Fotos: © Roberto Ricci
Ramón Jacques
Las actividades del Teatro Regio de Parma no solo giran en torno a la
predominante figura local a la que está estrechamente ligado como es: Giuseppe
Verdi, su festival anual, la reposición de sus óperas y demás actividades: como
conferencias, coloquios etc. Forma parte
del circuito de los teatros más prestigiosos de Italia, y cuenta con una amplia
y variada temporada anual de títulos operísticos, conciertos, recitales. El título elegido para inaugurar una nueva
temporada, la 2023, fue Don Giovanni el dramma
giocoso en dos actos con libreto de Da Ponte, de W. A. Mozart, un título ausente de este escenario
desde hacia 29 años. Escénicamente se vio
el montaje del cineasta italiano Mario
Martone, quien además cuenta con una extensa incursión en el mundo
operístico. Sus montajes suelen situarse
en la actualidad, pero esta idea escénica, creada originalmente para el teatro
San Carlo de su natal Nápoles hace más de veinte años (y que recorriera el año
pasado diversos teatros de tradición del norte del país, agrupados bajo el
nombre de Opera Lombardía) brilla por su sencillez e impacto visual. El escenario prácticamente vacío cuenta con
unas tribunas semicirculares al fondo donde se ubicaba el coro, y los solistas,
antes y después de cada una de sus intervenciones. Alrededor del foso de la
orquesta se colocó una pasarela, por la que se desplazaban constantemente los
solistas, que en esta puesta jugaban el papel de cantantes, actores, pero a la
vez de observadores de la escena.
Desconozco si la pasarela formaba parte de la puesta original, pero el
constante acercamiento al público de los cantantes, su entrada por las puertas
laterales y traseras del teatro, como también del coro, y otras escenas como la
procesión por la muerte del Comendador entre el público constituyan una manera
de involucrar al público con la trama.
Este recurso que he visto en cinco recientes puestas en escena en
diferentes teatros, me lo confirmó el director Peter Sellars, en el ensayo publicado en el programa de mano del
reciente Tristán e Isolda semi-escenico en Los Ángeles, donde argumentaba, que
la acción actoral y teatral de los artistas debe extenderse más allá del
escenario, y que como él lo visualiza hacia el futuro, quizás dejen de ser necesarias
las fastuosas producciones para concentrarse en un detallado trabajo actoral y
en el canto. Esta reposición de la idea
original de Martone, pareció estar en línea, con lo descrito anteriormente. Los elegantes vestuarios de época ideados por
Sergio Tramonti, el brillante juego
de iluminación de Pasquale Mari, y
las coreografías de Anna Redi,
cumplieron el cometido de situar la acción y al público dentro del tiempo donde
indica el libreto que transcurre la acción.
El elenco adecuado elenco conformado para esta propuesta contó con
cantantes que exhibieron un sobresaliente nivel como la experimentada soprano Carmela Remigio que hizo resplandecer
al papel de Donna Elvira, su actuación fue convincente en un papel que ha
interpretado infinidad de veces y que domina, con grata presencia escénica,
involucrada en el personaje y con un canto brillante, colorido y ágil. Por su
parte Mariangela Sicilia, canto con
seguridad el papel de Donna Anna, exhibiendo una voz grata, virtuosa en su
manejo y mucha seguridad. El Leporello
que personificó el bajo Riccardo Fassi,
fue malicioso, astuto y pícaro y bien cantado.
Don Giovanni fue encomendado al barítono Vito Priante, de voz potente, amplia y profunda que por momentos
parecía un poco pasivo, dejando algunas dudas y que quizás pudo haber hecho más
en la parte de la convicción actoral para impregnarla a su personaje y
transmitirla hacia afuera. La función
dio la posibilidad de escuchar al tenor Marco
Ciaponi, como Don Ottavio, con una voz juvenil bien timbrada y seguramente
un artista que tiene mucho margen de crecimiento. Los papeles de Masetto y Zerlina fueron
encomendados al barítono Fabio Previati,
adecuado en todo su desempeño, y a la joven soprano Enkelda Kamani, buena interprete que dio vida a un joven y frágil
personaje. Giacomo Prestia cumplió
con su parte del Comendador. El coro del
Teatro Regio de Parma, mostró su profesionalismo y participación cuando fue
exigido, bajo la dirección de su titular Martino
Faggiani. La Orchestra dell’Emilia
Romagna Arturo Toscanini, mostró oficio y unión bajo la dirección del maestro Corrado Rovaris, quien no destacó particularmente por su elección de tiempos y
dinámica, y creo algunos desfases con
las voces, que sin embargo en nada inciden en la que en términos generales fue
una satisfactoria función del Burlador de Sevilla.
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