Foto: Andrea Macchia
Ramón Jacques
Inicio una nueva temporada en el Teatro Regio de Turín, uno de los considerados más importantes y prestigiosos de Italia, y el título elegido en esta ocasión fue il Barbiere di Siviglia de G. Rossini. Hacía varios años que no escuchaba esta obra en vivo, y ha sido una grata ocasión el volver a escuchar una de las obras más conocidas y musicalmente alegres del repertorio, lo cual me hizo pensar que tampoco la he visto programada en mucho tiempo en las carteleras de los teatros a los que he tenido oportunidad de asistir. Quizás tenga que ver con la intención de diversificar y ampliar más la oferta para ofrecer al público. La cercanía geográfica que existe entre importantes teatros, por estos pagos, permite también la oportunidad de presenciar y conocer nuevas propuestas e ideas escénicas –gracias también a los intercambios y coproducciones- y hoy son raros o inexistentes los casos de teatros que mal invierten sus recursos para construir montajes que después no son apreciados, compartidos y vistos en otros escenarios. Así, de la Opéra National de du Rhin, de Estrasburgo Francia, provino la producción de Pierre Emanuelle Rosseau, responsable de la dirección escénica, como también del diseño de las escenografías y los vestuarios, con la iluminación de Gilles Gentner que nos ofreció una colorida y solar Sevilla. Rosseau, se inspiró en la arquitectura de Andalucía, los mosaicos, amplias ventanas etc y para los vestuarios en las pinturas y litografías de Goya. No podía faltar la fuente en el centro del escenario, y un marco ingenioso que con tan solo agregar algunos elementos e inmobiliario, convertía es una plaza exterior en el interior de un amplio palacio. Lo que me gustó del trabajo actoral de Rosseau, es que prescindió de todos los gags, bromas y sobreactuación, que son ideas que en una obra que es ya per se divertida, y que parecería que la mayoría de los directores a quienes se les encarga dirigir Barbero las tomaran de un manual, Rosseau hizo un trabajo más enfocado hacia los movimientos actorales, y aun así lo que se presencio fue divertido. Por ejemplo, no fue necesario exagerar los movimientos del Conde Almaviva que entra a la casa de Bartolo como un soldado ebrio, con mencionarlo se entendía la idea. El único punto discordante a mi entender, en este Barbero fue que la caracterización del personaje principal, como un mal vestido indigente, que vivía en la plaza y cargaba con las todas sus pertenencias. Probablemente una idea personal del director para dejar su huella personal en un montaje al que no le faltaba moverle ninguna pieza. Buen elenco de cantantes elegidos para la ocasión, como la mezzosoprano Josè Maria Lo Monaco cuya oscura voz ha crecido en cuerpo y energía, pero que le ha hecho perder cierta elasticidad en el manejo de la voz, pero que continúa siendo una intérprete de buen nivel. El conde Almaviva fue el tenor Antonino Siragusa, una voz hecha a la medida de este repertorio y papel, al que supo darle sentido con presteza y vivacidad. El papel del Barbero dio la posibilidad de escuchar al joven barítono John Chest, que comienza a hacerse de un nombre tanto en Europa como en Norteamérica, recordando que la opera de San Francisco le confió ya el papel principal de la opera Billy Budd en el 2019, y ha demostrado que vocalmente posee interesantes cualidades vocales. Aquí su desempeño fue correcto y apegado a las exigencias de Rossini, que supo sortear con habilidad. El barítono italiano Leonardo Galezzi, se desempeñó como un buen Dr. Bartolo, con la apariencia de un hombre maduro, pero no el típico gruñón que se ha acostumbrado creer que el este personaje, con canto adecuado y bien proyectado. Igual la soprano Irina Bogdanova, sobresalió por canto y actuación en el papel de Berta. Don Basilio fue personificado por el barítono Guido Loconsolo, cantando con una voz potente, desmesurada por momentos, y fuera de los lineamientos indicados por la dirección escénica, incurriendo en la sobreactuación. Andrea Secchi, es el director del coro del teatro que merece un reconocimiento por su solidez y buena participación como comparsas en escena. Finalmente, agradó la conducción y la respuesta obtenida de la orquesta del maestro suizo Diego Fasolis, atento a cada detalle, incluidos los recitativos al piano, que dirigió con precisión, entusiasmo e intensidad, y que es además un personaje temperamental y enérgico que se dio el tiempo durante un pasaje orquestal, y sin perder el hilo de su conducción, de voltearse a recriminar e increpar a varias personas del público sentadas en la primera fila, lo que le ocasionó algunos abucheos al final de espectáculo. Anécdotas y situaciones que ocurren y se presencian en los teatros italianos, al menos yo no había visto algo parecido, pero que no inciden en el resultado global del espectáculo.
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