Ramón Jacques
Continua la colaboración entre
la Ópera de Los Ángeles y la orquesta inglesa The English Concert, que
anualmente ofrece como parte de la temporada del teatro, un título de George
Frideric Handel (1685-1759). La música antigua es uno de los pendientes en la
historia de este teatro, y aunque en el pasado se han montado algunos títulos
de Handel o de Monteverdi, es siempre un pendiente en sus programaciones, que parcialmente
esta cubriendo la presencia de una orquesta especializada en el repertorio con
instrumentos de época. Aunque las
presentaciones se llevan a cabo en una sola fecha, y en versión de concierto,
lo que parecería poco, la ejecución del oratorio en tres actos Solomon (1743) (HWV 67) dejó muy satisfecho
a los presentes, especialmente en la parte vocal por contar con cantantes especializados
en un estilo poco conocido aquí. La temporada 2023-2024 del teatro se anunció
hace algunas semanas, y ya se incluye una nueva visita de la agrupación inglesa
con Rodelinda de Handel. El encargado del libreto de la obra, que se
escucha con cierta frecuencia en diversas salas de concierto a nivel
internacional, parece ser desconocido, aunque frecuentemente se le atribuye al
escritor y libretista irlandés Newburgh Hamilton (1691-1761), quien trabajo al
lado del compositor en Alexander’s Feast (1736) y Occcasional Oratorio
(1746). En la historia sobre el sabio
rey Solomon, que se basa en historias bíblicas del Primer Libro de los Reyes,
del Segundo Libro de las Crónicas, así como en Antigüedades Judías del
historiador romano-judío Flavio Josefo, parece no existir una secuencia que
permitiera una puesta en escena convincente, pero su valía radica en sus partes
vocales, corales y orquestales. Es indudable que el Dorothy Chandler Pavilion,
es un espacio demasiado grande para la orquestación handeliana, pero aun así los miembros de la orquesta lograron
transmitir los momentos más musicales, dulces, y conmovedores de la partitura,
aun en los momentos y pasajes más apacibles y suaves. La agrupación bajo la
conducción de su titular, el maestro Harry
Bicket desde el clavecín, convenció por la dinámica y ligereza que le
imprimió y por la consideración por las voces. Muy aplaudida fue su ejecución
del conocido y vivaz pasaje instrumental “La entrada de la reina de Saba” al
inicio del tercer acto, para oboes y cuerdas.
Al final, Solomon parece ser una obra que intenta resaltar las virtudes
y la sabiduría de un benévolo gobernante que permite la alegría del amor
conyugal. El elenco de cantantes
debutantes contó con la presencia de la mezzosoprano sueca Ann Hallenberg, que cantará hace algunos años en el Mesías de
Handel con la vecina LA Philharmonic, y que pisando por primera vez este
escenario dejo constancia de su calidad y calidez vocal, con la maestría y el
conocimiento que tiene de esta música.
En su canto mostró autoridad, intención y admirable dicción inglesa. En el doble personaje de la Reina de Salomón
y la primera prostituta se escuchó a la soprano Miah Persson, que cantó con buen gusto, claridad en su canto y
considerable emoción, con el acampamiento de la flauta. Una grata impresión
dejó la mezzosoprano irlandesa Niamh
O’Sullivan, en la interpretación de su aria Thy sentence, great King con su voz oscura de brillante cualidad
melódica y flexible en su extensión. Su
papel fue el de la segunda prostituta. Salomón
cuenta con amplias recitativos y arias cargadas de sentimiento y pasión, y curiosamente
las arias más virtuosas corresponden a las voces masculinas como la del tenor James Way, que en el papel de Zadok, exhibió
un amplio rango vocal y agilidad en cada una de sus intervenciones; así como el
bajo-barítono Brandon Cedel, como un
levita, con una voz no precisamente grata en su color y timbre, pero que
demostró ser un cantante solvente. En el
papel de la Reina de Saba, la soprano Elena
Villalón canto con convicción y un extenso agradable rango vocal, y su
interpretación del aria Will the sun
forget to streak fue un momento destacado del concierto. No se puede olvidar mencionar el aporte del
conocido coro neoyorquino The Clarion Choir, quien con treinta y dos elementos
y bajo la dirección de su director Steven Fox se mostró uniforme, preciso,
claro y hábil en cuando fue requerido, representando el coro de sacerdotes y el
de los israelitas, sin dejar de mencionar “May
no rash intruder” que es quizás la mejor parte coral compuesta por Handel,
y el coro final “The name of the Wicked”
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