantander de su Guadalajara, Jalisco, su ciudad natal el cantante se desvaneció al final de la escena final del primer acto. Entre los escenarios en los que se presentó a lo largo de su carrera encontramos de la Ópera de Seattle, Boston Lyric Opera, Houston Grand Opera, Opera National de Paris, Opera North, Komische Oper Berlin‚ Bregenz Festiva [donde su aparición más reciente fue en Julio del 2021 interpretando al personaje principal de la rara opera Nerone de Arrigo Boito Hungarian State Opera, Ópera de Nueva Zelanda y Deutsche Oper Berlín, Welsh National Opera, Washington Opera, Teatro de la Zarzuela de Madrid, Den Jyske Opera, Kalamazoo Symphony‚ entre otras, aunque nunca se presentó con la Opera de Bellas Artes de MéxicoEstudió en la Universidad de Guadalajara‚ el Conservatorio Real de Escocia; y The Royal Northern College of Music en Inglaterra, institución de la que se graduó con mención honorífica.
A continuación de reproduce la entrevista que le realicé al tenor en a inicios del 2002.
Rojas pertenece a esa nueva generación de cantantes mexicanos que se han ganado prestigio en teatros del extranjero.
La carrera que ha realizado este tenor, nativo de Guadalajara, por teatros de ópera de Boston, Bregenz, Dublín, Houston, Londres, Manchester, Niza, Nueva York, Seattle, Tel Aviv y Washington, entre otros, no ha pasado desapercibido por la revista londinense Opera, quien lo considera un tenor “con voz de sonido heroico pero a la vez dulce, un sentido natural del fraseo y sorprendente presencia escénica”. En esta entrevista con Pro Ópera, nos habla sobre cómo se convirtió en cantante de ópera.
¿Qué fue lo que te motivó a ser cantante?
Antes de conocer el mundo de la ópera, mis intereses
en cuanto al canto se limitaban a la música popular mexicana de los años 40 y
50 , música que siempre me produjo una misteriosa fascinación, seguramente
propiciada por la afición que yo tenia por las películas mexicanas de aquella
época.
Un buen día a mi tía Mercedes se le ocurrió que un
abono para la opera constituiría un buen regalo de cumpleaños para mí (entonces
cumplía 12 años). Debo confesar que al principio me pareció una idea extraña,
que yo fuera a la ópera. ¿Qué demonios era exactamente la ópera? Bueno, de cualquier manera terminé por
ir, y las óperas fueron La traviata,
Lucia di Lammermoor y La bohème.
Debo decir que esto marcó mi vida de manera muy importante. Fue entonces cuando comencé a asistir al coro de la escuela, donde descubrí que tenía voz, y a partir de entonces no hubo serenata, fiesta o reunión que yo desaprovechara para cantar ante un público.
Antes de dar el paso a ser cantante, tu profesión
era la biología. ¿Qué influyó en ti para que se diera ese cambio?
Originalmente yo deseaba ser cocinero. Eso es algo
que siempre me apasionó (y me apasiona todavía hoy), pero no insistí en ello
porque hubiese implicado ir a la Ciudad de México a estudiar, cosa que en aquel
momento estaba fuera de discusión.
Después hice trámites para ingresar en la escuela de medicina y no fui aceptado, pues mis promedios —aunque no eran bajos— no fueron suficientes. Por lo tanto, opte por la facultad de ciencias biológicas. Pronto me convertí en apasionado defensor de las tortugas marinas, pues su extinción era inminente, en una época en que las autoridades de pesca estaban muy ligadas a los intereses de los pescadores furtivos a gran escala. Inclusive escribí artículos sobre este asunto, que me produjo fuertes problemas con las autoridades y una gran decepción en el sistema. Entonces decidí entrar a estudiar música por las mañanas, a la escuela de música de la Universidad de Guadalajara, y en menos de un año la música y el canto se convirtieron en el principal y único motivo de mi atención, relegando totalmente y para siempre a la biología.
¿Cómo fue tu debut profesional?
Al año de haber ingresado a la escuela de música, se
decidió realizar una producción universitaria de Rigoletto. Se
conseguiría el Teatro Degollado y a la Orquesta Sinfónica de Guadalajara. El
vestuario y escenografía se traerían de México, pero todos los cantantes, coro
y solistas serían alumnos y maestros de la escuela. Nunca antes se había
llevado a cabo semejante proyecto. Todos estábamos emocionados.
Se realizaron las audiciones de selección y se me eligió para representar el papel del duque, compartiendo el rol con el tenor Arturo Valencia. Esta única función de Rigoletto —que cante en 1985 y en la que aunque seguramente adolecí de una adecuada técnica vocal, experiencia y conocimientos musicales— fue definitivamente el detonador de mi vocación, tan profundo que me dio el impulso, la fuerza y la voluntad que requeriría en los años por venir. Inmediatamente después hice mi debut profesional en la temporada de ópera local, en los roles del Remendado en Carmen, y Ruiz en Il trovatore.
¿Qué le aportó a tu formación de cantante tu paso
por el Conservatorio de Manchester?
Entre el término de mis estudios en la escuela de
música de Guadalajara y mi llegada a Manchester, hubo un periodo de siete años
que también fueron de formación: cinco años en el grupo solistas ensamble del
INBA en la ciudad de México, bajo la batuta del maestro Rufino Montero, y dos
años en la Real Academia Escocesa de música y drama en Glasgow, Escocia.
Pero no fue sino hasta 1995 que mi búsqueda del
maestro que habría de estructurar y consolidar mi técnica vocal llegó a buen
termino, cuando conocí a Robert Alderson. Y no sólo eso: Sir John Manduel,
director del Royal Northern College of Music, se convirtió en mi promotor y
benefactor.
La
experiencia en Manchester fue extraordinaria, definitiva. En dos años
como estudiante de posgrado canté las óperas Ernani y Roberto
Devereux en las producciones de la academia; canté en concierto para
personalidades como la duquesa de Kent, el primer ministro británico y el
presidente francés; fui acompañado por orquestas como la Filarmónica de
Liverpool, la Sinfónica de Halle; e hice mi debut internacional en
Londres con La bohème, en el teatro Sadlers Wells.
Como ves, fueron dos años en que todo sucedió de manera vertiginosa, al final de los cuales estaba siendo ya manejado por una agencia de Nueva York y otra de Londres.
¿Se puede decir que el detonador internacional de tu
carrera se dio con tu participación en el concurso Operalia? ¿Has participado
en más concursos? ¿Qué le aportan éstos a un cantante que comienza?
Por principio de cuentas, los concursos son para
premiar la perfección y no siempre valoran ciertas características que son muy
apreciadas por el publico asiduo de la ópera, como el temperamento y la
personalidad de cada cantante. Estas son cosas que se van desarrollando y
enriqueciendo a través de una trayectoria profesional.
Con esto quiero decir que vas desarrollando un
estilo propio que muchas veces no encaja en ciertos círculos de estética muy
rígida. Esto tiene consecuencias, porque quienes llegan a las finales y
triunfan, curiosamente, no siempre siguen carreras profesionales exitosas, y
muchos que no figuran en los primeros lugares terminan por ser figuras del
espectáculo profesional.
Considero Operalia un concurso muy especial:
primeramente porque se debe a un cantante al que yo en lo personal admiro, que
es Plácido Domingo, y en segundo término porque los organizadores, los jurados,
son todos gente profesional de la ópera y su finalidad es encontrar valores que
lleguen a ser figuras del espectáculo.
En mi caso, estaba en un momento de mi carrera en que pensé que era adecuado y beneficioso participar en un concurso de semejantes características. A un cantante que quiere dedicarse profesionalmente a la ópera le conviene participar en concursos, siempre y cuando esté en el momento preciso que exige el desarrollo de su carrera y en el momento adecuado de su vida. Con esto, quiero decir que los concursos no deben ser una meta sino una experiencia en la que siempre haya una ganancia, por lo cual se deben calcular los riesgos.
Tu carrera debe estar llena de experiencias
fascinantes. ¿Hay anécdotas que quisieras compartir?
La incertidumbre es permanente en los escenarios de
ópera. En los primeros años siempre nos enfrentamos a teatros nuevos,
compañeros nuevos, públicos diferentes, climas distintos, alimentos diversos,
ambientes que son el caldo de cultivo para situaciones insólitas y curiosas,
pero me sería difícil seleccionar una en particular.
Sin embargo, creo que la madre de todas las anécdotas sería la inefable experiencia de cuando el artista está en el escenario a merced de voluntades cuya coordinación muchas veces pareciera ser mágica o misteriosa, ante lo cual lo único que el cantante puede hacer es entrar a escena preparado, con el corazón templado y bien dispuesto.
Actualmente ¿Cuáles son las características de tu
voz y cuál es tu repertorio más adecuado?
Naturalmente, mi voz ha cambiado a través de los años. Digamos que ha embarnecido; se ha fortalecido, el color es más oscuro, pero mis agudos están intactos y con un buen metal, por lo que me siento en casa con el repertorio lírico y lírico-spinto. Mi repertorio consta de Ernani, Rigoletto, Traviata, Bohemia, Devereux, Butterfly, Baile de Máscaras, Macbeth, Werther, El guaraní, Aroldo y Elixir de amor, entre otras.
¿Cuál es tu papel favorito?
De momento tengo dos: Werther y Gustavo III.
¿Puccini o Verdi?
Definitivamente, en cuanto a compositores, prefiero a Verdi.
A propósito de tus recientes presentaciones en Nabucco
en la Ópera de Houston, David Gockley, director de la compañía, comentaba
en una ocasión que es una lástima que los cantantes mexicanos, que son de muy
buen nivel, tengan que irse a Europa cuando
Estados Unidos está tan cerca. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
Para un cantante que desee desarrollar una carrera
internacional, es preciso tratar de balancear sus presentaciones tanto en
Europa como en Estados Unidos. No veo por qué un mercado deba ser excluyente
del otro. Los dos tienen características particulares que los hacen igualmente
interesantes.
En cuanto a la ópera en México, con una Compañía de Ópera y un puñado de teatros de ópera en provincia con poquísimo presupuesto, el panorama se antoja un tanto árido, pero debemos de considerar que nuestro país está pasando por una etapa importantísima donde la mayoría de los recursos y la atención —quiero pensar— se destinan mayormente al desarrollo de nuestra naciente democracia y al combate de la pobreza e ignorancia.
En tu experiencia personal, ¿qué concepto se tiene
de los cantantes mexicanos en los teatros de Europa o Estados Unidos?
Yo no he percibido que exista un concepto del cantante mexicano en lo general , pero si un reconocimiento hacia cantantes mexicanos que en lo individual han dejado muestras de profesionalismo, capacidad y talento en diferentes casas de ópera en el mundo.
¿Has tenido alguna experiencia reciente de cantar en
México? ¿Existe algún contrato para cantar en México?
Después de mis actuaciones en el ámbito estudiantil
en Guadalajara, y los conciertos que canté con el grupo Solistas Ensamble en la
Ciudad de México antes de partir al extranjero a realizar mis estudios de
posgrado, no he cantado en ningún escenario mexicano, ni hay —hasta el momento—
ningún plan para ello, situación que no tiene nada que ver en absoluto con una
falta de voluntad de mi parte.
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