Wednesday, March 1, 2023

I Vespri Siciliani en Milán Italia

Fotos: Brescia & Amisano

Massimo Viazzo

Cuando un teatro elige poner en escena I Vespri Siciliani de Giuseppe Verdi se enfrente a la disyuntiva de qué versión elegir, la original en francés (Les Vêpres Sicilienne estrenada en la Opéra de París en junio de 1855) o la del libreto traducido al italiano, quea la larga se ha convertido en la versión más representada. Es curioso que el máximo teatro italiano haya elegido en este 2023 esta segunda versión, tomando el libreto de Eugenio Caimi el autor de una traducción que no es precisamente memorable de la de Scribe y Duveyrier. Además, en esta producción, se eliminó el ballet del tercer acto, como también el del primer número del quinto acto. Todo en conjunto pareció poco incomprensible para quienes siguen los eventos scaligeros porque el director musical del teatro, Riccardo Chailly, en sus propuestas ha estado muy atento a recuperar, aunque sea en pocos pasajes, pinceladas de las versiones originales, en sus investigaciones personales que tienen el de fin hacer ofrecer al público obras nunca antes escuchadas o raras con referencia a las primeras ediciones. Considerando que I Vespri nunca se ha escuchado en la Scala en la versión original francesa, nos hace pensar que la de este año pareció una ocasión perdida.  Después, fue poco afortunada la elección de encomendar la puesta en escena del espectáculo a Hugo De Ana. De hecho, su dirección es clamorosamente un retroceso. De Ana colocó la acción original, que está ambientada a finales del siglo XIII, y que describe la revuelta de los sicilianos contra la dominación francesa, en la conclusión de la segunda guerra mundial, en el momento del desembarco de los aliados americanos en Sicilia. Una operación admisible como también legítima, pero ¡por caridad! el director argentino se limitó a colocar sobre el escenario elementos que nos refieren a los hechos bélicos – soldados con cascos, fusiles, carros armados, cañones, incluidas las explosiones de bombas- sin cuidar de la mínima manera los movimientos escénicos de los personajes, y dejando así a los cantantes a aferrarse a gestos estereotipados, hoy tan viejos de siglo y medio. Solo postales ilustradas con fondos militares, y tableaux vivants escénicamente estériles. Frecuentemente hubo también una frecuente referencia al séptimo sello de Bergman con la muerte que juega un partido de ajedrez con Monforte. Pero hubo una cita totalmente gratuita. Tampoco convenció, la conducción musical. Fabio Luisi, tratando con la obra maestra verdiana impuso tiempos ajustados, metrónomicos (demasiado), dando la sensación de no respirar con el escenario, perdiendo también la sincronía en algunas circunstancias. El director genovés no pareció estar muy interesado en cuidar los timbres y tampoco la dinámica orquestal lució reducida. Llegando al elenco, de nivel adecuado (incluidos los roles menores) Marina Rebeka interpretó una Elena con voz no sólo ágil y fácil en los agudos, sino también muy timbrada e intensa en el acento. El vértice de su interpretación, corazón emotivo de la velada, fue el conmovedor y vibrante cantábile; Arrigo! Ah, parli a un core (Del actoIV). Convenció también el Arrigo de Piero Pretti, tenor de timbre claro, squillante en los agudos, con emisión homogénea y musical en el fraseo. Luca Michieletti interpretó un Monforte monolítico, con voz amplia y bien proyectada sobre todo en el registro medio bajo. Sin embargo, los agudos no parecían estar siempre encendidos. El agitador Giovanni da Procida, tuvo la voz rotunda y timbrada de Simon Lim, que sin embargo estuvo un poco monótono en la expresión y poco revolucionario en el acento. El Coro del Teatro alla Scala encontró su momento de entusiasmo durante la gran alocución que concluye el acto III, y fue justamente premiado con una ovación del público.






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