Monday, January 31, 2022

I Capuletti e I Montecchi en el Teatro alla Scala de Milán

Foto: Brescia & Amisano

Massimo Viazzo

Habían pasado más de treinta años desde que los Capuleti e I Montecchi bellinianos no habían sido representados en la Scala, por ello, el teatro milanés debería tener más en cuenta al compositor siciliano, si se piensa que sus dos obras maestras dramáticas Norma e I Puritani, han estado ausentes aquí desde casi medio siglo. ¡Un dato clamoroso!  Tanto así, que no nos queda más que esperar. Con respecto a esta producción, desafortunadamente las cosas no han ido como se esperaba y al final del espectáculo ha quedado un cierto sabor amargo en la boca. Comenzando con la convencional dirección escénica de Adrian Noble, una dirección inmovilizada, estereotipada y sin ideas.  Speranza Scapucci, primera mujer italiana en dirigir en el Teatro alla Scala (llamada de último minuto para sustituir al inicialmente anunciado Evelino Pidò) pareció estar más atenta a la exploración rítmica que a los matices, cayendo en tiempos frecuentemente frenéticos o demasiado marciales. Le faltó un poco de inventiva y fantasía en la definición de las frases musicales y en general en el fraseo, carente también, de esa figura melancólica y elegíaca propia de estas páginas. La triunfadora de la velada fue sin duda Lisette Oropesa, una Giulietta elegante, de voz límpida, precisa en la línea de canto y de nítida dicción, que supo conmover con un timbre luminoso cubierto de melancolía. Marianne Crebassa afrontó con ímpetu y audacia al arduo papel en travesti de Romeo. La parte es en verdad complicada ya que frecuentemente se desarrolla en la parte alta, justo donde se ponen a punto los agudos y que fue donde la mezzosoprano francesa tuvo mayores dificultades, llegando a forzar la emisión. Los dos cantantes coreanos del elenco, el tenor Jinxhu Xiahou (Tebaldo) y el bajo Jongmir Park (Capellio) parecían demasiado embalsamados y monocordes, sobretodo el bajo.  De Xiahou se apreció una mayor comunicación, aunque en el fraseo pecó de espontaneidad y algunas veces de precisión. Al final, fue un lujo contar con Michele Pertusi en el papel de un Lorenzo, por su perfecta dicción e intención. El coro del Teatro alla Scala (cuyos miembros cantaron con mascarillas) fue dirigido con exactitud por Alberto Malazzi.



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